8- Movies

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Que Ulises se pasara las horas en casa de Ícaro se había convertido ya en el pan de cada día. Normalmente ocurría más cuando había demasiado tiempo libre de por medio, pero Ícaro no se iba a quejar tampoco, a pesar de que tuviera que acostumbrarse a hacer la compra para dos, puesto que a cambio tenía transporte gratis. Bueno, transporte y compañía. No podía evitar alegrarse un poco cuando picaban a su puerta y ya sabía quién era. Él sólo decía: "Te han vuelto a despedir", a lo que Ulises contestaba: "Por supuesto".

En una de estas veces en las que Ulises estaba en el sofá fingiendo estar pendiente de la cena mientras Ícaro trabajaba en su cuarto, su racha de inspiración para escribir un encargo se vio interrumpida.

—Ícaro, ven. Vamos a ver una peli.

—No puedo. ¿Te crees que puedo vivir de mis libros? Tengo que acabar estas mierdas o ya no podrás comer, ni yo tampoco. —contestó fríamente, sin despegar los ojos de la pantalla.

—Va, solo un ratito. Los tallarines están casi listos, tendrás que parar para cenar de todos modos.

Ícaro terminó por resoplar antes de empujar la mesa para que su silla con rueditas se separara de ésta. Se levantó de mala gana y se tumbó en el sofá de la misma manera. Ulises habló mientras rebuscaba en el cajón bajo la televisión, porque Netflix no era algo que Ícaro pudiera permitirse.

—¿Qué quieres ver?

—Algo que sea rápido.

—Te voy a sacar la amabilidad a hostias, ¿eh? Anda, ves a mirar la cena.

Ícaro volvió a resoplar y se arrastró hacia la cocina mientras se quejaba de tener que acatar órdenes en su propia casa. Mientras emplataba la comida, volvió a escuchar a Ulises desde el comedor.

—Son todas un pastel, tío. Nunca había visto tanta basura junta.

—¿Ni cuando te miras al espejo? —contestó, también alzando la voz.

—Eso a la cara no me lo dices. Mira, es que no se salva ni una. ¿Qué coño es "Encantada"?

Ícaro ya salía con los platos cuando Ulises terminó de quejarse. Frunció el ceño y puso los brazos en jarras en cuanto dejó sus manos libres.

—"Encantada" es la mejor película del mundo, para tu información.

Ulises se giró hacia él, aún desde el suelo, y con una ceja alzada.

—¿Por qué será que no me lo creo?

—Ponla —fue la contestación—. Ya verás cómo te sorprende.

Ulises se lo tomó como un reto, y no pudo decir que no. Estaba dispuesto a pasarse toda la película diciendo lo mierda que era, y de hecho así comenzó, y no se detuvo hasta que Ícaro le advirtió.

—Ojo, que ahora llega la mejor escena de la historia.

—Ojalá me sorprenda.

Y le sorprendió, pero no como esperaba. Al igual que la protagonista, Ícaro comenzó a cantar. Ulises no pudo evitar reaccionar como el chico de la película, aunque agradeció no estar en un sitio público.

—¿Qué coño haces?

—Cállate —después de contestarle de manera cortante, volvió al tono dulce y alegre con el que cantaba—. ¡Hazle saber lo que sientes!

—Ícaro...

El escritor le ignoró y alzó los brazos con ilusión.

—¡Hazle saber que la quieres mucho y para siempre!

Ícaro no se cortó ni un pelo al demostrar que se sabía toda la canción al completo. Ulises sintió vergüenza ajena al principio, y luego se rio de él, y luego se rio con él, y no sabría identificar el momento en el que dejó de reírse y empezó, simplemente, a mirarle.

 Ulises sintió vergüenza ajena al principio, y luego se rio de él, y luego se rio con él, y no sabría identificar el momento en el que dejó de reírse y empezó, simplemente, a mirarle

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Ícaro seguía pendiente de la película, cantando y bailando desde el sofá. Era una faceta que nunca le había mostrado antes. Si no fuera tan tonto, pensó, podría haberla deducido él solo. Fue en ese momento, con un Ícaro sonriente y de ojos brillantes, que llevaba una camiseta blanca y excesivamente grande, despeinado y sin arreglar, cuando se dio cuenta de que Ícaro no era el príncipe azul. Ícaro era la princesa que soñaba despierta con el amor. Había estado delante de sus narices todo este tiempo, y no había sabido verlo. Todas sus historias de amor, su fanatismo por los clichés románticos, su fascinación por las bodas... estaba cantado. Realmente era tonto.

Y no fue lo único que llegó a pensar mientras su amigo seguía gesticulando al seguir la canción, puesto que una frase de ésta le descolocó un poco. "En el amor no vale dar el sí por hecho", decía. Y puede que él estuviera dando algunas cosas por hecho, cosas que se le escapaban y no sabía identificar. ¿Había algo a lo que no le estaba dando la importancia suficiente?

Terminó por llegar a la conclusión de que no era así, puesto que todo eso se esfumó en cuanto la canción terminó e Ícaro se giró ilusionado hacia él.

—¿Ha sido genial o no?

—Bueno... ha sido "algo", eso seguro.

Ícaro chasqueó la lengua, pero sin dejar de sonreír. Su buen humor no era usual, pero cuando lo tenía era difícil deshacerse de él.

—Eres muy como el protagonista, ¿sabes? Te quieres hacer el duro y se te nota que estás sintiendo otra cosa.

—Yo no hago eso.

Ícaro extendió los brazos y dejó caer su cabeza sobre el regazo de Ulises.

—¿Seguro?

Se le quedó mirando, cómo su flequillo se había caído hacia atrás al apoyarse sobre su pierna, y cómo su sonrisa seguía estando igual de radiante desde ese ángulo.

—Supongo.

Ícaro se puso de morros, y luego se giró para seguir viendo la película. Ulises no osó protestar ante ello, puesto que tampoco le molestaba que tuviera la cabeza en su regazo. Sin embargo, tampoco podía decir con seguridad que no le importaba.

Su mano se movió casi por inercia al alcanzar una de las mechas lilas que bañaban sus puntas y comenzar a juguetear con su pelo. Ni siquiera estaba prestando real atención a la película.

 Ni siquiera estaba prestando real atención a la película

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—De verdad que eres muy, muy tonto... —escuchó mascullar a Ícaro cuando él ya se había acostumbrado a estarle tocando el pelo sistemáticamente.

"Puede que tenga razón..."

Too CloseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora