Introducción.

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Richie Tozier.

Ese era el nombre del chico que Eddie no podía dejar de observar. Su pálida piel, sus obscuros ojos como la noche que se escondían detrás de un par de grandes gafas, sus rojizos labios, todo en él parecía salir de un cuento de hadas.

O eso pensaba Eddie.
Eddie y medio colegio más, ya que el cuatrojos no se dejaba opacar por nada ni por nadie.

Él no podría fijarse en alguien como yo. – Pensó Eddie. Aunque tuvo que dejar esos pensamientos atrás, ya que la muy ruidosa alarma de incendios había sido activada.
Mierda. Volvió a decirse para sí mismo, viendo toda la multitud que salía de los salones, yendo hacia la salida de evacuación.

Otra falsa alarma.
El pequeño asmático suspiró, había perdido su clase favorita, historia. Y no era su clase favorita porque le interesaba saber en qué año terminaba la primera guerra mundial, claro que no. Es su favorita porque era una de las pocas horas que compartía con Tozier.

Justo ahora Eddie se encontraba en el salón de su última clase, guardando sus cosas dentro de su mochila. O eso intentaba, hasta que el dueño de sus suspiros entró por esa puerta.

Nada más y nada menos que Richie Tozier, con su típica mochila negra colgando por un hombro, una media sonrisa adornando su rostro y su revuelto y obscuro cabello haciendo juego con su personalidad.

El pequeño sintió su estómago revolverse, es hermoso. – Pensó. Debía salir de ahí antes de que el cuatrojos notara su nerviosismo.

Demasiado tarde, Richie estaba justo detrás suyo. Lo supo, ya que justo al momento de voltear su nariz chocó contra su pecho.

Hey. – No era posible, ¿realmente Richie lo había saludado? – ¿Vas a sentarte ahí?

Kaspbrak no supo qué hacer, mucho menos qué decir, así que se limitó a negar con la cabeza, apartándose y dejando el espacio para él.
El más alto tenía una mirada confundida, se sintió ligeramente incómodo por la reacción del pecoso.

El día académico para Eddie ya había finalizado, ahora se encontraba en su casa preparando la cena para él y sus pequeñas hermanas, que no dejaban de insistir conque pidieran una pizza.

No podemos cenar eso, Jessica. Mamá no está en casa, ¿cómo pagaríamos? – Eddie preguntó, sabiendo que su hermana de apenas seis años de edad no le daría una respuesta lógica.

Decimos que mami paga mañana, ¿verdad, Elisa? – La segunda hermana menor de ocho años de edad negó con la cabeza, no podemos, contestó.
El mayor de los Kaspbrak sólo se limitó a suspirar cansado, mientras servía la cena que había preparado en cada respectivo plato.

Cenaban en silencio, Eddie así lo había pedido.

Sus pequeñas hermanas tan obedientes no tardaron en cantar la nueva canción que les habían enseñado en el preescolar, haciendo que un Eddie molesto las obligara a callar.

Ya estaban obscuras las calles de la ciudad, apenas pequeños faroles alumbraban la visión de Richie, aunque a éste no le importó en lo absoluto. Quería ir a casa de su buen amigo Bill, pues éste último le avisó sobre su nuevo videojuego que apenas el día anterior había salido a la venta.

Uh, mira estos efectos, Bill. Harás que quiera comenzar a vivir aquí. – Ambos rieron, el más alto sentándose a orillas de la cama, mientras que el dueño del videojuego se recostaba en ésta, sintiéndose cómodo para comenzar una partida de aquel dichoso videojuego.

El invitado debía irse ya, la hora pasaba de las once. Se despidieron fugazmente, el tartaja quedó sorprendido al ver la hora que era.

Richie se encontraba pedaleando sobre su bicicleta, sintiendo la fresca brisa impactar sobre su rostro. Ya estaba por llegar a su destino, hasta que pasó por casa de los Kaspbrak, se detuvo un momento para apreciar la escena que estaba justo frente a sus ojos. Sin pensarlo, sonrió.

Edward se encontraba sentando en el sillón que estaba en la sala, un libro infantil en mano y a sus dos pequeñas hermanas a cada lado de él, atentas a lo que el mayor narraba.

Ya eran casi las doce de la noche y su mamá aún no volvía del trabajo, aunque no era la primera vez que hacía eso, por lo que Eddie optó en contarles un cuento para ayudarlas a consiliar el sueño.

El asmático no se había dado cuenta que su amor platónico, su amor imposible, estaba justo fuera de su casa, observando la manera en la que trataba a sus hermanas, de paso también veía la tierna pijama que el castaño vestía.

Tal vez si tuviese a alguien que deba cuidar sería mucho más serio de lo que ahora es, o tal vez no. – Rió por este último pensamiento, era obvio que no cuidaría a nadie. O eso era lo que Tozier pensaba.






~ Esto es como el "inicio" , el siguiente capítulo espero hacerlo mañana. Muchas gracias por leer, ojalá les haya gustado.
Cualquier duda, los/las leo.

>Cucumberhead6.

Pink nails ¦ Reddie. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora