Día 3

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Día 3

Domingo 29 de septiembre.

Casi me da un paro cardiaco al despertar cerca a Chase, había olvidado por completo su molesta presencia en mi cama. Tal parece que este colchón ultra cómodo tiene el efecto de hacerte olvidar las cosas. Había olvidado todo lo que pasó anoche o al menos pensé que fue un mal sueño.

No me malinterpretes, no odio a Chase. Sólo... me molesta su presencia.

Abandoné la cama con cuidado para no despertarlo, me pareció verlo babear la almohada, decidí investigar más tarde.

Luego de mi rutina normal de aseo descubrí que el intruso se había ido y se llevó consigo a mi adorada Miss P.

Corrí hacia su habitación. Él no puede hacerme esto, no después de soportarlo anoche.

-¡Devuélveme a Miss P!- exigí a todo pulmón

Chase sonrió con malicia y dio media vuelta ignorándome.

-¡Te dije que la devuelvas!- volví a gritar

-¿Quién es Miss P?- preguntó Ian uniéndose, al parecer los gritos lo atrajeron

-La guardé en un lugar seguro- dijo Chase al fin

-¡Chase! ¡No volveré a dejar que pases otra noche..!-

Chase se lanzó sobre mí y me cubrió la boca con una mano impidiéndome hablar.

A pesar de mis esfuerzos no me soltó. Ian simplemente se retiró de la habitación sin siquiera defenderme. Finalmente mordí la mano de Chase para que me liberara.

-¡Qué diablos te pasa!- gritó retirando la mano

-Devuelve la muñeca-

-¿En serio ibas a contarle a Ian lo de anoche?-

-Si-

-Si alguien se entera de lo que pasó ayer, tu muñeca pasará a mejor vida. Ni Ian, ni mi madre ¿ok? Será nuestro secreto-

-¡Eres un idiota! Por qué no me la devuelves simplemente-

-Porque gracias a tu Miss P esto puede ponerse muy divertido sabes...-

-¡Te odio Chase Marshall!- Chillé antes de salir de su habitación

-No puedo decir lo mismo Meg- dijo copiando mis palabras de anoche.

No puedo permitir que Chase le haga daño a Miss P, es el objeto más preciado que tengo. La impotencia y la rabia en mi crecen de forma desmedida. Quiero llorar quiero golpearlo, pero cualquier movimiento en falso contaría por la "vida" de Miss P. ¿Lado humano? ¡Por favor! ¡Olvida cuando dije eso! ¡Bórralo ahora mismo! ¡Maldito hijo de... Madame! ¡Maldito mocoso consentido!

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La hora del desayuno llegó y no pude evitar ver con odio a Chase a cada instante. Parecía totalmente feliz con ello.

Y aquí vino el problema.

-¿Meg podrías pasarme el azúcar?-

-No-

-Recuerda a quien tengo bajo la manga...- susurró con voz malévola

Apreté los labios y le pasé la azucarera de mala gana.

Sonrió complacido.

-Meg, ¿Podrías prepararme un emparedado?-

Madame de inmediato levantó la mirada y la clavó sobre mí.

El Diario de Meg- Mayte GutiérrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora