MAYA
La cafetería donde encontré el trabajo era muy sostificada, ya que en algunos día donde los clientes solicitaban una reserva, la convertíamos en un lugar distinto de como era, y hoy era uno de esos días.
Una pareja feliz habían reservado la cafetería por dos horas, no sé para que ocasión pero a decir verdad siempre me moría de ganas que estaban celebrando los clientes.
Recuerdo solo una vez en que Mason me llevó a cenar, y no solo en la luna de miel, sino cuando todabía éramos novios, fue un día de verano, un día en que las clases se terminaba. Me llevó de sorpresa a un restaurante demasiado elegante para mi gusto, pero no importa solo era para celebrar el final de la universidad.
Fue la primera y última vez en que realizó una acción linda o cursi.
Pero ahora no debería de recordar eso, debo de pasar página y empezar una nueva vida junto a mi hijo.
- ¡Maya, una limonada para la mesa tres! - oí gritar a mi compañera la orden mandada.
Sin contestar su orden, salgo de donde estaba para ir a hacer la limonada, una de las pocas cosa que sé hacer de la carta, a menudo lo único que hacía era llevar los pedido y recoger las mesas una vez que los clientes terminaban de comer o pasar el rato.
- Qué aproveche - dije con una sonrisa simpática a la mujer que había mandado a pedir la limonada.
Llevaba trabajando en aquel sitio dos semanas, dos semanas de paz y sin saber de Mason, lo único que metenía alterada era las llamadas de los policias, contándome de que Mason me puso una denuncia por abandono de hogar, maldito cabrón, si estubiera en mi lugar bien no pondría aquella sucia denuncia.
Le tenía tanto odio que mi cuerpo no lo podía aguantar, de tan solo pensar en el me ponía enferma, y eso no me convenia por mi estado avanzado de gestación, solo quiero que todo pase ya.
- ¿Te ocurre algo Maya? - me di la vuelta a pecatarme de me habían llamado - Llevas echando café a esa taza durante un largo tiempo.
Dirijo mi mirada a donde señalaba su dedo, y efectivamente el vaso que estaba en frente de mí, se hallaba rebosando de café molido.
- Esto... no ....perdón - dije casi tartamudeando por la idiotez que estaba pensando - Solo pensaba en mi hijo, de cómo se encontraría.
Qué mentira más mala, se podía notar la falsedad a un kilometro de distancia, pero que queria que hiciese deci por todo lo alto lo mucho que odio a mi marido y que por su culpa me encuentro aquí trabajando.
No era una opción que me gustase, al decir que era la verdadera.
- Lo entiendo perfectamente, sabes, yo también tengo hijos y siempre que puedo pienso en ellos pensando en que no les pase nada y que no necesiten nada - me dijo sonriendo mientras apoyaba una mano sobre mi hombro.
El día en la cafetería paso normal, hoy no era un día de demasiado ajetreo, normal era miércoles.
- Adiós Maya, que paseis buenas noches - se despidieron de mi mis compañeros a la vez que abria la puerta con cuidado y me despedía de ellos con una sonrisa tonta en ellos.
Ahora iría a por mi niño, que saldría de la guardería sobre las siete de la tarde.
Mientras caminaba hacia el coche, me dio un calambre muy fuerte en mi vientrre, como si me hubiese partido en dos.
Apoyé una mano sobre el capo de un coche que se encontraba cerca de mi y la otra sobre mi vientre, soltando un agudo gritó bajo rezando de que por favor solo fuese un susto y que no me pusiera de parto.
- Solo dejame recojer a tu hermano - dije hacía mi barriga despues de notar otro calambre fuerte ahí.
Con todo mis esfuerzos conseguí llegar a mi pequeño coche alquilado que solo se hallaba a cuatro pasos de donde me dio el primer calambre.
Subo y con rapidez ya me encontraba de camino a la guardería, hiperventilando y con un dolor tal que pareciese me me estubieran clabando agujaas debajo de las uñas.
- Por favor ..... - dije a mi hijo cuando ya estaba bajando del coche para ir dirrección a mi niño.
- ¡MAMIIII! - oí gritar a mis espaldas una voz muy familiar para mí.
Dándome la vuelta con cuidado y cambiando mi cara de dolor por una de felicidad, abrazo a Bartolomé que venía a todo gas.
- Hola pequeño - dije débil mientras le besaba su cabeza.
- ¿Qué te pasa mami? - me dijo al ver de cómo de repente cambié mi cara por una de dolor.
- Nada amor, solo sube al coche - le dije con esfuerzo al notar como mis pantalones se habían manchado.
Había roto aguas, ya no podía más con el dolor.
Bartolomé haciéndome caso, corriendo se subio al coche ya que se encontraba abierto, mientras que yo sin dar un paso más me desplomé al suelo, llamando la atención de una mujer que se encontraba al fondo de la habitación.
- ¿Se encuentra bien señora? - me dijo una vez que se agachó al lado mía - ¿Que le sucede?
Sin poder hablar por el dolor, muevo mi brazo señalandome la barriga dándole a entender lo que me estaba sucediendo,
- ¡ Oh Dios! - dijo levantándose del suelo y llamando a otra mujer en otra habitación.
Mientras tanto yo, ahí tirada como una rata sufriendo por un dolor de parto inimaginable.
- La vamos ayudar señora, solo tiene que ayudarnos a levantarla - me dijo otra mujer a la vez que posaba sus manos en mí.
Ayudándola a levantarme, escucho a mi hijo como se bajaba del coche y sus pasos venir hasta donde estaba.
- ¡Mamiii! ¿Qué te duele? - me dijo abrazando mis piernas.
Intendándole decirle, la mujer que antes me ayudó le contestó que su hermanito ya venía.
- Por favor le llevaré al hospital con mi coche - me dijo a la vez que me ayudaba a caminar hacía su coche.
Solo quería tenerlo en mis brazos y rezar para que Mason nunca lo viese.
- ¡Un 49, tenemos un 49 ! - habló la enfermera una vez que nos adentramos al hospital.
La mujer todavía me sostenía mis brazos, y Bartolomé se hallaba agarrado a mi pierna todavía.
- Sientese en la silla por favor - me dijo un enfermero cuando llegó hacia mi.
Ayudándome con demasiado esfuerzo, consuguieron colocarme en aquella silla de enfermos color marrón, para despues llevarme hacía el interior de una habitación.
Una vez tumbada en la cama me perdí, con solo oyendo a mi hijo gritar desde lo más lejo del hospital.
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Tortura
Teen FictionQuiéreme, ¿por qué es tan difícil? Lo único que pido es que me trates con amor, no con odio. Eres un mentiroso, ya no te voy a creer más. Déjame en paz, no aguanto más tus tratos. Estás enfermo. Me vas a matar. Psicópata.