Era un día de primavera en el que aprovecharon para salir un rato que cesaron las lluvias torrenciales. Las aceras estaban mojadas y el río que cruzaba el pueblo se había desbordado completamente. No era precisamente el mejor día para dar una vuelta, pero Ícaro decía que el olor de la lluvia le inspiraba y Ulises no tenía ganas de discutir con sus idas de olla de escritor.
Estaban hablando de cualquier banalidad, seguramente de la compra que aprovecharían para hacer, mientras cruzaban el puente. Fue ahí cuando Ulises escuchó un sonido agudo venir desde algún lugar.
—Espera. ¿No escuchas algo?
Ícaro se detuvo frente a él y puso cara de concentración, intentando escuchar por encima de la corriente del río.
—¿Un gato?
Ambos se pusieron a buscar con la mirada al posible animal, hasta que Ulises tiró de la manga de Ícaro y señaló hacia el río.
—Mira, está ahí.
Probablemente el gato no había visto venir el desbordamiento del río y se había quedado atrapado en unas rocas que sobresalían del agua. Un gato más grande maullaba también desde la orilla. Ícaro se asomó por el puente con preocupación.
—¿Será su madre? Ay, pobre. El río está demasiado profundo para que pueda salir.
—Además va demasiado rápido —añadió Ulises.
—Sí... jo, ¿qué harán?
Ulises se quedó mirando cómo su pareja parecía entristecerse más cada segundo que pasaba. Normalmente le daría bastante igual el gato que probablemente sabría apañárselas solito, pero esa era una oportunidad de oro. Seguro que el hombre ideal de Ícaro ayudaba a las personas que estaban en apuros. Si Ícaro veía como él también podía hacerlo, seguro que empezaba a creer que podía ser el príncipe que soñaba, y entonces por fin dejaría de llevar encima la piedra de los deseos esa.
—Voy a ayudarles.
—¿¡Qué!?
Ícaro no tuvo tiempo de reaccionar de ninguna forma puesto que Ulises ya le había dejado su chaqueta con todas sus cosas en los bolsillos y se dirigía hacia el barranco que bajaba hasta el río.
—¡Ulises! ¡Espera! ¡No sabes cómo de profundo está el río!
Al ver que no le hacía caso alguno, Ícaro se limitó a quedarse asomado por el puente rogando porque no ocurriera nada. Ulises, por su parte, apenas dudó al dirigirse al agua. Sólo se detuvo para hablar con el gato más grande.
—Tranquila, que ahora te traigo al pequeño.
Metió un pie en el río sólo para darse cuenta de que el fondo parecía no llegar, y no lo hizo hasta que el agua le llegaba por encima del ombligo.
—Joder, pues sí que ha llovido...
Se notaba además por la fuerte corriente que le hacía difícil moverse. Aun así, avanzó lentamente hacia las rocas donde se encontraba el gato.
—¡Ulises! ¡Pisa bien antes de avanzar!
Ulises le alzó un pulgar a Ícaro para indicar que había recibido su mensaje, y éste de repente se vio envuelto por algunas personas que habían parado para ver el espectáculo. Le dio bastante igual, puesto que estaba demasiado pendiente de que Ulises no diera un paso en falso y se cayera al agua o se golpeara la cabeza con las rocas. Se tranquilizó un poco al ver que llegó hasta su objetivo y sólo quedaba la vuelta.
—Hola, gatito. Ven, que te llevo con tu madre.
Ulises frunció el ceño al ver que el gato se alejaba y le bufaba con actitud poco amistosa.
—¿Encima que vengo a ayudarte? No me vengas con gilipolleces, anda.
Cogió al gato atemorizado con una mano y lo alzó por encima de su cabeza, a pesar de las protestas de éste. Por suerte no ocurrió nada a la vuelta tampoco, y el gato se marchó con su madre en cuanto lo dejó en suelo firme.
—¡A ver si vigilas a tu hijo! ¡Y lo educas de paso! —se quejó mientras seguía con más de medio cuerpo metido en el agua.
En cuanto salió del río él también se percató de la ronda de aplausos que le estaban dedicando algunas personas a su alrededor. Le hizo sentir bastante bien, a decir verdad. No estaba acostumbrado a que le felicitaran por nada de lo que hacía. Todo siempre eran recriminaciones por no saber hacer nada, pero ahora estaba rodeado de rostros repletos de admiración. Ni siquiera supo cómo reaccionar, y al final optó por agachar la cabeza y seguir a lo suyo. Cuando subió la cuesta, sin embargo, se encontró de frente con alguien que no parecía demasiado contento.
—¿¡Se puede saber qué mierda tienes en la cabeza!?
No era la reacción que esperaba por parte de Ícaro. De hecho, se quedó sin palabras ante su enfado. De nuevo le estaban recriminando por sus acciones.
—Sólo quería ayudar al gato.
—Pero, ¡Ulises! ¡Por favor! ¿Cómo se te ocurre meterte en el río?
—No había más remedio...
—¿Y si te pasa algo? ¿Eh? ¿Qué hago yo si te pasa algo? ¿Te has parado a pensarlo?
Ícaro había bajado su tono de voz hasta que parecía que se iba a poner a llorar en cualquier momento. Él ni siquiera pensó en la posibilidad de que le pudiera pasar algo serio, pero seguramente era lo único que había estado en los pensamientos de Ícaro durante todo ese rato. De nuevo, la había cagado.
—Lo siento, yo... bueno, no me ha pasado nada. Ya está, ¿no?
Ícaro le aguantó la mirada unos segundos antes de reaccionar en contestación. Lo único que hizo fue pasarle los brazos detrás del cuello y abrazarle con fuerza. Un "Ooooh" colectivo de la gente que los observaba como si fuera un teatro se escuchó de fondo, además de un "¿Son maricones?" por parte de una señora y algunos aplausos. Ulises se quedó de piedra. No sabía si estaba enfadado o si no, si había hecho bien o si había hecho mal. Lo único que se le ocurrió decir fue:
—Oye, que estoy empapado. Te vas a mojar.
—Cállate. No entiendes nada.
Como tenía razón, lo que hizo fue corresponder al abrazo.
Tal vez debería dejar de intentar ser el hombre ideal para Ícaro, porque al final le dejaría por gilipollas, y eso sí que no quería que ocurriera. Al final, si estaba con él sería por algo, ¿no? Era una sensación agridulce, pero tal vez Ícaro acababa dejando de aferrarse a la piedra de los deseos con el tiempo.
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Too Close
RomanceToo Close es una comedia romántica con una pizca de drama que trata sobre dos chicos aparentemente incompatibles que pasarán por numerosas escenas cómicas buscando un lenguaje común. Ícaro es un escritor con el síndrome de principe azul que tiene ex...