Lerroux. "El rojo". Lerroux, el rojo, y ella, desnudos e ingrávidos en un tanque del acuario, sumergidos en el agua fría que erizaba su piel y la volvía aún más sensible al toque de aquellas manos nudosas. Lerroux, el rojo, con el pelo suelto y mojado, adueñándose de su cuerpo y haciéndola sentir como una sirena de leyenda, beso a beso. Lerroux...
- ¡Niña, aparta la frente del cristal!, ¿no ves que se marca?
La señora de la limpieza y ella. Menudo corte de rollo, pensó Leah, con la cara tan encendida como la melena del chico, que en aquel momento estaba asegurándose de que las plantas del pequeño ecosistema se encontrasen en perfectas condiciones, ajeno a la presencia de la espía. Era el único del equipo que buceaba sin cubrirse la cabeza, permitiendo que su cabello ondease al ritmo suave de los habitantes del tanque que cuidaba. Ahora sabía que ambos compartían apellido y que él, a diferencia de ella, era auténticamente francés. Aquel acento y su voz pausada, como si en realidad nada importase...
La malhumorada empleada le pasó la fregona sobre los pies para echarla de la zona, y Leah emprendió el camino de vuelta a su zona de trabajo, hundiéndose de nuevo en su ensoñación.
- Leah, necesito que redactes varias entradas para el blog. Las meteremos en nevera para ir rellenando cuando no tengamos temas de actualidad, pero quiero que las dejes ya preparadas, ¿de acuerdo? Tienes la documentación en la carpeta compartida -solicitó la directora del departamento cuando la vio llegar.
- Por supuesto, ahora mismo me pongo con ello.
Se sentó frente a su ordenador y abrió la carpeta para comenzar a trabajar. Con la información que le habían pasado, invirtió el día en redactar cuatro entradas según los criterios de longitud y estilo que marcaba la guía y aún le sobró un poco de tiempo para categorizarlas convenientemente. Llegada la hora de salir, apagó el equipo y escribió a Josué y a Judith, que se sentaba en el otro extremo de la sala, para organizar el plan de esa noche.
- No hace falta que me escribas, estoy aquí al lado.
- Ya, pero así Josué también se entera.
- Dile que le esperamos en la puerta principal, tengo muchísimas ganas de tomarme algo y desconectar.
Las dos chicas salieron del departamento para ir al encuentro de su amigo y entraron en el ascensor, dentro del cual había ya algunas personas. Tras un educado saludo, continuaron el descenso hasta la siguiente parada, en la cual el chico pelirrojo se sumó a la pequeña población del habitáculo.
- Buenas tardes –su dulce acento francés era perceptible en cada frase y sonaba como una melodía en los oídos de Leah, que sonrió con cara de boba.
No podría ser más guapo aunque lo intentase, pensó. Por primera vez, Leah le veía con su propia ropa y tenía que reconocer que lo que llevaba le quedaba muy bien: una camiseta verde oscuro que hacía contraste con su ígnea melena y unos pantalones informales de lino en tono crudo, combinados con unas sencillas sandalias de cuero que llamaron la atención de la chica. Él abrió el libro que portaba en la mano y se sumergió en la lectura, ignorando el entorno hasta que las puertas se abrieron y todos se dijeron adiós.
- Creo que estoy perdidamente enamorada, Judith –admitió Leah con un suspiro.
- Enamorada de un tío con el que jamás has cruzado palabra y que encima parece un cardo desagradable, solo porque es guapo. Todo muy normal –respondió su amiga, pinchando su globo de fantasía.
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Según iba marcando los recursos utilizados para redactar los textos destinados a la nevera durante las siguientes dos semanas, Leah agotó las fuentes en español y en inglés. Echó una ojeada a unas subcarpetas que estaban tituladas con una poco descriptiva sucesión de dígitos y descubrió un montón de estudios en francés y alemán sobre la protección de la biosfera marina en los hábitats mediterráneo y atlántico. Sonrió, satisfecha, y comenzó a pasar el traductor automático por uno de los textos en alemán, en busca de algo más para sus escritos, pero los resultados eran bastante mediocres. Intentó con el francés, pero era más de lo mismo: frases macarrónicas y carentes de sentido completo con las cuales no podría armar una nota en condiciones.
Aquella tarde, la directora la llamó a su despacho:
- Leah, he visto lo que has escrito, me ha gustado mucho. ¿Has agotado toda la información que había en la carpeta?
- He usado todos los informes en español e inglés y ahora quedan cosas en alemán y francés, pero no son idiomas que conozca.
- Qué ironía, con ese apellido...
- Ya, cosas de la genealogía, me figuro; como mucho, llevaré un dos por ciento de sangre gala... –sonrió Leah.
- ¿Qué tal con el traductor automático?
- Ya lo he probado, queda poco inteligible y me preocupa decir algún disparate si utilizo esos resultados como base.
- Ya veo –la directora se pasó la mano por el corto cabello rubio, con aspecto pensativo-; y, sin embargo, los títulos son de lo más interesante y me gustaría que los tuviésemos en cuenta.
- Bueno, quizá podríamos pedir ayuda a un traductor –propuso la chica.
- No tenemos presupuesto ahora mismo para eso; el grueso de los fondos va destinado a investigación y conservación, el nuestro es un departamento austero... Pero se me ocurre otra cosa: ¿no hay un niño francés en mantenimiento? Habla con Marcela, que es su coordinadora, y le dices de mi parte que te ayude cuando no esté haciendo nada. Y ya veremos qué hacemos con el alemán...
- ¿Cómo? ¿El chico francés? –Leah abrió tanto los ojos que temió que se le cayesen de las cuencas- ¡No le conozco de nada!
- Leah, le vamos a pedir que te ayude con unas traducciones, no que se case contigo. No te preocupes. Mañana a primera hora bajas donde Marcela y le cuentas el problema que tenemos.
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Destellos dorados
FanfictionRelatos breves (one shots) protagonizados por los caballeros de oro y ambientados en nuestra realidad cotidiana como universo alternativo. Cada relato estará dedicado a narrar cómo uno de los caballeros conoce a alguien. Gracias a @emmasayurisan por...