El asintió y salió de la habitación dejándome sola, me bajé de la cama y di una rápida mirada a la habitación, era amplia de color blanco, tenía una cama matrimonial, un velador a cada lado, dos puertas que supuse que eran el armario y el baño y para terminar había una puerta de cristal que daba a un balcón.
Abrí la puerta de la derecha y encontré el baño, entré y luego de quitarme la ropa, vi mi reflejo en un espejo de cuerpo completo, delinee la pequeña cicatriz que había quedado de la herida, aún no podía creer que me había recuperado de una herida profunda en menos de una hora.
Entré en la tina haciendo que el agua se tiña de rojo, mi cuerpo se estremeció, aún no estaba acostumbrada a demasiada sangre, cerré los ojos sintiendo como el agua acariciaba mi cuerpo con cuidado.
Busqué en el armario algo que ponerme pero no estaba teniendo éxito, esto podía ser el infierno o lo que quieran pero estaba el hecho de que en estos armarios no había ni una sola blusa muchos menos jeans.
Era una montaña de vestidos – había desde los más simples hasta los más elegantes – pero había un pequeño problema, a mí no me gustaba ponerme vestidos, miré hacia mi ropa pero esa idea fue descartada al momento en que vi que estaba llena de tierra y sangre, no había otra opción.
Me abrí paso entre todos los vestidos buscando el más simple de todos y que me dejara moverme a mi libertad y lo vi en el último lugar, era de corte corazón, tenía tirantes y era de color rosa pálido.
Me coloqué el vestido que me quedó hasta un poco más arriba de las rodillas, cosa que no me incómodo, busqué en mi mochila unas ligas y por milagro las encontré, me hice una trenza y ya estaba lista.
Caminé por los pasillos buscando la escalera por la que habíamos subido y luego de unos cinco minutos la encontré – este lugar era demasiado grande – las bajé y cuando llegué al piso de abajo sentí demasiadas miradas encima de mí.
No me había dado cuenta cuando llegamos pero habían empleadas por todos lados, suspiré y traté de orientarme, pero para ser sincera no sabía a donde tenía que ir y con sus ojos encima de mí no ayudaban mucho, tampoco soy un alienígena para que me miren tanto.
Viré por un pasillo a la izquierda y seguí caminando por varios pasillos más – creo que ya me perdí – y yo soy la única que se puede perder dentro de una casa, no, mejor dicho un palacio, suspiré y me di la vuelta para volver por donde había venido.
- Cas – dijo Brandon haciendo que dé un respingo – acaso, ¿estás pérdida? – preguntó tratando de no sonreír
- Brandon – le miré con una ceja enarcada – como verás, no estoy acostumbrada a palacios por lo que parece que sí, estoy perdida – expliqué – y puedes reírte todo lo que quieras – ni bien termine de decir eso, explotó en carcajadas
- ¿Vas al comedor? – preguntó después de reír tanto – te puedo llevar
- Gracias por la guía – respondí caminando a su lado – Brandon, ¿por qué aquí no hay más que vestidos?
- Porque las mujeres de aquí se sienten más elegantes en vestidos – respondió encogiéndose de hombros
- ¿Por qué? – exclamé sorprendida – los pantalones son mucho más cómodos
- Es verdad, pero aquí no es así
- Lástima – dije mirando al suelo
- Llegamos – avisó deteniéndose en una puerta grande de doble hoja pero noté que me seguían mirando, lo que hizo que me ponga incomoda
ESTÁS LEYENDO
La Princesa del Infierno
عشوائيCasandra siempre pensó que su mejor amigo a veces se comportaba raro, porque parecía que a él no le importaba su vida mientras ella estuviera a salvo. ¿A qué grado llegaba su amistad para qué él siempre estuviera pendiente de ella como su guardaespa...