Tras unos minutos de mutismo y pensar seriamente en lo que ella le había pedido, se alejó un poco mientras se masajeaba las sienes en un acto de tranquilizarse a sí mismo. Ella seguía arrodillada y con la faz baja a causa de las lágrimas que le empapaban el rostro. La observó con dolor; todos debían inclinarse ante él, pero ella no, por más que deseaba ser fuerte no conseguía ser indiferente, era imposible ser el demonio qué realmente era ante su presencia. Antes era más fácil ocultar lo que sentía, ser más duro y firme, pero conforme transcurría el tiempo, era casi imposible no doblegar su orgullo. La observó llorar incontables veces por su culpa, y ahora ese remordimiento se convertía en algo insoportable de sostener.
- Levántate... - ordenó con severidad mientras Bulma permanecía sobre las hojas sin moverse aún - ¡Levántate o yo mismo lo haré por tí! - Ella obedeció, pero aún conservando su rostro menancolico dirigido hacía las marchitas hojas amarillentas y marrones que adornaban la tierra. Parecía que ya no existía amabilidad en su faz; ella no volvería a verlo como antes, en ese hermoso tiempo en el que parecían ser buenos amigos.
Nunca antes se había detenido a pensar en el pasado, hasta ahora que todo le resultaba de manera diferente; antes no le importaba nada y ni siquiera creía tener algún propósito fijo, pero después de enamorarse todo se había convertido en cenizas ante sus ojos. Había escuchado hace mucho tiempo de otros demonios, los cuáles escasamente pueden sentir el amor en su total plenitud, pero aquel sentimiento sólo se puede desembocar una vez en su larga vida. Se río con cierta incredulidad en aquel momento en el que se enteró, no le tomó la importancia debida y creyó estúpidamente que se trataba de una exageración, cuando incluso su madre se lo había advertido de niño. "El corazón de un demonio es cómo un zafiro, pero que eso no te engañe, no es del todo intraspasable. El amor es debilidad; Kuro, no permitas que ese sentimiento te transpase". Esa mujer lo amaba, al mismo tiempo que lo odiaba por hacer que se sintiera de alguna manera más humana; ahora lograba entenderla un poco más dentro de su propia desgracia. Muchas veces le repitió cuánto es lo que se arrepentía por haberlo engendrado, aunque realmente a Kuro jamás llegaron a herirle sus frías palabras. Ni siquiera sentía amor por ninguno de sus padres, inclusive se alegró ampliamente cuando murieron, dejándole el fácil acceso al trono. Todo estaba perfecto hasta que de pronto ella apareció en su camino; no tuvo que escuchar su voz, solo con mirarla bastó para que llamará su atención; ni siquiera se enamoró a primera vista, como en las cursis y estúpidas historias de amor. Él sólo deseaba divertirse y saciarse de su cuerpo para después abandonarla cuando estuviese aburrido de ella. No estaba en sus planes caer en los mismos errores de algunos como él, no contemplaba que aquella mujer atravesaría su sólido corazón. Los pequeños paseos en los que dejaba sus cálidas sonrisas le hicieran tocar el cielo en sublimes instantes y toda la belleza que su inocencia resplandecía en su ser, le destruyeron aquellos firmamentos de su mundo.
El amor que puede dar un demonio no es igual al de los humanos; es egoísta, celoso y ambisioso. Por esa razón creyó que eliminar a todos a su alrededor, le haría más espacio para él en su corazón; fue estúpido pensarlo, pero a su favor estaba claro que a él nadie le enseñó la manera en la que se debe amar.
Deseó tener el poder de regresar el tiempo, de hacer las cosas de manera diferente o tal vez de nunca haberse cruzado en su camino. Por primera vez en toda su larga existencia, deseó morir.
- Ya no entiendo que es lo que debo hacer, tú no vas a amarme jamás y yo simplemente no voy a poder arrancarte de mí- sonrió, mientras que en sus ojos envueltos en fuego surgía una lágrima; se sorprendió al sentir el recorrido de ésta llegar hasta sus labios pues nunca antes había sentido aquel líquido emerger de él. Nuevamente volvió a sentirse patético e inútil tras haber dejado aquella visión de debilidad- Tú tal vez pienses que te arruine la vida, pero tú... Arruinaste mi existencia. Yo no pedí enamorarme, todo sería más sencillo si no nos hubiéramos conocido.- Yo tampoco pedí conocerte Kuro- la tristeza de aquel ser no conmovió su corazón en lo más minimo; si ella estaba de pie con él a su cercanía no era por gusto propio, era más bien por el bienestar de su hijo. Si tenía que soportar su presencia lo haría, pero no permitiría que sus cambios de parecer le hicieran sentir empatía por su captor-... Te estoy suplicando por la vida de mi hijo a cambio de ser la esposa que deseas. ¿Qué más quieres de mí? Ya no tengo nada que pueda darte; mataste cada pequeño rastro de cariño que sentía por tí y tu sabes bien de lo que hablo. No tienes el derecho de exigirme nada, sí tu mismo te has encargado de destrozardo todo.
- Dejaré que conserves a ese hijo- emitió con cierto resentimiento que se reflejaba en su áspero tono de voz. No había accedido a su petición por esforzarse un poco en ser gentil, ni mucho menos por tener un poco de consideración hacía el hijo de ella; era por conveniencia propia. Tenía que jugar con esa última carta a su favor si existía la posibilidad de salir beneficiado; sí ese hijo era la razón que la hacía más cooperativa hacía él, sería lo más conveniente aprovechar la situación. Odiaba intensamente tener que permitirle que lo conservará, pero ya había cometido bastantes errores por su egoísmo. Era tiempo de pensar claramente sin la cegues que le provocaba la ira y los celos- Claro que pondré mis condiciones; no quiero verlo, debes mantenerlo lo más lejos posible de mí ¿Está claro?- apretó los puños mientras seguía hablando - después de que dez a luz y te recuperes, quiero que cumplas con tus obligaciones como mi reina y sobre todo como mi esposa.
Ella asintió, sin tener alguna posibilidad de oponerse, se sintió derrotada, pero esta sensación no sería la definitiva que gobernaría su vida. Sí tendría la oportunidad de escapar lo haría, no deseaba vivir en un mundo controlado por él. Sólo que en esta ocasión sería diferente; sin errores.
No hubo más palabras después de aquella conversación, después de un tiempo avanzando. Kuro se limitó a continuar con su camino después de hablarle a sus lacayos. Bulma sintió que por cada paso que daba su libertad se veía más lejana, casi como un susurro que desaparecía conforme se alejaban. En ese momento ella experimento una ansiedad difícil de retener en la facción de su rostro, sus manos temblaban y su corazón comenzó a latir más rápido de lo habitual. Caminaba a su lado, mientras Kuro sujetaba su mano de manera firme y delicada; él mientras tanto lucía tranquilo como si nada le perturbara, pero ella percibía perfectamente que algo no estaba bien.-¿A...dónde vamos?- preguntó con algo de incredulidad ante la posible respuesta de su captor.
- ¿Ya lo notaste mi pequeño zafiro? ¿Reconoces el camino? - su sonrisa se ladeo mientras la miraba por el rabillo del ojo- Nos dirigimos con Milk; no te preocupes, no nos quedaremos a socializar, solo pasaremos por los caballos y después nos dirigiremos a una propiedad que tengo a las afueras de mi reino.
- Pero... Yo no quiero ir... Yo lo prometí, te dije que no trataría de huir... - replicó con nerviosismo. No quería ver a esa mujer, su presencia la inquietaba; la forma en la que la miraba y el odio que le mostraba en cuanto se le acercaba. Tal vez aquel sentimiento era justificable después de todo, pero en ella parecía que siempre había residido la maldad.
- Sé que a partir de ahora serás obediente mi zafiro- dijo sin despegar la vista del camino y aumentó un poco el agarre en su muñeca- pero en tu condición no podemos avanzar rápidamente. En cuanto a nuestro destino creo que es lo mejor, alguien puede venir a buscarte, y no pienso correr el riesgo de volver a perderte, no está vez...
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𝒀 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒗𝒊𝒅𝒂
Hayran Kurgu𝑻𝒐𝒅𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒇𝒆𝒄𝒕𝒐... 𝒚 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒖𝒆́𝒔 𝒕𝒖́ 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒗𝒊𝒅𝒂...