El miércoles llegó y pasó, así como el viernes y las dos primeras clases de la semana siguiente, sin que ninguno de los dos volviese a sacar temas controvertidos. Se limitaban a preparar el examen de inglés, como habían hecho durante todo el verano, estudiando con minuciosidad para conseguir el mejor resultado posible. Ismena, deseosa de que llegase el momento de su cita a solas, se comportaba con más sensatez y formalidad que nunca y, por su parte, Saga se cuidaba mucho de no emitir ninguna señal que pudiese ser interpretada como una provocación, a pesar de que los minutos que dedicaba a pensar en ella aumentaban cada día que pasaba.
Podría decirse que ambos habían llegado a un nuevo statu quo en el que la neutralidad era la tónica imperante, y así funcionaron durante cuatro días, pero aquello, en el fondo, no era suficiente para Saga, que, consciente de cuánto le gustaba su alumna, el viernes ya solo podía pensar en la cena que compartirían en el pueblo, en la terraza encalada en blanco de aquel pequeño restaurante junto al mar que servía pescado a la brasa con vino blanco. Cenarían, pasearían por la playa tomados de la mano y todo iría bien. Eso sucedería, pensó, mientras llamaba al timbre.
La puerta de la vivienda se abrió y Saga fue recibido no por la señora Metaxás, sino por su esposo: un hombre alto y atlético, de sienes plateadas y sonrisa luminosa, un habilidoso empresario habituado a llevar la iniciativa en sus negocios, lo cual se hacía evidente en su forma directa y decidida de manejar las conversaciones.
- ¡Vaya, Saga, bienvenido! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal estás?
Su cordialidad hizo sonreír al joven, que le estrechó la mano con entereza y le devolvió el saludo entusiásticamente, pues le consideraba un admirable modelo a seguir por el éxito que había alcanzado en su vida profesional:
- ¡Muy bien, señor Metaxás! ¿Y usted?
- Bien, llegué ayer desde Milán, estaba deseando descansar unos días en la playa con mis chicas. Vi a tu padre anoche, ya me contó que te va de maravilla en la escuela de Empresariales... -comentó, franqueándole la entrada y recorriéndole de arriba abajo con los ojos. Sus padres tenían el tipo de relación amigable y no demasiado profunda que compartían casi todas las familias que veraneaban en aquella urbanización.
- Sí, no me quejo, este ha sido un año duro, pero muy satisfactorio.
- ¿Y qué es del bala perdida de tu hermano?
- Kanon está estudiando Derecho y Marketing a la vez y está muy contento...
- Nunca he entendido eso de las dobles titulaciones, pero bueno, si así se ahorra contratar una empresa de relaciones públicas, bien por él -bromeó el señor Metaxás.
Saga dirigió la vista hacia el final de la escalera, en un gesto que fue captado al vuelo por su interlocutor:
- Mi niña todavía no está lista. Anoche nos entretuvimos viendo películas juntos y se acostó tarde, pero no te preocupes, ya está recogiendo ese caos que tiene por dormitorio. Siéntate un rato conmigo y charlemos. Enseguida te avisará -propuso, tomando asiento en el amplio sofá color arena e invitando al joven a hacer lo mismo.
- Sí, claro -asintió él, acomodándose frente al hombre en un escabel de cuero y dejando su carpeta sobre la mesa de centro-. Ismena está esforzándose mucho; estoy seguro de que va a tener un resultado brillante en el examen.
- Tiene al mejor profesor particular, no me cabe duda -respondió el señor Metaxás, con un guiño-. Por cierto, ya que es tu último año en la universidad, quizá podrías dejarme tu currículo, vamos a necesitar a alguien en prácticas y creo que tú encajarías muy bien...
El joven sonrió ante la oportunidad que se le ofrecía, encantado con la idea de aprender en uno de los mayores conglomerados empresariales del país:
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Destellos dorados
FanfictionRelatos breves (one shots) protagonizados por los caballeros de oro y ambientados en nuestra realidad cotidiana como universo alternativo. Cada relato estará dedicado a narrar cómo uno de los caballeros conoce a alguien. Gracias a @emmasayurisan por...