Capítulo 06

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Asfixiante.

    Así era como describiría el cyborg su situación, y que, para agravarla, le era imposible movilizarse.

    Con desidia, el héroe clase S abría uno de sus ojos para identificar aquello que había interrumpido su profundo sueño y que lo hacía sentir tan sofocante.

Su mente quedó en blanco ante la escena que percibía.

—Que bueno que despiertas dormilón... —Dicho con un tono coqueto, la esper rodeó la nuca del chico con sus brazos. Al tiempo que se acercaba peligrosamente a su rostro.

    La mente del cyborg se llenó de preguntas y un conjunto de símbolos extraños aparecían en su interfaz ante la inesperada situación. Cuando sus labios se prepararon para expulsar la primera palabra el dedo índice de la chica se posó en estos.

— Shh... no arruines el momento, deja las palabras para después —Susurró antes de dar el primer beso...en la mejilla, que puso aún más nervioso al joven que luchaba por liberarse de los brazos de la heroína, pero para desgracia de él, los poderes psíquicos eran excelentes a la hora de inmovilizar.

—¡Fubuki!

Logró decir mientras la heroína seguía con su ronda de besos sin hacer caso.

    El contrario maquinaba en su mente una forma de salir de aquella incómoda situación, por suerte, luego de mucho forcejeo, una de sus piernas logró zafarse del poder psíquico.








¿Piernas?




    El cyborg se incorporó de manera repentina en el sofá, intranquilo y respirando con dificultad, dirigió su mirada por toda la habitación. Por fortuna, todo estaba en completa calma y más importante aún; la esper se hallaba lejos, sumergida en un profundo sueño. Suspiró, apagó la infame vela aromática al tiempo que se avergonzó de aquel sueño que jamás pensó que él tendría, sobre todo con la inaguantable heroína.

    El anhelo del rubio por tener piernas, hacía una reñida competencia con aquella princesa llamada "Ariel" . Se imaginó por un momento el hecho de tenerlas y con un movimiento simple, desaparecer de allí y no saber más del hotel, la playa, y sobre todo, de Blizzard.

    Los suaves rayos del sol penetraban a través de las enormes ventanas, la mujer estiró ambos brazos en señal de que había terminado su sueño, de una manera más plácida que la del clase S.

    Al sentarse al borde de la cama arrugó su ceño al observar la incómoda decoración, un suspiro de indignación escapa de sus labios antes de dirigir su mirada al rubio.

    Alzó una ceja y preguntó :

— ¿Quieres que pida el desayuno?

— No hace falta, prefiero hacerla.

    Ante el comentario, la psíquica lo miró confundida.

—Extraño hacer tareas domésticas.

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