Quisiera decirte que ya no dueles, que ya no eres el nudo en mi garganta cuando las personas me preguntan acerca del amor. Que ya no te encuentro en las canciones, que es complicado recordar algo de ti, pero sería mentir.
Digo en voz alta que ya te has ido de mi mente como lo hiciste de mi vida para convencerme a mí misma de que ha sido así. A veces termino creyéndolo y algunas otras soy consciente de que no te he olvidado; que nunca te has ido aunque la distancia entre nosotros es incierta.
Me pregunto si tu piensas lo mismo, si te vas a la cama deseando soñarme para ganarle una batalla más a la soledad; para reírte de las distintas formas que hemos inventado para mantener nuestras manos unidas, a pesar de que otros ya las hayan tomado.
Si has sabido encontrarme en las pequeñas cosas que hacen llevadera la rutina, aunque en realidad poco me importa ser el caos en tus días; esa canción que te fastidia pero te sabes de memoria, los pendientes extra del trabajo, la ducha con agua fría en los días donde lo que necesitas es el agua hirviendo, el café al que olvidaste poner azúcar, la pasta fría en un restaurante mediocre, el insomnio en las madrugadas, el despertador en tus domingos, el calor sofocante mientras esperas en la fila del banco. Aquello fuera de lugar que te hace recordarme, aquello con sabor agridulce que hace imposible olvidar el desastre que ocasione aquellos meses que estuve en tu vida.
Quisiera gritarte que lo que siento por ti no me deja dormir, pero no se como hacerlo después de haber sido el silencio en forma de adiós, cómo se vuelve al hogar que uno mismo demolió, allá fuera ese lugar ya no existe.