—¿Nos vamos? —preguntó Ícaro al salir de su habitación, arreglado y listo para volver a subir en la moto de Ulises.
—Vamos. —contestó éste, al mismo tiempo que bloqueaba su móvil y se levantaba del sofá.
Había pasado ya bastante tiempo desde que Ícaro y Ulises se conocieron, y también varios permisos de editorial para unos y despidos para otros. Tal y como Ícaro planeaba, no habían perdido el contacto, y de hecho quedaban para verse bastante seguido. Sin embargo, le salió el tiro por la culata, puesto que cada vez se le hacía más difícil controlar sus sentimientos por Ulises y, por lo tanto, todas sus fantasías que acababan en fracaso. Estaba muy inspirado, eso era cierto, pero al mismo tiempo no tenía demasiadas ganas de escribir. Al fin y al cabo, la realidad tal vez no era tan insoportable si la adornaba un poquito.
—Gracias por llevarme. Otra vez. —comentó Ícaro al subirse en la moto y cogerse de los agarres de atrás.
—No es nada, no lo haría si no me hubieran despedido. Otra vez.
—Tienes una habilidad para que te despidan, eso está claro.
—Y tú para que te publiquen libros lamentables. Si no te callas te tiro de la moto, primer aviso.
Por mucho que no dejaran de hacerse comentarios afilados, ambos buscaban la compañía. Era innegable que ambos estaban cómodos, a pesar de sus rarezas y de que, en muchos aspectos, podrían considerarse incompatibles. Al menos eso era lo que les decían sus amigos, lo que les hacía pensar que esa amistad se veía bastante rara desde fuera
—Ah, mierda, ¿Qué pasa? —masculló Ulises cuando se encontró una calle cortada.
A juzgar por la gente vestida de gala y haciendo alboroto frente a la iglesia, debía ser algún tipo de festividad. Llegaron a la conclusión de que se trataba de una boda cuando la gente empezó a tirar arroz, aunque no veían a la pareja con claridad. Ulises detuvo el motor y se quitó el casco para poder hablar con Ícaro.
—¿Estás de coña? ¿Una puta boda? Menuda pérdida de dinero y de tiempo. Encima tendremos que dar una vuelta que flipas. Menuda mierda.
Cuando se giró para mirar a su acompañante, le encontró con la mirada más enternecida que había visto en su vida, sus ojos incluso cristalizados de emoción. Siguió su mirada, sólo para comprobar lo obvio: estaba observando la celebración. Volvió a mirarle con una ceja alzada.
—Estás de coña, ¿no?
—No entiendes una mierda —fue la contestación por parte de Ícaro, que ahora le miraba con desagrado—. Las bodas son preciosas, un acto de amor incondicional.
—Ya, amor romántico. Ese que no existe y tal.
Ícaro chasqueó la lengua y se volvió a poner el casco.
—Eres tonto... de verdad que lo eres.
Ulises decidió ignorarlo, puesto que era algo que se había acostumbrado a escuchar, y se puso el casco también. Se sorprendió cuando encendió el motor y notó los brazos de Ícaro rodeándole a él para agarrarse, en vez de cogerse a la misma moto tal y como había hecho hasta ese mismo momento. Su perplejidad, sin embargo, no era desagrado. No pronunció ni una palabra antes de arrancar y dar la vuelta para poder seguir su camino.
Unas horas más tarde, Ícaro salió por fin de la reunión con la editorial, que últimamente le regañaba cada vez que iba. A pesar de su demora, Ulises seguía ahí cuando salió del edificio, a pesar de que el sol había empezado a esconderse.
—Perdón, se ha alargado un poco.
—No pasa nada. He tenido tiempo de pensar.
Ícaro vio una oportunidad de oro y torció su sonrisa.
—Increíble. Estoy orgulloso de ti.
—Un día te daré una paliza de verdad y te sorprenderás y todo —contestó Ulises de mala gana y empezó a andar hacia su moto, seguido de su amigo.
—Ahora en serio, ¿en qué has pensado?
—En por qué la gente se casa. Quiero decir, si tanto quieres a una persona pues... yo que sé, se lo demuestras cada día, ¿no? ¿Qué necesidad hay de esa fiesta tan despampanante?
Ícaro suspiró, preparado para hacerle entender su punto de vista. Normalmente era una misión imposible.
—Es una fiesta para celebrar el amor de la pareja. Yo creo que no hay nada más bonito que cuando alguien quiere compartir el amor que siente por ti con todo el mundo.
—Pero, ¿qué pasa con la cantidad de divorcios que hay luego?
A Ícaro no le gustaba demasiado pensar en eso. Qué forma tan horrible de terminar con una historia de amor.
—Supongo que las personas cambian con el tiempo, y los sentimientos también.
Llegaron a la moto, y Ulises se recostó en ella tras darle el casco de repuesto a Ícaro, que se quedó de pie con éste entre las manos.
—Por eso no me creo demasiado nada del amor —Ulises terminó por reafirmar sus ideas.
—¿No piensas que es triste no creer en el amor?
Ulises se encogió de hombros, y esa fue su única respuesta.
—¿Nunca te ha gustado alguien de verdad?
Ulises terminó por subirse a la moto al ver que la conversación no llevaba a ningún lado, y decidió acabar con ella.
—Tienes demasiados pájaros en la cabeza, principito. Sube, que se va a hacer tarde.
Ícaro se quedó en silencio, observando a su amigo con algo de lástima. Sintió la necesidad de demostrarle que estaba muy equivocado, que la verdad estaba frente a él, aunque no pudiera verla. No supo muy bien si era por la calle desierta, o por el tono naranja que embadurnaba todo a su alrededor, o por la boda que había presenciado antes y que le había removido todo por dentro, pero sintió como algo subía desde su estómago, algo irremediable y que le haría explotar si no salía pronto. Su mente se detuvo, dejó de esperar por cosas inesperables y se centró en el momento, en Ulises arrancando la moto y en sus manos agarrando el casco con fuerza. Nada podía frenarle cuando ya había extendido sus alas. Ni siquiera supo quién o qué tomó el control de sus labios al hablar.
—Me gustas.
Ulises detuvo lo que estaba haciendo, y tardó también unos segundos en decidir devolverle la mirada a Ícaro. No había ningún gesto en todo su cuerpo que indicaba que sus palabras no eran ciertas: ni su mirada intensa, ni sus mejillas sonrojadas, ni sus dedos blancos de tanto apretar... y, aun así, Ulises decidió optar por soltar una fuerte carcajada.
—¿Te imaginas? Lo que me faltaba por ver. Muy buena esa, tío, pero no soy tan tonto. Anda, vamos.
El escritor se preguntó de qué se sorprendía. Aun teniendo expectativas nulas, Ulises le decepcionaba. Acababa de decirle que le gustaba, y ni siquiera se planteó que fuera cierto. Puede que fuera mejor así, pensó. Rodó los ojos antes de ponerse el casco y subirse a la moto. Y siguió pensando eso, que no importaba, que se aguantaría y que Ulises no daba para más.
Pero Ícaro se siguió agarrando a Ulises cada vez que subía en su moto a partir de ese día, como si se tratara de sus propias esperanzas.
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Too Close
RomanceToo Close es una comedia romántica con una pizca de drama que trata sobre dos chicos aparentemente incompatibles que pasarán por numerosas escenas cómicas buscando un lenguaje común. Ícaro es un escritor con el síndrome de principe azul que tiene ex...