Los nervios mordían el estómago de Aioria mientras caminaba hacia la cafetería en la que se había citado con Sonia. Tal como ella le había ordenado al despedirse de él en la convención, le había escrito al día siguiente dándole los buenos días, y todas las mañanas después de aquella, para demostrarle su interés por agradarla, lo cual ella le retribuía con fotos poco aptas para compartir con sus amigos. Finalmente, el viernes le había citado en el centro, para verse las caras sin la máscara, pues durante toda la semana habían continuado, por deseo de ella, manteniendo el misterio.
Aioria entró y miró a su alrededor. La mesa donde ella le había indicado que se sentaría estaba ocupada por una chica morena que no se parecía en rasgos ni en complexión a la Reina Aguijón que recordaba, así que la descartó y echó otra ojeada: al fondo del local, en una mesa situada en el rincón, una chica de cabello rubio ceniza que le caía sobre los hombros en suaves ondas leía tranquilamente; parecía Sonia, pero no podría estar seguro hasta que se acercase. Con el corazón latiendo a la velocidad de un solo de batería, estiró los puños de su camisa y se acercó a ella.
- ¿Sonia...? -preguntó, en tono dubitativo.
La chica levantó la cabeza del libro que estaba leyendo y a Aioria no le cupo duda: era ella. Habría reconocido aquellos ojos castaños, rasgados y profundos, en cualquier parte. Ambos sonrieron y ella le hizo un gesto para que se sentasee.
- Eres aún más guapo de lo que me esperaba, Aioria... Un auténtico bombón.
- Tú también eres preciosa, abejita -admitió él antes de llamar al camarero.
Conforme avanzaba la conversación, él se dio cuenta de un hecho innegable: Sonia le gustaba para algo más que el sexo. No era tan solo una chica dominante en la intimidad; tenían aficiones en común y era simpática e ingeniosa. Se preguntó si ella le vería como un mero juguete y decidió que resolvería su duda en la primera oportunidad.
- He pensado que estaría bien ir al cine -propuso ella-. Hay un par de películas que creo que podrían gustarnos a los dos -le mostró en el móvil la cartelera de una sala de cine cercana, señalándole las opciones que consideraba interesantes.
- Tengo muchas ganas de ver esta -indicó él-; pensaba ir con Mu la semana que viene, pero no creo que le importe que me adelante...
- Entonces, pagamos y nos vamos, gatito.
No bien hubieron tomado asiento en la sala de cine casi desierta, con las luces aún encendidas, Sonia se aproximó a él y le besó. A diferencia de la vez anterior en el cuarto de baño, fue un beso demorado y tranquilo, que en la cabeza de Aioria entraba claramente en la categoría "beso de novia": sus labios se rozaban suavemente, buscando más la sensación de intimidad que el mero goce físico, y sus dedos se habían entrelazado en algún momento.
Sonia fue la primera en separarse de él, con las mejillas sonrojadas:
- Aioria, no quiero que te agobies, pero tengo que decirte una cosa.
Él la miro, un poco preocupado.
- Claro, dime.
- ¿Te acuerdas de la convención, cuando te dije que podría encapricharme de ti...? -él asintió- Pues... Es que no creo que seas solo un capricho. Me gustas muchísimo, Aioria.
- ¿En serio? Porque a mí me pasa igual contigo...
En aquel momento, las luces de la sala se apagaron, impidiéndoles continuar la conversación. Sonia recostó la cabeza en el hombro de Aioria, que la rodeó a su vez con el brazo, y le dio un último beso en la mejilla. Él no podía creerse lo que estaba sucediendo: una semana antes, estaba quejándose, disfrazado de súper héroe, y ahora tenía entre sus brazos a una chica cuya forma de ser le volvía loco y que afirmaba sentir algo más. Tendría que disculparse con sus amigos por haber rezongado tanto cuando le propusieron asistir a aquel evento.
Hacia la mitad de la película, notó que Sonia comenzaba a perder interés por la forma en que se revolvía en su butaca; a él mismo le parecía bastante más lenta de lo que había esperado, así que, después de mirar a su alrededor para asegurarse de que nadie los vería, se escabulló de su asiento y se arrodilló entre las piernas de la chica.
- ¿Qué haces, Aioria? -preguntó ella en un susurro.
Él se limitó a mirarla con aire travieso, apoyó las manos en sus rodillas y musitó un simple "miau" que ella entendió a la perfección: separó las piernas y adelantó la cadera para permitirle actuar, acariciándole el cabello con delicadeza. Aioria tiró de sus bragas y se las guardó en el bolsillo del vaquero, en silencio, antes de acercar la cara a sus muslos para comenzar a besarlos. Notaba cómo la excitación de Sonia se incrementaba a la par que la humedad entre sus piernas con cada uno de sus lametazos; la chica se esforzaba por aparentar normalidad, con la vista fija en la pantalla, mientras Aioria lamía su clítoris sin parar, deleitándose con su sabor y su calor. Continuó con su juego, sin darle tregua, hasta que ella le sujetó por la cabeza, dejándole sin aire durante unos breves instantes como la primera vez y empapándole la cara en un orgasmo que la hizo temblar y soltar un único suspiro.
Aioria se incorporó, satisfecho de sus habilidades, y volvió a sentarse junto a ella, sin devolverle las bragas. Sonia le cuchicheó al oído:
- Sácatela. Seguro que estás mojado, gatito.
No se equivocaba: estaba tan duro y caliente que su ropa interior apenas podía contener su erección. Sonia se relamió y se agachó para degustar por primera vez aquel pedazo de carne palpitante, provocándole un respingo cuando su lengua hizo contacto con el extremo de su miembro. Ella le miró y le guiñó un ojo antes de continuar humedeciéndolo con la lengua, de arriba abajo, atenta a las reacciones de Aioria, que ahora era quien tenía que mantener la compostura al tiempo que ella le proporcionaba placer. Cuando abrió la boca para introducirse su miembro hasta la base, él carraspeó con el objetivo de disimular su jadeo, haciendo que alguien les chistase desde la última fila. Los dos rieron con disimulo, sin ninguna intención de parar: Aioria apoyó la mano en la nuca de Sonia y ella continuó jugando con él, succionando delicadamente el glande a la par que le acariciaba los testículos, hasta notar que el chico estaba a punto de explotar. En aquel instante, se incorporó, masturbándole con firmeza, y le preguntó en voz baja:
- Gatito, ¿sabes lo que es un orgasmo arruinado?
- Eh... No... Creo que no.
- Pues ahora lo vas a saber -decidió ella-. Avísame justo antes de correrte.
Sin parar de tocarle, le cubrió de besos el cuello, excitándole aún más, hasta que él le advirtió que se acercaba al clímax, cerrando el puño sobre la mano con que ella le tocaba. Ante aquel gesto, ella paró en seco de estimularle, justo cuando el primer chorro de esperma salía disparado del extremo de su pene. Sonia colocó la mano libre para recogerlo y esperó con paciencia, muy quieta, a que Aioria terminase de eyacular, con la cara crispada por la mezcla de placer y frustración que suponía tener un orgasmo sin ningún tipo de estimulación por medio. El chico consiguió mantenerse inmóvil en la butaca, aguantando los espasmos de placer y la angustia de no poder tocarse como todo un experto.
- ¿Qué me has hecho...? -preguntó cuando se calmó un poco, observando cómo ella se limpiaba las manos con una toallita húmeda.
- No me digas que no es una sensación alucinante...
- Sí... Es raro... Me he quedado con ganas de más, pero a la vez me siento muy sumiso. Más de lo habitual, quiero decir.
- Es la idea. Ahora eres mi gatito. Terminaremos de ver este muermo de película y después nos iremos a algún sitio donde podamos estar solos para seguir jugando. ¿Quieres?
- No quiero ninguna otra cosa, abejita -le besó los labios dulcemente.
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Destellos dorados
FanfictionRelatos breves (one shots) protagonizados por los caballeros de oro y ambientados en nuestra realidad cotidiana como universo alternativo. Cada relato estará dedicado a narrar cómo uno de los caballeros conoce a alguien. Gracias a @emmasayurisan por...