Capítulo Once.

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Continuación del capítulo Diez.

[Maratón 3/3]


Ya habían pasado tal vez dos horas desde que los chicos estaban en casa de los Tozier y, sinceramente, Kaspbrak no se sentía incómodo.

El señor y señora Tozier lo trataban de maravilla, eso al joven Eddie le provocaba pequeñas sonrisas.

Pero también lo hacía sentir mal, pues su mamá no fue para nada igual con Richie.

Justo ahora ambos chicos estaban en la habitación del azabache, aquel lugar era menos ordenado que la habitación de Eddie, así que este último comenzó a ordenarlo.

No debes hacerlo, Eds. En un par de días estará igual que como la encontraste. – Avisó el dueño de la habitación, riendo.

No me importa, Richie. Mientras esté aquí, este lugar estará limpio. – Habló el pecoso sentado sobre la cama del cuatrojos, doblando su ropa y acomodando estas prendas por color en sus respectiva gaveta.

El más alto suspiró cansado de intentar convencerlo, así que se sentó frente a él.

Lo observó durante algunos segundos, hasta que decidió hablar.

Tu mamá me asusta, Eddie. – Confesó de manera espontánea, acostándose sobre su cama.

Bueno, pues tu mamá me agrada, Richard. – Contestó mientras acomodaba la última camisa hawaiana en un gancho, para después colgarlo en su armario.

El menor comenzó a acomodar los zapatos por color, haciendo caso omiso a las malas bromas de Richie.

Vamos, Eddie. No me ignores. – Pidió después de tal vez cinco bromas gastadas, el primer mencionado rió al escuchar su reproche.

No lo hago, Rich. Sólo estoy concentrado. – Explicó para que no hubiese problema entre ellos, pero sin voltear a verlo, pues estaba muy ocupado juntando sus calcetines en pares.

Después de aproximadamente tres horas Eddie logró terminar de arreglar la habitación contraria.

No era necesario, pero gracias Eds. – El Bocazas habló sinceramente, sentándose sobre la recién hecha cama.

Eddie observó cómo su esfuerzo se había arruinado, pero no le importó tanto.

Estoy aburrido, Eddie. – Habló Tozier.

Yo también, pero no quiero salir a caminar, Rich. – Habló con sinceridad en su voz.

Entonces podemos estar aquí haciendo nada, Eds. – Ofreció el pelinegro, riendo.

O podemos ir al cine, ¿verdad? – Preguntó, tocando los bolsillos de su short. Sonrió al hallar cuarenta dólares en el.

Prefiero un helado, pero haremos lo que tú quieras, Eds. – Confesó el de tez pálida, Kaspbrak negó.

El cine para después, entonces. – Habló Eddie, ganándose una sonrisa contraria.



Ya se encontraban en la heladería, ahora había una disputa sobre qué helado era el mejor, si chocolate o vainilla.

Richie decía que chocolate ganaba y Eddie decía que el de vainilla.

Al final ninguno ganó, pues un señor que pasaba por ahí decía que el de frutos rojos ganaba.

Cada quien tenía su perspectiva de cada helado, cada uno tenía una personalidad diferente.

Justo ahora se encontraban en el parque, disfrutando cada quien de su helado y su sabor favorito.

Después de varios minutos ambos postres terminaron, ahora el castaño se comía el cono.

Me gusta pasar tiempo contigo, Eds. – Habló el joven Tozier mientras terminaba su helado y tomaba la mano de Eddie.

Esta acción hizo sonrojar al más pequeño, aunque también le dibujó una sonrisa en sus labios.

Después de tal vez una hora estando en aquel lugar, Richie acompañaba a Eddie a su casa.

Después de un tiempo más ya ambos jóvenes iban de regreso a casa de la familia K.

Estoy nervioso. – Habló Eddie, pues jamás había desobedecido a su mamá.

Al llegar tocaron la puerta, la señora K los veía desde dentro.

Eddie se despidió de Richie, dejándole un beso sobre su mejilla y después un abrazo.

El mayor se despidió igual.

Tozier dió media vuelta y se fue, no sin antes decirle lo mucho que quería a Eddie.

El joven K al adentrarse a su hogar su mamá le habló.

No volverás a ver a ese chico maleducado y sucio. – Advirtió.

Y en ese preciso momento, el mundo de Eddie parecía volverse gris.






>cucumberhead6.

Pink nails ¦ Reddie. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora