Siempre he tenido la certeza de que la madrugada nos hace personas débiles, es cómo si nuestra mente y cuerpo se pusieran de acuerdo para que el pasado golpee nuestros pensamientos, y es allí, en medio de la madrugada, mientras el frio azota nuestras ventanas, es allí, mirando al techo, con los ojos a punto de perder la batalla para poder liberar lagrimas que llevo conteniendo durante meses, es allí donde choco con la realidad y me doy cuenta de que la vida se me está yendo de las manos, de que aún no encuentro lo que se supone que estoy buscando, ahora que lo pienso... ¿Qué es eso que tanto busco? ¿Una persona? ¿Un lugar? ¿Una sonrisa? ¿Una historia? ¿Un propósito? No lo sé, la vida podría acabar y yo jamás descubrí que estoy buscando, ni siquiera tiene sentido lo que hago, doy vueltas por el mundo mirando a todas partes sin saber muy bien en que posar mis ojos, todo esto quiere decir que he perdido muchísimo tiempo vagando hacia la nada y que una parte de mi lo sabe, pero aun así seguiré haciéndolo.
No todo se trata de amores fallidos, de muertes inesperadas, de sentimientos erróneos, de personas efímeras, de los regaños de nuestros padres, de la pésima economía que hay en el país, de problemas callejeros, de vicios o de lo agotador que es el trabajo, muchas veces lo que más duele en esta vida es darte cuenta de que no tienes un rumbo fijo, duele que tus pensamientos te lo digan y tú simplemente lo ignores... El sol se está asomando por mi ventana, la madrugada pronto llegara a su fin, es hora de tomar un café para que la mente siga trabajando y la culpa me siga carcomiendo.