C2: Incompatibles.

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—Danna…—la llamó Christopher entrando en su departamento con un par de bolsas de compras en las manos. Escudriñó el lugar con sus ojos y negó un poco.—Danna…—probó de nuevo pero no obtuvo respuesta alguna.—claro, Christopher. Que increíble eres; cómprale ropa a una loca  extraña y lunática para que la loca huya…—se reprendió a sí mismo y negó rotundamente.—¡Que imbécil eres, Christopher!—decidió dejándose caer en el sofá.

—¿Qué es imbécil?—cuestionó la voz de Danna detrás de él. Christopher se giró de inmediato y la miró un momento en total silencio.

—Puedes por favor dejar de hacer eso…—se quejó.

—¿Hacer que?—preguntó de nuevo.—No entiendo…

—¡Dejar de aparecerte así de la nada!—replicó de mala gana.—Un día de estos vas a terminar por volverme loco o vas matarme de un susto.—agregó lanzándole una mala mirada.

—Bueno…tú quieres morir ¿no?—inquirió sin dejar de mirarlo.

Christopher entornó sus ojos y negó.
—¿Qué es lo que haces cuando no estás torturándome?—cuestionó cruzando sus brazos por encima de su pecho. Los ojos miel de Danna lo miraron un momento, apretó sus labios y avanzó en dirección a él para tomar asiento en el sillón de enfrente.—Danna…

—¿Por qué las personas toman café?—Christopher pestañeó.—¿A que sabe?

—¿Es en serio que nunca has probado el café?—musitó sin dejar de mirarla. Danna negó.—Ah, claro. En Angelopolis no venden café…

—Terminal B de la…

—Sí, sí. Ya entendí el punto.—replicó de inmediato.—Tienes tantas dudas que ni siquiera sé como es que podría responderlas todas con palabras…—susurró. Danna pestañeó un par de veces y Christopher posó sus ojos en los zarcillos que descansaba en la cabeza de la chica.—Pero si puedo responderlas de otra manera…—anunció poniéndose de pie. Los ojos castaños de la muchacha lo siguieron lentamente hasta que volvió con un par de bolsas en las manos.—¡Esto es para ti!—le dijo poniendo las bolsas encima de la mesilla de la sala.—Es ropa y zapatos…

—Gracias…—respondió ella ofreciéndole una amplia sonrisa.

—Vamos, cámbiate en mi habitación o en la de huéspedes pero hazlo, en quince minutos saldremos…

—¿Y a donde vamos a ir?—cuestionó ella en voz baja. Christopher suspiró.

—Te llevaré a conocer a alguien…—hizo una pausa.—Danna…

—¿Si?

—¿Entonces me vas a decir a dónde vas cuando no estás volviéndome loco con las cosas que dices y apareciéndote de la nada como si fueras un fantasma que me acecha todo el tiempo?—Danna rio en voz baja.

—Me gusta observar a los humanos…

Diez minutos después Danna se miró en el espejo de la habitación de Christopher un largo momento. No terminaba de comprender que era lo que había hecho pero la chica que la estaba mirando ahí no era ella. El vestido blanco había sido reemplazado por unos pantalones azules y una blusa de mangas largas color blanco.

Pestañeó un par de veces y luego sin más comenzó a avanzar a la sala donde Christopher la esperaba. Cuando los ojos del muchacho se encontraron con los de Danna, se puso de pie de inmediato.—¿Estás seguro que esto es necesario?—cuestionó la muchacha.

Él asintió de inmediato.—Más que obvio.—respondió.—Sólo que…falta esto…—añadió acercándose a ella.
Danna retrocedió de inmediato y Christopher frenó sus pasos.

—¡No me toques!

—¿Qué?—murmuró asustado.

—No quiero lastimarte, Christopher.—comenzó.—Se supone que tengo que mantenerte a salvo, ayudarte…pero si me tocas vas a morir…

—¿Qué?

—Escucha…los humanos no pueden tener contacto físico con los ángeles. Yo soy un ser de luz, de energía que tiene una forma humana hecha de materia espiritual.—hizo una pausa.—Tu energía es diferente a la mía y por lo tanto no son compatibles…—le explicó.—Si tú me tocas puedo lastimarte…

—De acuerdo…sólo por favor no vuelvas a decir todo eso porque te juro que haces que mi cerebro entre en crisis.—susurró.—Entonces…quítate los zarcillos…—le pidió sin dejar de mirarla. Danna dejó escapar el aire de sus pulmones de manera lenta y luego llevó sus manos hasta los objetos en su cabeza para retirarlos. Una sonrisa se instaló en los labios del muchacho y asintió a modo de aprobación.—Ahora si pareces una chica normal…

—Una chica normal…—repitió.—¿Me vas a decir a donde vamos a ir?

—Conocerás a dos amigos…

(…)

—¿Puedes dejar de mirar la taza así…?—cuestionó Christopher sin dejar de mirar a Danna.—Me estás poniendo nervioso…

—El café es increíble…—anunció llena de emoción. Christopher rio en voz baja y negó de inmediato.

