Capítulo II

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Los orígenes de Grecia: la sociedad arcaica y el nacimiento de la polis.

1. Antecedentes.

El final del mundo micénico supuso el hundimiento de sus palacios. De los escombros de aquel derrumbe surgió un nuevo orden que iba a dejar una impronta duradera en la Grecia clásica. Las sombras de la llamada época oscura y la del arcaísmo, prepararían a Grecia para la madurez del clasicismo. La Grecia arcaica se lanzó hacia la creación de la polis y sus formas políticas, como la tiranía y la democracia. Impulsar colonizaciones ultramarinas y a crear una literatura, los mejores representantes son Homero, Hesíodo y los poetas líricos, entre ellos se incluye a Safo. Fue un momento de revolución estructural, económica y social. Período submicénico (1150 – 1000 a.C.), que inaugura la Edad del Hierro en Grecia, un período protogeométrico (1025 – 900 a.C.), que marcó las migraciones griegas hacia Asia Menor y las islas Cícladas, un período postmigratorio (900 – 725 a.C.) en el que se asistió al nacimiento de la polis, un período orientalizante (725 – 620 a.C.) en donde halló la inspiración para la invención del alfabeto, y un período que conduce al final del arcaísmo y a la aparición en escena de Atenas. Alcanzamos la edad de oro del arcaísmo griego, con la aparición de los templos de piedra, con la poesía épica de Homero y Hesíodo, con la invención de la moneda, la poesía lírica, la filosofía y la tragedia, y con el máximo empuje de la expansión colonial griega. Los persas conquistando a todos, iban a crear un imperio que durante dos siglos constituiría una amenaza para los griegos: el Imperio aqueménida.

2. La edad postmicénica (consecuencias de la desaparición de las estructuras micénicas)

En esta fase, perteneciente a la de la época oscura y el alto arcaísmo, es cuando la arqueología debe auxiliar a la historia. El final del mundo micénico supuso el abandono de la arquitectura en piedra y la pérdida de la escritura. La principal fuente documental son los hallazgos funerarios, así como las tradiciones míticas fijadas en el imaginario de los griegos. Conocemos un período que se extendió por unos trescientos años, la edad oscura, marcado con la pobreza y por la deficiente calidad del arte y la técnica. La cultura material vivió una degradación súbita. Se produjo también un descenso demográfico que daría lugar al abandono de muchos asentamientos. Uno de los siglos más fiables y reveladores de esta época de regresión fue la desaparición del alfabeto. Esa dispersión de la población llevó pareja, la preeminencia de la economía pastoril sobre la agricultura. Entre el 1050 y el 900 a.C. aparecen indicios de que sucede algo nuevo, una revolución estructural se estaba poniendo en marcha. Culminó a principios del siglo IX a.C. y lanzó a Grecia a la creación de la polis y la cultura que se le vincula. En aquellos ciento cincuenta años finalizaron los grandes movimientos de población: la Edad de Hierro. La cerámica recuperó la decoración. Los usos funerarios son el indicador más fiable de que un cambio se estaba produciendo, la cremación tendió a remplazar progresivamente a la inhumación y se pasó de los enterramientos comunes y de las grandes cámaras funerarias a la práctica de los enterramientos individuales en cistas. A partir del siglo IX a.C. asistimos de nuevo al desarrollo de la agricultura como sostén de la economía ligada al cultivo. Fue entonces asimismo cuando se consolidó el estilo cerámico conocido como geométrico, cuya manifestación más espléndida fueron los grandes vasos funerarios. Aparece de nuevo la figuración entre los motivos geométricos. Ambos motivos, la guerra y la muerte, estaban muy ligados a una nueva práctica religiosa que apareció entonces: el culto a los héroes.

3. Los movimientos de población.

Los movimientos de población provocados por el ocaso del mundo micénico provocan la fusión de unos pueblos y el éxodo de otros. Hemos visto ya cómo una de las hipótesis más plausibles sobre la explicación del final de la cultura de los palacios micénico fuese el que sucumbiesen ante la invasión de otros pueblos, ¿quiénes fueron esos invasores? La respuesta está en los supuestos hijos de Heracles, los Heráclidas, que habrían conquistado el Peloponeso y establecido allí a unas gentes venidas del norte: los dorios. Estos recién llegados decidieron quedarse. Se caracterizaron por disponer de un dialecto específico del griego conocido como dorio. Se organizaron a partir de una distribución en tres tribus (Hylleis, Pamphyloi, Dymanes) y que celebraban unas festividades religiosas propias. Esparta y Argos no se mezclaron con este pueblo, ejerció su poder sobre los autóctonos reduciéndolos a la condición de siervos, en Esparta se conoció como hilotismo. La llegada de los dorios provocó que los descendientes de Orestes hubieran partido de Tesalia y Beocia a la isla de Lesbos y después a la Eólide. Un rasgo cultural que los diferenciaba era lingüístico, el dialecto eolio. Otros pueblos venidos de Grecia se instalaron en la costa occidental de Asia Menor. Androclo, el hijo de rey Codro, habría partido de Atenas para capitanear una colonización que dio lugar a la fundación de doce ciudades, organizadas en cuatro tribus. El tercer gran contingente de pueblos que vertebraron la civilización helena, cuyo dialecto era también diferente, los jonios. Los griegos se ubicaban a las puertas del mundo oriental. Esta fiebre colonizadora, se convirtió tiempo después en una necesidad de la Grecia arcaica.

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