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Todo su mundo se había derrumbado, su mente ya con sus memorias de regreso se encontraba en un verdadero caos, no sabía en que creer, no sabía que pensar ni siquiera  que sentir pues había sido traicionado esa noche. 

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Tras su rescate se llevarón a Dostoievski a una prisión de máxima seguridad, donde no podría causar daño a nadie ni dar órdenes a sus subordinados que habian logrado escapar así que solo sería cuestión de tiempo para acabar por completo con su organización.

Una vez lo sacaron de ahi, el castaño quito su abrigo para colocarlo sobre los hombros del mafioso, su cuerpo delgado no paraba de temblar, estaba en shock

- yo lo llevare- la orden fue sencilla y su voz parecía no mostrar ningún sentimiento, se notaba la molestia en su persona.

Tras sus palabras ambos jóvenes obedecieron poniéndose de pie para que su superior cargará a quien aún creían su pareja pero lo que vieron los dejo perplejos, Nakahara había tomado una navaja que se encontraba en el bolsillo de la gabardina y acercado de manera peligrosa a su propio cuello tras empujar al detective

- no me toques bastardo - sus orbes celestes se humedecieron mientras pequeñas lágrimas recorrían sus mejillas

- Chuuya no lo hagas - lentamente intento tomar la navaja aunque el mafioso ejerciera mayor presión al punto de provocar una pequeña herida- damelo mi amor por favor todo va a estar bien

- no me llames así- soltó el objeto bajando ambas manos al suelo - ¡maldito mentiroso! - elevó la voz intentando levantarse sin embargo continuaba débil que si no fuese por Akutagawa hubiese caído.

Múltiples autos los esperaban afuera, lo llevarían de regreso a la mafia donde sanarian sus heridas, ninguna era grave pero era necesario tratarlas de inmediato. 

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Después de ese día todo volvió a la normalidad, ambas organizaciones volvieron a sus deberes encargándose de los seguidores del ruso que restaban.

El pelirrojo permaneció durante semanas dentro de las instalaciones, en una habitación preparada para él mientras la elegante mujer que fue su mentora lo cuidaba de la misma forma que una madre hacia con su hijo.

La gran puerta de caoba se abrió dejando ver a la fémina con una charola que contenía los alimentos del menor junto con analgésicos que el mismo Mori recetó.

-¿como te sientes Chuuya? - pregunto con preocupación dejando todo a un lado y posarse a su lado

- estoy mejor anee san- se sentó con dificultad mostrando las vendas que cubrían su pecho y abdomen

- te he traído tu comida, esta vez intenta terminarla ¿bien? - acarició su cabellera rojiza removiendo los mechones que caían de su rostro

Solo asintió, ella era la única a la que no podía llevarle la contraria, aún si no lo quisiera debía comer pues  solo así iba a conseguir mejorar.

- anee san... - observo a la mujer quien acomodaba las flores que se encontraban a lado de la cama, un ramo de rosas blancas con lirios que Dazai había enviado - tiralas... no las quiero, no quiero nada que venga de ese maldito

- pero Chuuya ¿no crees que son hermosas? - sonrio con tristeza tomando el florero entre sus manos - son las mismas que te regalo en su primera cita

- no me importa, todo fue una mentira - presionó sus puños con fuerza intentando controlar el nudo en su garganta

- sabes que no puedes seguir así, tarde o temprano deberás hablar con él y aclarar todo - se encamino a la salida para volver a sus deberes - por cierto, ya saco sus cosas de tu apartamento, podrás volver allá cuando estés listo

No  hubo respuesta, lo último que se escucho fue la puerta cerrarse quedando una vez más completamente solo.

Fictober 2019 ~Bungou Stray Dogs~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora