Suspiré por milésima vez en el día y miré hacia los árboles que eran de color dorado, las hojas empezaron a moverse con fuerza y cayó algo al suelo haciendo que me levanté de un salto y vaya a ver qué había caído del árbol.
Me acerqué a paso lento y vi que era un ave, trataba de volar pero no podía porque su ala estaba rota, sus pequeños ojos negros se posaron en mí cuando me acerque a su lado y trató de volar con todas sus fuerzas pero no pudo.
- Hola – dije tratando de no asustarlo más – no te asustes pequeño, no te voy hacer nada, solo quiero curarte tu ala – traté de cogerlo y se dejó pero aún veía la duda en sus ojos – tranquilo, no voy hacerte nada
Era un pájaro hermoso, sus plumas iban del color rojo pasaba por el verde y terminaba en un azul oscuro, su pico era dorado y las plumas de su cola era tan largas que llegaban hasta más abajo de mi cadera.
Entré al palacio con el ave en brazos bajo la atenta mirada de todos – creo que nunca me voy acostumbrar a esto – y subí a mi habitación, dejé al ave en mi cama y luego me volví para buscar a Brandon. Caminé por varios pasillos y me acerqué a un guardia que estaba por allí.
- Buenos días – saludé con una sonrisa – disculpe, ¿tal vez sabe dónde está Samael? – pregunté, rogando internamente que dijera que sí
- El señor Samael en estos momentos está en su laboratorio – respondió sin mirarme
- ¿Me podría decir dónde queda?
- Siga recto este pasillo y gire a su derecha – con su mano me señaló el camino – es la puerta negra, no hay porque perderse
- Gracias
Seguí las instrucciones del guardia y llegué hasta la puerta negra, me acerqué y escuché varios ruidos de cosas que chocaban, toqué la puerta como unas tres veces pero no me abrió la puerta, así que la abrí suavemente y entré.
La habitación era iluminada con velas y había varias repisas con botellas y libros, había una mesa larga y algunos instrumentos de investigación, Brandon estaba sentado en un sofá con un libro entre sus manos.
- Hola – le toqué el hombro haciendo que dé un sobresalto – disculpa si te asuste
- Cas, ¿qué paso? – preguntó mirándome y sus ojos eran violetas - ¿necesitas algo?
- Sí, tal vez ¿tienes algo para curar heridas?
- ¿Te lastimaste?
- No – negué – es para alguien más
- ¿Quién? – preguntó curioso con una sonrisa
- Un ave herida - respondí tirando mi cabello hacia atrás – tiene rota el ala
- Tengo algo – se levantó del sillón y fue hacia la estantería - ¿dónde la encontraste? – preguntó mientras revisaba unas botellas
- En el jardín, se cayó de un árbol
- Tú siempre tan gentil – dijo ofreciéndome una pequeña botella redonda con un líquido verde – colócalo en el ala y véndala
- Gracias Brandon – cogí las vendas y la botella que me ofreció
- De nada
- Por cierto, me gustan el color de tus ojos – dije girándome y saliendo por la puerta
Llegué hasta mi habitación y entré, vi que el ave seguía tendida en la cama, me acerqué y me senté a su lado, él me miró y volvió a acostar su cabeza en la cama.
- Te voy a poner esto para que se te cure el ala – avisé poniendo un poco del líquido en el algodón
Pasé el algodón suavemente por su ala dejándola húmeda y luego la vende, el ave me miró y empezó hacer sonidos melodiosos que iban formando un canto hermoso.
- ¿Qué clase de ave eres? – pregunté sonriendo
- Sabes qué los animales no pueden hablar, ¿verdad? – preguntó una voz desde el marco de la puerta
- Tal vez aquí si puedan – respondí mirando hacia la puerta encontrándome con Elián
- Es un fénix – dijo acostándose en la cama haciendo que yo enarque las cejas
- ¿Te di permiso de acostarte en mi cama? – una sonrisa irónica se posó en mis labios – no, ¿verdad?
- Ya quisieras tenerme de otra forma en tu cama – dijo con voz ronca que me erizó la piel
- No puedo creer que hayas insinuado eso – dije incrédulamente
- ¿Qué tiene de raro? – preguntó mirándome y sentí que sus ojos traspasaban mi alma - ¿acaso no te gusto?
- Siento no contribuir con tu ego pero no, no me gustas
- Eso ni tú te lo crees – se acercó hasta donde estaba – yo sé que te gusto
- No lo haces – negué con la cabeza
- Yo te gusto y voy hacer que me lo digas – dijo a centímetros de mi cara
- Estamos a punto de entrar a la guerra y tú solo piensas en hacer que te diga que me gustas – exclamé sin poder creérmelo – ¿acaso estás loco?
- Puedo hacer más de dos cosas a la vez – se bajó de la cama – y todo me sale perfecto
- Bueno, entonces suerte con eso – dije haciendo un gesto con la mano
- Voy hacer que me digas que te gusto – me retó – por algo soy el señor del infierno
- Lo que digas señor del infierno – me burlé
Elián me guiñó un ojo y salió de la habitación con su gran ego tras él, y lo único que pude hacer fue reírme hasta que me dolió el estómago, en serio, puede ser Lucifer pero a veces se comporta como un niño.
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La Princesa del Infierno
RastgeleCasandra siempre pensó que su mejor amigo a veces se comportaba raro, porque parecía que a él no le importaba su vida mientras ella estuviera a salvo. ¿A qué grado llegaba su amistad para qué él siempre estuviera pendiente de ella como su guardaespa...