Wonpil tenia un debate interno.
La idea surgía en su cabeza, pero no quería aceptarla completamente. Esta tarde, después de intentar secar su teclado en el patio delantero, justo antes de volver a entrar a su casa, la había visto a ella. Él no estaba seguro completamente si ella había escuchado todo su dilema mientras hablaba con su hermana, pero para él su margen de probabilidad es bastante alto; un noventa por ciento.
Al principio a Wonpil le había parecido divertido y tierno verla avergonzarse por ser descubierta escuchando conversaciones ajenas, pero ese toque divertido y tierno que le causó su vecina en aquel entonces, ahora se volvía en intriga.
— Y... ¿y sí ella fue la que lo mandó? — se cuestionó, cruzó sus brazos sobre su pecho a la par que pensaba el asunto a más detalle, su ceño estaba ligeramente fruncido y sus labios apretados en una ligera mueca — Ella estaba cuando discutía con mi hermana, y después de que entregaron el paquete, apareció de nuevo. Es mucha coincidencia ¿no?
Wonpil llevó su mano izquierda al mentón y miró hacia el techo. El asunto le intrigaba bastante.
— No, no creo — dijo finalmente —. No creo que ella tenga suficiente dinero para pagar por cuenta propia un teclado nuevo, así como así, de un momento a otro. Es de un grado menor que yo y apuesto a que sus padres no le darían dinero para que lo gastase en un extraño. No, claro que no.
Wonpil soltó una ligera risa que se tornó algo nerviosa.
— O ¿sí?
Él estaba realmente confundido. Y aunque aceptara que ella fue la chica que le dio el teclado para salvarle el pellejo y el de sus amigos ante el dueño del lugar donde se presentarían, aun quedaba la incógnita del por qué lo hizo.
Sí, son vecinos y van en la misma escuela, pero ninguno es cercano al otro o a algún otro miembro de sus familias.
Wonpil recordaba que muy esporádicamente, cuando se topaban en los pasillos de la escuela o en el vecindario, ambos se daban una que otra miradita amistosa, y compartían un saludo cortés, pero hasta ahí.
Al parecer de Wonpil, ella no tenía ninguna razón para hacerle un regalo de tal magnitud.
Kim Wonpil respiro hondo y soltó un gran suspiro.
No lograba comprender y la cabeza comenzaba a dolerle por su dilema, a lo que el chico de cabellos rojos vio aquello como una señal para dejar el tema por la paz; así que ladeó la cabeza despejando los pensamientos y siguió con sus actividades.
Tenía que enfocarse más en adaptarse al nuevo aparato y practicar las canciones para que todo saliera perfecto.
Ya tendría tiempo mañana para buscar a su salvador o salvadora después de que la presentación con el grupo fuera un éxito.
•••
Wonpil ensayaba su canción en la sala, sus dedos se movían con firmeza y pasión sobre las teclas del instrumento. Su voz melodiosa llenaba la sala por completo y la emoción en su interior era notoria ante cualquier persona que lo viera practicar en ese momento.
El chico soltó un gran suspiro y se dejó caer en el respaldo del sofá. Sus labios mantenían una gran sonrisa y su respiración era ligeramente acelerada.
Luego de unos minutos de estar así, Wonpil enderezó su cuerpo, sentándose de nuevo en el sofá. Tomó de nuevo la tarjeta de la persona que le dio el regalo y la releyó por milésima vez. Aunque quisiera dejar el asunto para después y centrarse en su ensayo, no podía. La curiosidad podía más con él.
Sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón y marcó el número de su madre. Ella estaba en el trabajo —le había tocado salir un poco más tarde de lo usual el día de hoy—, pero atendió la llamada.
— No, cariño. No he enviado nada a casa — le respondió su madre apenas él terminó la pregunta.
Wonpil torció los labios.
Tenía la esperanza de que sus padres le hubiesen enviado el teclado, pero al parecer no fue así.
— ¿Estás segura?
— Te hubiese avisado, o a tu hermana, pero no lo hice o ¿sí? — él sonrió.
— No. Bueno, eso era todo, mamá. Te veo más tarde.
— Seguro, cariño.
Wonpil finalizó la llamada y volvió a dejarse caer en el sofá. Su hermana entró a la sala con una charola en manos.
— Come algo, tonto, o te pondrás mal. Llevas toda la tarde practicando.
El chico aceptó el sándwich que su hermana le preparó improvisadamente en lo que llegaba la pizza que ordenó.
— ¿Qué tal el nuevo teclado? — preguntó ella y su hermano no pudo evitar sonreír.
— Genial, cayó del cielo — bromeó y ambos rieron.
— ¿Alguna idea de quien lo envió?
— Tengo una sospecha, pero me gustaría estar seguro antes de revelar nombres. La tarjeta dice que mañana asistirá a la presentación, ahí lo confirmaré.
Su hermana asintió. Wonpil le dió un gran trago a su refresco.
— Bueno, quien sea la persona, ya me agrada. Me salvó de la muerte.
— No seas exagerada — Wonpil rio —. No te iba a matar, iría a prisión y no tocaría con los chicos. Así que, deseché la idea apenas surgió por mi mente.
Wonpil se ganó un buen golpe en las costillas por decir aquella broma.
— Como sea, enmendaré mi error y te conseguiré un estuche nuevo para el teclado luego de recibir sueldo.
Wonpil le miró incrédulo.
— Hablo en serio.
El chico sonrió.
— No es necesario, pero tampoco te diré que no.
Los hermanos Kim rieron.
— Bueno, te dejo seguir en lo tuyo, yo debo hacer mis pendientes también. No tires el refresco en el aparato.
— Ni que fuera tú — atacó el divertido.
— ¡Wonpil!
El soltó una gran risa.
— Oye, tú sacaste el tema.
— Como sea, yo invitaría la pizza, pero ahora tú la pagarás.
El rodó los ojos, y aunque no quería pagar, terminó aceptando. Por lo menos, para eso sí le alcanzaba el dinero.
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THE GIFT » WONPIL.
Hayran KurguUn tecladista, una presentación, una chica y mucho papel envoltorio para regalo. THE GIFT » WONPIL © -parkjun 2019. Queda prohibida su copia parcial y/o total de esta obra.