Prepara la cena, la misma rutina de todas las noches.
La radio local invade la cocina con canciones movedizas y ella baila y canta, logrando que la tarea rutinaria se vuelva placentera.
Él la observa y sonríe. Le gusta mirarla sin que ella se dé cuenta. Sus movimientos son sensuales y lo provocan. Su canto, tan apasionado como desafinado, lo hace sonreír con ternura.
¡Le gusta todo de ella!
En un giro de la cocinera bailarina, sus miradas se encuentran y los dos sonríen, ella sorprendida y él descubierto.
Ella sigue bailando, ahora para él, acercándose provocadora.
Él la observa con los párpados entrecerrados y se deja rozar por ella. Sus roces son rítmicos, suaves, sensuales. El cabello le acaricia el rostro y su aroma lo inunda. Un suspiro se le escapa.
No la toca, es más, levanta sus brazos por encima de su cabeza, entregándose al placer de verla bailar y sentir su piel, su aroma y la calidez de su aliento, despertando todos sus sentidos.
Ella acerca su boca entreabierta a esos labios que tanto ama. Como si tuvieran un imán, los labios se pegan y sus lenguas húmedas se encuentran.
Él baja sus manos hasta la nuca de su mujer, y la besa de esa forma en la que ella siente que le está haciendo el amor.
La cena se olvida...
La fría mesada hace una cálida invitación a ser usada y él no la desaprovecha.
Con suavidad, pero con determinación, sienta en ella a su cocinera.
Ahora es ella la que se entrega al placer de sentirlo. Entrecierra los ojos y gime ante cada roce de su hombre. Vibra con cada caricia recibida. Siente sus labios besando cada rincón de su cuerpo, su lengua saboreándola, sus manos, sus dedos, su mirada, su voz... Todo él la recorre a toda ella, poseyéndola en cuerpo y alma...
La radio local parece cómplice. En la cocina, tan llena de gemidos y suspiros, se oye una voz que dice: "... tú eres mi hombre y yo tu mujer... " Sienten que les canta exclusivamente a ellos.
El reloj les regala nueve campanadas.
Es temprano para dormir, pero se van a la cama. Necesitan más, mucho más.
No hablan, o sí... Dicen muchas cosas pero no dialogan. Son frases sueltas, excitantes, sensuales, en la que los dos van diciendo cuánto disfrutan uno del otro, o cómo les gusta eso que el otro les hace o les dice...
El dormitorio se llena de palabras ardientes, huele a amor disfrutado, sabe a mieles y a cuerpos transpirados, ve a dos cuerpos entrelazados que semejan una lucha que ninguno quiere abandonar... Pero llega ese momento en que los dos saben que han triunfado y un grito frenético sale de sus gargantas. La lucha casi ha terminado y los dos salieron vencedores.
Juntos se van a preparar la cena, entre miradas, roces, besos...
Están prontos para comenzar otra batalla...
Una luz tenue, un plato compartido y dos copas de un buen vino preparan el campo...ilargiluna