Día 25

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Día 25         

Viernes 22 de Noviembre 

Han pasado varios días desde que dejé la mansión. Mi móvil no ha parado de sonar, llamadas de Chase, de Ian, pero no respondí a ninguna. Sólo realicé una llamada al teléfono fijo de la mansión exigiéndole a Ian que enviara algunos conjuntos, vestidos y dinero. Afortunadamente no dijo nada más en ese momento y por la tarde el chofer apareció afuera del departamento de los Miller.

No me gusta la idea de estar incomodándolos, aunque ambos parecen estar muy contentos. Les ayudo en todo lo que puedo para mantener el lugar , ordeno, aseo e intento cocinar.

No me siento muy bien que digamos. Sigo muy triste extrañando a Chase y preguntándome cuando podré librarme de todos estos sentimientos hacia él. Intento distraer mi mente con las tareas de la escuela. Les conté a Stella y Kyle lo que me estaba pasando y ella muy amable se ofreció a darme abrigo en su casa al menos por un tiempo. Creo que una semana con los Miller es suficiente, tal vez para la próxima deba irme con Stella.  Stella parecía realmente sorprendida de que tuviera o al menos tuve una relación con Chase Marshall.

El día estaba de lo más tranquilo. Llegué de la escuela un poco cansada pero me dispuse a cocinar algo para todos, no soy muy buena pero me las arreglaría.

Andy me ayudó y debo admitir que es un excelente cheff, de no ser por el la comida hubiera sido un fiasco.

Terminado el almuerzo mi móvil empezó a sonar insistentemente. Miré la pantalla, Ian. A la cuarta llamada contesté completamente molesta.

—¡ya deja de llamarme!

—¡Meg por favor escucha!

—¡No, no quiero!

—Meg por favor…es importante

— No no y no

—¡Meg! ¡Madame a muerto! .

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Tan pronto me di cuenta de lo que pasaba colgué la llamada y corrí a alistarme, con las palabras entreveradas les conté lo sucedido a los gemelos. Ambos se miraron sorprendidos y se ofrecieron a llevarme a la mansión.

Pobre Chase, en este momento sólo puedo pensar en lo que está sintiendo, en lo terrible que es quedarse huérfano, completamente solo en esa enorme casa. En lo terriblemente dolorosos que es perder a tus padres.

Bajé de la camioneta a toda velocidad, Ian me esperaba con la puerta abierta.

—¡¿Dónde está él?!

—En su habitación.

Los Miller se quedaron afuera, no querían incomodar a Chase.

Subí las escaleras al segundo piso de dos en dos. Y lo encontré ahí. Tumbado en la cama en un mar de lágrimas. Sin dudarlo, me recosté a su lado y acaricié levemente su cabellera.

Se volvió en mi dirección, los párpados rojos e hinchados de tanto llorar.

—Meg

—Aquí estoy.

—Ella, se ha ido…

—¿Qué paso exactamente?

—Un paro cardiaco.

—Lo siento Chase, lo siento tanto.

—Estoy solo Meg, ambos se fueron…

—Yo estoy aquí, no voy a irme.

Me abrazó con fuerza y continuó llorando.

Madame, ¿cómo pudo pasar esto? Es terrible pensar que la persona que me abrió las puertas de su casa en el peor de los momentos haya pasado a la otra dimensión sin previo aviso. El único recuerdo que tengo de ella es esa sonrisa fugaz que me dio aquella vez en la cena. Su voz aun suena en mis oídos diciéndome que iré a la escuela de arte y literatura. No puedo creer que nunca más vaya a verla caminando por la mansión, tejiendo algo o regañándome por no comportarme como es debido.

Las lágrimas también escaparon de mis ojos ante el inminente dolor. Nunca le di las gracias por todo, y cuantas molestias le causé. Es terrible no poder despedirme de ella, no poderle pedir disculpas por los malos ratos, no poder agradecerle por todo lo que ha hecho por mí y peor aún ahora jamás sabré la verdad de por qué me trajo aquí.

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Chase apenas probó un poco de la cena y en su estado es comprensible. Me recuerda a mí la primera noche que perdí a mis padres. Ian me comentó que los organizadores de la película se encargarían de traer de regreso a Madame para darle eterno descanso en la ciudad y para que todos nosotros pudiéramos despedirnos de ella por última vez.

El ambiente en la casa era terrible. Todos estaban callados y apenas hacían ruido al moverse. Ian miraba a Chase consternado, él parecía perdido en sus pensamientos con la vista puesta en su plato de comida. Dorothy en la cocina no emitía ningún sonido tanto que pensé que se había ido.

Más tarde escuché a Chase por teléfono coordinando con alguien para los servicios del funeral de su madre, los gastos y todo.  Los Miller le dieron sus condolencias y se retiraron. Thomas preguntó si estaba bien que me quedará y asentí. Se despidió de mí con un beso en la frente. Andy me pidió que sea fuerte por todos y sobre todo por Chase.

/*/*/*/*/Entrada la noche*/*/*/*

Chase no puede dormir. Entré a su habitación a hacerle un poco de compañía, me senté a su lado en la cama intentando consolarlo. Pero el seguía en silencio.

Me imagino lo que siente, la primera noche en que mis padres murieron me fue imposible dormir, sólo lloraba y ni siquiera me encontraba en casa, estaba sola en una sala afuera de la morgue tras recibir la noticia y me era imposible moverme de ahí. Me había quedado petrificada y sin sensaciones, ¿qué sería de mi vida? ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué mis padres? ¿Por qué ambos? Las preguntas rondaban mi mente mientras las lágrimas fluían cada vez más. Intenté verlos en ese instante pero no me dejaron hacerlo, ¿tan terrible era su estado? Me pregunté. Era el único familiar que podía reconocerlos pero por ser menor de edad no me lo permitieron, dijeron que con sus documentos era suficiente para estar seguros que eran ellos.

El entierro fue dos días después la ceremonia no estuvo llena de gente, apenas algunos compañeros de trabajo de mis padres, algunos ex compañeros de mi escuela y vecinos de la cuadra, fue tan triste no tener a alguien para que me consolara en ese momento, ningún familiar nadie cercano. Sólo pude quedarme de pie ahí en medio de la lluvia cuando toda la gente se fue y yo solo quería abrir un tercer hoyo y enterrarme junto a ellos, no quería irme.

Al parecer Chase al fin se había quedado dormido, me levanté cuidadosamente de la cama para no despertarlo, pero de inmediato él tomó mi mano deteniéndome.

—No te vayas… por favor.

Me jaló levemente hacia él y yo terminé acomodándome junto a él en su cama. Envolví mis dedos en su cabello y él se acercó aún más. Podía sentir sus mejillas calientes en mi clavícula, su respiración pesada.

¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Qué va a ser de nosotros?

El Diario de Meg- Mayte GutiérrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora