No podía apartar mis ojos de los suyos y mucho menos me podía mover, era como si mis pies se hubieran adherido al suelo al momento en que nuestras miradas se conectaron, miré detenidamente las facciones de su rostro pálido y lo que descubrí me cayó como un balde de agua fría dejando una exclamación de sorpresa atascada en mi garganta.
Ella, la chica que estaba encadena en esa habitación era yo, la chica demacrada y delgada era como yo, era mi copia solo con la diferencia de que sus ojos eran rojos y los míos grises.
Abrí la boca tratando de decir algo pero las palabras no me salían, boquee un par de veces tratando de hablar pero a la final simplemente la cerré haciendo una fina línea con mis labios.
¿Quién era ella? Y ¿por qué estaba aquí?
Me preguntaba una y otra vez tratando de entender que hacía ella aquí o mejor que hacía yo aquí, ni siquiera sabía en qué lugar me encontraba o hacía donde tenía que ir para salir aquí, lo único que sabía era que estaba atrapada y no sabía qué hacer para salir de esta.
- Al fin te dignaste a venir – dijo con voz ronca haciendo que salga de mi ensoñación
- ¿Q – quién eres? – pregunté tratando de que mi voz no se rompiera y fallando en el intento
- Así que no sabes quién soy – ladeó la cabeza sin apartar sus ojos de los míos – algo raro ya que me parezco a ti
- ¿Dónde estamos? – miré a todos lados como señal de que no sabía dónde estaba parada - ¿por qué estás aquí?
- Ya veo que no estas consciente de nada – respondió y se cubrió su rostro con las manos haciendo que con el movimiento las cadenas sonaran – estas muy pérdida y eso en estos tiempos es grave, muy grave – susurró haciendo que mi piel se erice
- ¿Me dirás dónde estamos? – pregunté confundida por sus palabras - ¿por qué debería saber dónde estoy?
- Porque es tu deber saberlo – habló seriamente – pero ya que no lo sabes te lo voy a decir
- Gracias
- No lo hago solamente por ti también lo hago por mí – me señaló y luego se señaló a sí misma
- Entonces... - dije dudosamente - ¿por qué estás encadenada? – vi que suspiró y luego se dispuso a hablar
- Porque tú me pusiste aquí – señaló con la mano todo el lugar haciendo que yo frunza el ceño
- ¿Qué? – dije sin entender de lo que hablaba – yo recién te conozco
- No, tú ya me conocías desde antes de nacer – repuso frunciendo los labios – pero no te acuerdas, ni siquiera sabes que tienes que hacer
- Entonces, explícame
- Mírame Casandra, ¿no te parezco familiar?
- Eres igual a mí a excepción del color de los ojos – contesté jugando con mis dedos
- ¿Y eso no se te hace raro? – dijo con una ceja alzada – ¿no crees que es algo raro ser idéntica a otra persona a quien no conoces?
- ¿Eres mi hermana gemela? – pregunté imitando su gesto haciendo que riera fuertemente
- No soy tu hermana – respondió cuando dejo de reír
- ¿Entonces?
- Soy tú – dijo y yo fruncí el ceño sin entender nada
- ¿Qué? – dije incrédulamente – eso no es cierto
- Sí, lo es
- ¿Cómo puede ser eso verdad?
- Te lo voy a explicar rápidamente ya que no tenemos mucho tiempo porque tú tienes que volver
- ¿A dónde? – cuestioné confundida, ¿dónde me metí?
- Tienes que despertar – respondió mirándome – ahora estamos dentro de ti
- No entiendo – confesé bajando la mirada
- Somos dos cuerpos pero una misma esencia, lo que quiere decir que somos uno mismo – dijo explicándome, abrí la boca para preguntar algo pero ella me hizo una señal de que no hable – yo estoy dentro de ti desde que nacimos pero como a ti te criaron entre amor y cariño, tú inconscientemente me encerraste en lo más profundo de tu consciencia sin dejar que salga a la superficie pero eso fue hasta antes de que sepas quien en verdad eres y de donde procedes – inspiró profundamente y sus dedos pasaron por los grilletes – yo me levanté hace algunas semanas atrás antes de que te dijeran la verdad y he podido hablar contigo advirtiéndote de lo que podría pasar pero tú siempre pensaste que era una mala pasada de tu mente
- ¿Tú eres la voz que siempre escuchaba en mi mente? – pregunté sorprendida
- Si, era yo – asintió mirándome – pero solo podía contactarte cada vez que te desmayabas o estabas en pánico
- ¿Por qué?
- Bajabas tus barreras permitiendo que yo pueda entrar en tu consciencia
- Entonces quieres decir que tú y yo somos uno, ¿verdad? – pregunté frunciendo el ceño - ¿eso es posible?
- Te lo voy a explicar de otra manera – se acomodó mejor en el suelo – tú eres la esencia humana, yo soy la demoníaca – abrí los ojos sorprendida – en otras palabras, tú eres Casandra y yo soy Kenya
No dije nada, no sabía que decir, todo esto era demasiado, me había enterado de que mi otra yo había estado encerrada en mi desde siempre porque así lo había querido yo, la miré allí sentada y encadena y me pregunté ¿qué tan grande era su poder para que los arcángeles vinieran a por ella?
- Tienes que despertar – habló luego de unos minutos – tienes que regresar y salvarnos
- Pero... - no me dejo terminar ya que se puso de pie y se acercó a mí
- La única forma de vencerles... – susurró en mi oído haciendo que un escalofrío recorra todo mi cuerpo... - es que tú me aceptes y dejes que salga, así seremos un solo cuerpo y seremos más fuertes
- ¿Pero eso no sería transformarnos en otro ser? – hablé cruzándome de brazos
- Somos uno Cas, pero tú nunca me has aceptado – dio dos pasos atrás alejándose de mi – pero ahora lo tienes que hacer si no quieres que todos a los que conocemos mueran porque va empezar la guerra de la que yo siempre te advertí
- La guerra de los dos mundos – murmuré recordando sus palabras
- Exacto – asintió mirándome – tenemos que ser fuertes para vencerles
- Y... - me detuve cuando noté que ella empezaba a desaparecer
- Recuerda que hay que proteger lo que más queremos las dos – habló rápidamente – no dejes que muera porque él moriría por nosotras
- ¿Qué?
Y desapareció.
Abrí los ojos de golpe cuando sentí que algo frío golpeó mi rostro haciendo que mi sueño desapareciera por completo, miré hacia arriba y me encontré con los arcángeles que últimamente habían estado haciendo mi vida imposible, sus rostros estaban serios pero en sus miradas estaba la burla dirigida hacia mí.
Me puse de pie y pasé mi mano por mi rostro quitando el resto del agua que estaba esparcida por mi cara, vi que Gabriel estaba con un cubo en su mano y supuse que él me había mojado para que despertara.
- Ponte de pie y síguenos – ordenó Miguel dándose la vuelta y abriendo la puerta
- ¿Para qué? – pregunté parándome y noté que ya no tenía las esposas alrededor de mis muñecas pero me habían dejado marcas en mi piel
- Acaso no escuchaste – dijo Gabriel quien se había mantenido en silencio todo el rato – no hagas preguntas y has lo que decimos
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La Princesa del Infierno
عشوائيCasandra siempre pensó que su mejor amigo a veces se comportaba raro, porque parecía que a él no le importaba su vida mientras ella estuviera a salvo. ¿A qué grado llegaba su amistad para qué él siempre estuviera pendiente de ella como su guardaespa...