—Así que eres como un bebé que recién está comenzando a saber de sabores, eh…—comentó divertido. Los ojos de la muchacha se posaron en él y negó un poco.

—Es que sigo sin entender la lógica de los humanos.—susurró cuidando que nadie a su alrededor la escuchase.

—Eso es porque eres muy complicada.—decidió el castaño llevando hasta sus labios su propia taza de café. Danna lo miró mal.

—¿Complicada? ¡Los ángeles no somos complicados!—le espetó ofendida.—En cambio los humanos, puf.

Él le lanzó una mala mirada.—¿Qué?
—Todavía no entiendo que es eso de que en las calles primero pasan los verdes, después los rojos y no les dan el tiempo suficiente a los naranjas para pasar por eso algunos pasan de prisa.—le explicó completamente horrorizada.—¡Eso es horrible! Es como un nivel de jerarquía complicada que les pone etiquetas a todo el mundo. ¡Los humanos no son buenas personas!

—Es un semáforo.—objeto Christopher sin dejar de mirarla.—Sirve para que las personas no se maten unas con otras…

—Y dices que los complicados somos los ángeles.—se burló llevando su taza de café hasta sus labios.—No entiendo cómo funcionan ustedes…

—¡Hola!—saludó una voz masculina detrás de Danna. Christopher apartó sus ojos de la castaña un segundo antes de llevarla más allá de su hombro.

—Eh, Dan…—comenzó volviendo a mirarla. Danna se puso de pie y se giró sobre sus talones para encontrarse de frente con un muchacho alto de cabello negro intenso y linda mirada chocolate.—Él es Joel Pimentel…—anunció.—Es…es uno de mis mejores amigos y quise presentártelo porque algunas veces pasa mucho tiempo en casa así que seguramente vas a verlo mucho…y Joel, ella es Danna…Danna Vélez, una…prima…que vivirá algún tiempo en mi departamento así que…

—Hola…—respondió ella.
Joel le ofreció una pequeña sonrisa.—Es un gusto conocerte, Danna Vélez.—inquirió tendiéndole su mano. Danna se quedó estática antes de llevar sus ojos al castaño a su lado como sí estuviese pidiéndole ayuda silenciosamente.

—Disculpa a Danna, no suele tener ningún tipo de contacto físico con las personas porque es bastante paranoica con ese tema de la higiene y las bacterias…—mintió. Joel rio en voz baja y negó divertido.

—Entiendo…—murmuró.—Entonces…

—Toma asiento.—le indicó Christopher señalando la silla vacía a su lado. Danna volvió a sentarse cuidando no tocas a ninguno de sus acompañantes y volvió a admirar la taza de humeante café que tenía delante de ella.

—Así que vas vivir un tiempo con Chris…—comenzó el rizado atrayendo la atención de la chica. Los ojos marrones de la muchacha se posaron en los suyos y le ofreció una pequeña sonrisa.

—Sí. Hasta que su alma se eleve…—respondió con firmeza.

—¿Ah?

—No le hagas caso a Danna.—intervino el castaño.—Es muy graciosa…y le encanta molestar a la gente. Le encanta tanto que un segundo no la ves  y al siguiente sí.  Y después habla y dice cosas que sólo ella entiende y que vuelven locos a los demás…en especial a mí…

Joel los miró a los dos y se echó a reír.—Pensé que habías dicho que no tenías más familia…—comentó. Christopher suspiró.

—Es que…Danna no es una prima tan cercana…—alargó dándose cuenta que aquello en primer lugar  había sido una muy mala idea. Ni siquiera podía explicar la repentina llegada de la chica y si Joel no le creía: entonces nadie más lo haría.—Es…la hija de la tía de la hermana de la abuela de mi papá…

—Si bueno, ni siquiera sé que fue lo que dijiste pero es una Vélez.—decidió el chico encogiéndose de hombros. Christopher suspiró y Danna rio en voz baja.

—Cuando un humano miente contribuye a que alma no llegue al cielo…—respondió la chica atrayendo la atención de los dos muchachos.

—¡Danna!—murmuró Christopher entre dientes.

—¡Eres muy divertida!—anunció Joel. Danna le sonrió ampliamente y Christopher negó lentamente.—¿Dónde vivías, Danna?—cuestionó el rizado. Christopher carraspeó y ella lo miró un momento.

—En Los Ángeles.—respondió el castaño. Danna asintió de inmediato y Joel suspiró.

—Vaya, ¿vivías en Hollywood…?—la muchacha pestañeó un par de veces y después asintió lentamente sin comprender de que estaba hablando Joel.—¿Conociste alguna vez a algún famoso…?

—¡Lamento la tardanza!—anunció la voz de un chico. Danna apartó sus ojos para encontrarse con un chico de cabello rojo rizado y lindos ojos marrones.—Se me hizo muy tarde, de verdad lo lamento…—añadió y cuando sus ojos se encontraron con los miel de la muchacha sus cejas se elevaron un poco.—¿Y quién eres tú, lindura?—cuestionó. Christopher suspiró.

—Es la prima de Chris.—respondió Joel.

—Pues en un gusto conocerte, preciosa. Soy Richard pero todos me dicen Rich así que así es como me gustaría que esos lindos labios que tienes me llamaran…—las mejillas de Danna se sonrojaron de inmediato y rio divertida.

—Los humanos son muy divertidos.—comentó.

—No otra vez, por favor…

(…)

—El hecho de seas demasiado quisquillosa con eso del contacto físico impide que te bese.—soltó Richard. Danna lo miró un momento.

—Si quieres morir, bésame.—soltó. Christopher abrió sus ojos de golpe y pestañeó un par de segundos.

—Danna…—la llamó Christopher.—Ven, vayamos por un helado.—le pidió llevando su mano hasta la de la chica. Se detuvo de golpe y negó un poco.—Sólo sígueme, por favor…

—Tus amigos son muy divertidos.—respondió caminando al lado de Christopher hasta el mostrador de helados. Christopher llevó sus ojos hasta sus amigos donde Richard no le quitaba la mirada de encima a Danna.

—Richard no está siendo divertido, créeme. Él quiere conquistarte…—anunció entornando sus ojos.

—¿Conquis…tarme?—repitió.—¿Qué es eso, Christopher?

Él suspiró con frustración.—Es cuando un chico intenta agradarle a una chica…pero Richard no es el típico chico que va por la vida intentado ser lindo con las chicas porque quiera ser su amigo…

—¿Entonces…?

—Créeme que Richard no quiere ser tu amigo, Danna. Seguro quiere que seas una de sus conquistas de una noche y ya…—musitó anclando sus ojos en las masas heladas frente a él.—Por favor, sea lo que sea que él te diga ignóralo…porque si ya es bastante malo tenerte aquí siendo…tú…—señaló.—No me imagino como serían las cosas si tuviese que tener aquí encima con el corazón roto…

—Quiero uno de esos…—respondió Danna pegando su nariz en el cristal del aparador de los helados.
Christopher rio en voz baja mirándola.

Parecía una nena  pequeña llena de emoción.—¿Un helado de chocolate?—preguntó él.

—Si…—inquirió en medio de una sonrisa.

Él asintió de inmediato.—Con una condición…

Los ojos de Danna la miraron un momento, enarcó una ceja sin dejar de mirarlo a los ojos.—¿Qué?

—Le vas a decir a Richard que no puedes tener nada con él porque tienes novio y  no te interesa caer en los cuentos baratos de un chico que está dispuesto a tomarte como una conquista de una noche y ya… ¿trato?

—¡Quiero un helado!—le espetó la castaña mirándolo con suplica.

El corazón de Christopher se aceleró un momento y luego apartó la mirada para llevarla al frente.—Hola…—saludó al muchacho uniformado detrás del mostrador.—Uh,   ¿podríamos darme por favor dos helados? Uno de chocolate y uno de vainilla…

Danna soltó un largo suspiro y siguió contemplando lo helados con ojos soñadores mientras esperaban. Christopher la volvió a mirar y entonces se dio cuenta de dos cosas. La primera; Danna era la chica más inocente  que había conocido alguna vez y la segunda; el título de ángel le quedaba a la perfección.

Soltó un gritito de alegría y tomó el helado que el chico le ofrecía con cuidado de no tocarlo. Lo miró un momento y luego lo llevó a sus labios con renovado entusiasmo.

—Si te comes el helado tan de prisa…

—Siento algo extraño…—comentó haciéndolo reír.

—Se te va a congelar el cerebro.—completó con tono burlón.

—¡No sé como hacen ustedes para pasar por todo esto!—se quejó.

—¿Qué los ángeles no toman helados y tienen congelamientos cerebrales en Angelopolis?—cuestionó divertido.

—No.

—Ves como los ángeles si son más complicados que los humanos…

—¡Como digas!

(…)

—¡No puedo creer esto!—se quejó Christopher saliendo de su habitación. Danna lo miró un momento y volvió a llevar su atención al televisor encendido.—¿Puedes creer que Richard me ha estado enviando muchos mensajes para tratar de persuadirme porque quiere tu número telefónico?—cuestionó deteniéndose frente a ella.

Los ojos miel de la muchacha se posaron en los del muchacho y suspiró.—Número…¿Qué…?—hizo una pausa.—¿Por qué estás…desnudo…?

—¡No estoy desnudo! ¡Sólo no tengo camiseta!—replicó de inmediato.—¿Te pasa algo…?—preguntó el muchacho frunciendo sus cejas.—Luces…—Danna gimió.—¿Danna…? Te tomaste una enorme taza de café y después un helado de chocolate, con toda esa azúcar deberías estar rebozando energía y saltando de un lado al otro…la azúcar da energía y a ti parecer ser que te la drenó…y…

—Yo soy energía…—susurró en pausas.—La energía de los humanos no es…

—La energía de los humanos no es compatible con la tuya…—completó él. Danna asintió débilmente, lo miró un momento y luego se desvaneció por completo.—¡Danna…!

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¿Es mi imaginación o el Chri’ estaba celoso? Asdfghjklñasdfghjklñ jajaja.



EL BESO DE UN ÁNGEL (EBDUA #1)|Christopher Vélez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora