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Wonpil sentía que estaba a punto de vomitar el sándwich que había comido esa tarde. Los nervios estaban apoderándose de él.

No tenía la más mínima idea del porqué sentía tal cosa en ese momento. No era la primera vez que subiría a un escenario, lo ha hecho en demasiadas ocasiones.

«Pero esta es la primera vez que una admiradora secreta andará entre el público» dijo su voz interna, sorprendiéndole en un ataque directo.

Wonpil frunció el entrecejo. Aquello era en parte falso y en parte real. El chico de ojos oscuros sabía perfectamente que traía unas cuantas chicas detrás de él, estar en una banda tiene sus beneficios, no obstante, ninguna chica se había atrevido a darle un obsequio como el que recibió ayer. Así que esta admiradora era diferente a las demás.

Wonpil descubrió que eso es lo que le ponía los nervios a flor de piel. No tenía la más mínima idea de cómo lidiar cuando encontrara a la chica que le regaló el teclado.

Él era bueno con la música, con las chicas no tanto. Aún así, eso no le quitaba el mérito de tener a varias suspirando por él.

Wonpil cerró los ojos con tal de tranquilizarse, pero como si el destino le jugara una mala broma, la imagen de su vecina riéndose a sus anchas con el chico de la tienda de música apareció de repente.

Wonpil abrió los ojos de golpe, sintiendo un cambio de humor repentino, chasqueó la lengua y cruzó sus brazos sobre su pecho con un gesto malhumorado en el rostro. No entendía el porqué había pensado en ello ahora.

Él se había asegurado de bloquear aquello después de haberlos visto.

— ¿Qué era tan gracioso para hacerla reír así? — Wonpil enarcó una ceja mientras pensaba.

No se le ocurrió nada. Pero sabía que Jackson era toda una joya para hacer reír a la gente. No eran exactamente amigos, Wonpil le conocía de la tienda de música y lo veía esporádicamente en la escuela, el chico estaba el el grupo de basquetbol. Desconocía la posición, pero el susodicho siempre jugaba en todos los partidos.

— Olvídate de ella — se animó el chico de los rayos rojizos — concéntrate en la admiradora.

Si tan solo supiera.

El ruido de los aplausos del público le hizo volver en sí, ya habían pasado seis números, y ellos son los octavos en presentarse.

Wonpil suspiró. Se obligó a serenarse y a poner la mente en blanco, pero no pudo hacer ninguna de las dos cosas.

Desde ayer él pensaba mucho en la chica de la casa al otro lado de la calle. En tan solo un día la había visto en varias ocasiones, al grado de que él llegó a observarla desde su ventana la noche anterior. Y cuando fue cachado fisgoneando, se sintió tan avergonzado que su corazón latió frenéticamente y un calor repentino le puso colorada la cara.

No solía mirar tanto a las chicas, su enfoque siempre ha sido la música, pero estaba ocurriendo una excepción en estos momentos. La chica no dejaba de ocupar sus pensamientos.

El tecladista ladeó la cabeza para disipar los pensamientos. No era momento para pensar en su vecina, debía encontrar a la admiradora y darle las gracias por el regalo que le salvó la presentación a él y al grupo entero.

Wonpil sacó una hoja doblada de su pantalón. Era la nota que recibió junto con el teclado. La leyó por millonésima vez:

"Mañana asistiré para verlos"

Aquella frase era la que más se le había quedado. El mensaje era claro, la chica estaría ahí.

Y él tenía claro que hacer: Agradecer por salvarle el pellejo a última hora y no esperar nada a cambio; sin embargo, antes de agradecer, debía encontrarla primero.

THE GIFT » WONPIL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora