Al llegar, la encontró en la completa soledad del bosque, sentada sobre un pequeño tronco; con la mirada cabisbaja y triste. Pero eso no hacía de lado su belleza, el embarazo le sentaba tan bien, que sus mejillas eran mucho más rosadas y su tez se veía aún hermosa. Él comenzó a acercarse, mientras ella rápidamente se percataba de su presencia al escuchar el crujir de las hojas secas a su paso.
— ¿Qué haces aquí?— preguntó ella con una inminente frialdad que el guerrero lo sintió como una pequeña punzada en el corazón.
— Bulma...yo...lo siento...— se detuvo en seco, mientras sus puños yacían apretados. La vergüenza junto con un sentimiento de ira hacia él mismo, comenzaba a embargarlo— lamento lo que te hice...yo soy...soy un maldito cobarde— las palabras rápidamente fluyeron de sus labios; por ese instante se sinceró con la mujer que amaba y había herido—...sé que debes odiarme, sé que te deje sola cuando más necesitabas de mí; pero cada día que pasa sin ti...siento que no vale la pena todo lo que he logrado, si tú no estás conmigo para compartirlo...
— Eso no fue lo que escuche salir de tus labios la última vez que te ví— dijo sin poder sostener la mirada fija hacía al guerrero, y aún con el latente dolor sobre su pecho— te oí claramente decir que no signico nada en tu vida lo que sucedió esa noche y que era mejor que lo olvidará...y así lo hice— su voz titubeó ante la última frase; mientras que el pelinegro se sentía cada vez más herido ante las filosas palabras de Bulma.
— No lo olvidé; no pude hacerlo aunque no te mentiré al decirte que no lo intenté infinidad de veces, pero no lo conseguí— Vegeta se acercó lentamente hasta donde yacía la joven; pero ella simplemente parecía ignorar su presencia— ya me resigné a tu recuerdo; por más que lo intente, sé que no saldrás de mi mente, ni mucho menos de mi corazón.
— Esas son palabras muy lindas, pero ya no significan nada para mí...en el pasado me hubiera encantado escucharlas salir de tu boca, pero en este momento ya no me interesa ninguna otra de tus mentiras— musitó firmemente mientras se levantaba y se alejaba haciendo caso omiso a las palabras del caballero.
— ¡Se que estás esperando un hijo mío!— exclamó, y ella se detuvo; giró la mirada ante la sorpresa de saber que él ya estaba enterado de la existencia del ser que se desarrollaba en su vientre— dejaré todo por tí...por ustedes...
— Yo no te estoy pidiendo que dejes tu preciada y lujosa vida por mí; no necesito de tu lástima...no quiero a una persona cómo tú cerca de mi hijo— las palabras de Bulma, parecían filosas dagas atravesando el corazón del pelinegro, que aunque entendía a la perfección su fría actitud, eso no lo hacía menos doloroso.
— Perdón...— el guerrero apretó los puños, tratando de contener sus lágrimas que estaban asomándose de sus azabaches ojos— lo siento...lamento haberte hecho daño...pero juró que digo la verdad al decirte que...te amo...
Un silencio llegó ante aquellas últimas palabras; Bulma aún lo amaba con la suficiente intensidad como para sentirse tentada a caer nuevamente al abismo que le causó tanto sufrimiento. Pero no lo hizo; por simple dignidad, y por que aún la herida permanecía intacta. Caminó nuevamente, antes de ser lo suficientemente débil y flaquear ante las dulces palabras del guerrero; levantó la mirada y fue cuando vio a su desgracia acercarse. Sus órbitas azules se ensancharon ante la sorpresa y el pavor; su cuerpo comenzó a temblar como si un frío arrasador acabará de atacar, y aquella pasada tranquilidad fue rápidamente reemplazada por un terror indescriptible. Vegeta la miró confundido; no fue hasta acercarse hacia donde ella se encontraba que se percató de su insesante miedo. Solo unos cuantos metros lo separaban; y aquel sujeto que se encontraba acompañado por otros cinco, y dos enormes perros negros, con los colmillos más afilados que hubiera visto jamas. El hombre parecía estar disfrutando el rostro despavorido de la joven, quién yacía inmóvil y estupefacta conforme el sujeto iba acercandose a ellos.
— ¡Vámonos!— exclamó Vegeta mientras la sujetaba de la mano para irse corriendo lo más pronto posible.
— ¡Ni lo intenten, o daré la orden para que mis perros los hagan trizas!— musitó como a cinco metros de su objetivo, mientras caminaba lentamente como un depredador que disfrutaba de acechar a su víctima— te busqué por mucho tiempo amor mío; te extrañe demasiado— dijo sonriente, aunque dentro de su interior se estaba desarrollando un remolino de emociones nuevas; ira, tristeza, malicia y eufória. Nada tenía sentido, él no estaba hecho para sentir, pero aún así lo hacía; y aún así no lograba controlar los estúpidos sentimientos. Se paró justo al frente de la joven que a pesar del inmenso miedo que sentía, le sostuvo firmemente la mirada; él la observó deseando abrazarla y a la misma ver apretar su delgado cuello hasta que su vida se esfumará, pero nada de eso sucedió, se mantuvo estático por unos segundos mientras su rostro permanecía totalmente sin emociones— Sigues tan hermosa como siempre.
— ¿Por qué no puedes dejarme vivir en paz?...— dijo ella con suma impotencia y coraje, la cual se reflejaba en el dulce sonido de su voz— ¿Por qué no simplemente desapareces de mi vida?
— Por que te amo; y uno siempre debe estar al lado de la persona que se ama— respondió firmemente.
— ¡Ella no te ama imbécil!— siseó Vegeta mientras se se acercaba rápidamente al imponente sujeto; pero éste de manera veloz lo sujetó del cuello y levantaba como si de un simple muñeco se tratará.
— ¿Con quién crees que estás hablando maldita basura insignificante?— Dijo mientras al guerrero lentamente se le escapaba el aliento— Ella es mi esposa, y tengo todo el derecho de reclamar por ella— las palabras dichas por Kuro le habían dejado estático y sorprendido de una manera en la que su cuerpo parecía ignorar la falta de oxígeno.
— ¡Suéltalo Kuro!...deja que se vaya...esto es solo entre tú y yo...— suplico la joven mientras aferraba sus manos al firme agarre del pelinegro hacía Vegeta.
En el siguiente instante lo soltó, y éste cayó de rodillas al suelo intentando recuperar el aire que le faltaba a su cuerpo. Pero su indulgencia no tenía nada que ver por las peticiones y súplicas de la joven; si no por por la casi forzada promesa que le había hecho a Milk antes de decirle donde estaba ella; y aunque difícilmente podía cumplirla, él era alguien que sostenía fielmente su palabra.
— ¡Lárgate antes de que se me olvide la promesa que he hecho!— inquirió iracundo ante la fastidiosa presencia de aquel tipo que había robado la pureza de su mujer.
— ¡¿Eres... eres su esposa?!— Vegeta preguntó titubeante y con un rastro de incredulidad ante la revelación de Kuro...