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"Algunas personas no tienen nada que perder..."
Sus ojos eran de un azul tan profundo que fácilmente podías imaginar que estabas en el cielo al sumergirte en ellos, su voz era ronca pero parsimoniosa y en la calidez de sus brazos uno olvidaba la existencia del tiempo mismo. Al menos ahí, ella encontraba una paz inimaginable que era difícil tener esos últimos días.
La lluvia caía fuerte sobre París, en algunas partes el manto que antes era solo grisáceo ahora se tornaba más oscuro. El cielo rugía sin piedad y la gente caminaba a prisa para no contagiar un resfriado por las heladas gotas que ahora golpeaban contra el suelo.
Marinette estaba rodeada de una manta apreciando aquel fenómeno natural con su mirada triste y pensativa desde el bote de los Couffaine, imaginándose de si quizás en ese momento Adrien y Kagami estaban en una elegante cena juntos o riendo mientras conversan de Mozart o alguna batalla de esgrima. Era inevitable, pero aunque ella misma ya se había resignado a seguir luchando por el amor de ese rubio, la verdad es que su corazón aún se movía de manera incómoda de sólo imaginarlo.
—Marinette, mira, traje chocolate caliente.— enunció Luka Couffaine con dos tazas en su mano. Ella regresó su mirada un poco más alegre y recibió la bebida apareciendo como esta humeaba. Le dio un sorbo: jamás dejaría de amar ese amargo y cálido aroma que otorgaba el chocolate caliente. Era irónico como eso le podía dejar un sentimiento tan dulce en su paladar.
—Gracias. En serio lo necesitaba.— mencionó mientras veía como el joven se sentaba a su lado para apreciar como las giras de lluvia rebotaban sobre ese canal del Sena. Le dio un tragó a su bebida y después siguió contemplando la vista con aquella imperturbable mirada azul, Marinette sintió cierto sonrojo al verla.
Adoraba no sentir que tenía que entablar una conversación entre los dos para saber que las cosas estaban bien entre ellos. Esas palabras que le dijo aquella tarde eran ciertas: "Puedes decirme todo, o nada. Como tú prefieras." Nunca le exigía explicaciones, ni se alejaba de ella si permanecían callados por horas; con él no había responsabilidades porque él siempre la ponía como prioridad. Si ella quería hablar, él la escuchaba; sino quería, él permanecía tocando su guitarra.
Ese chico era asombroso, era sin duda especial.
—Hoy me miras más que otros días.— pronunció con una pequeña sonrisa mientras se concentraba en su bebida. Las mejillas de Marinette se encendieron de un instante a otro, desvió su mirada evitando el contacto visual con él ¿Por qué diablos nunca era lo suficientemente discreta?
—No es por lo que tú crees.— soltó con un pequeño puchero. Luka sonrió negando divertido.
—¿Y qué se supone que es lo que yo creo?— interrogó analizando la reacción que pudiera obtener de la chica de cabellos azabaches. Ella se encogió de hombros mientras se acomodaba un mechón.
