Día 22

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Día 22

Viernes 15 de Noviembre 

El día no pudo ser peor. Estuve atrapada en una fría celda en una delegación policial.

¿Te preguntas qué hice? Bueno, rebobinemos un poco…

/*/*/*/*Por la mañana/*/*/*

Zigmung llegó a primera hora a la mansión. ¿Su pretexto? Llevarme al club deportivo. Obviamente me negué pero puso esa cara de “le voy a contar a Madame que tienes una relación con Chase” y tuve que aceptar contra mi voluntad.

A nuestra llegada encontramos a Chase esperando por mí en una de las bancas de la cancha de tenis, pero Zigmund me obligó a decirle que hoy jugaría con él.

Debo ser honesta y confesar que el idiota es bueno en algo, el tenis. Se le da bastante bien y por supuesto no pudo con mi torpeza y abandonó la cancha frustrado tras quince minutos de juego.  Deseaba por una vez en mi vida dominar la raqueta y darle justo en la cara.

Chase lo miraba con odio, pero en el fondo ambos sabíamos que Zigmund por ahora nos tiene en sus manos. Lo único que nos queda es tener paciencia, seguir su juego y descubrir sus intenciones.

/*/*/* Lo hora del almuerzo/*/*/*/*

Zigmund me dio un descanso y al fin pude pasar un poco de tiempo a solas con Chase.

Me lancé a sus brazos y el me recibió con mucho cariño.

—Juro que no aguantaré un día más con Zigmund en medio de nosotros— dijo mientras acariciaba mi cabellera.

—Paciencia, Chase. Todo a su tiempo.

Decidimos almorzar fuera de casa. Chase me aseguró que conocía un restaurante de comida oriental muy bueno y abordamos su auto con dirección al local.

No contábamos con lo que pasó a continuación…

Un aguacero se abrió paso en medio de las nubes mojando todo a gran velocidad y llenando las calles de agua. Parecía un diluvio. Chase redujo la velocidad al manejar pero el auto de la nada se detuvo.

—¿Qué pasa?

—Se apagó.

—Enciéndelo entonces.

—No se puede.

El auto se averió. Era la peor de las catástrofes puesto que Chase no tenía efectivo para volver a casa, sólo trajo una de sus tantas tarjetas de crédito. Revisé mis bolsillos y todo lo que pude encontrar fueron pelusas acumuladas en los ribetes.

El plan era el siguiente:

1-     Bajar del auto y correr en busca de un cajero automático.

2-     Tomar dinero suficiente como para pagar un taxi de regreso a la mansión.

3-     Llegar sanos y salvos a casa.

Nada de esto funcionó.

1-     Bajamos del auto a toda prisa pero antes de subir a la vereda un camión recolector de basura pasó a toda velocidad frente a nosotros levantando una cortina de agua sucia que nos empapó de pies a cabeza.

2-     Chase se tragó un poco de agua sucia.

3-     Una patrulla policial acompañada de un camión de la policía aparecieron frente a nosotros. Los policías empezaron a recoger a los vagabundos, al parecer estábamos en alguna zona residencial donde estos no estaban permitidos. ¡Auxilio! ¡Vienen hacia nosotros!

4-     Ni Chase ni yo teníamos documentos. Los polis nos toman de las manos nos empujan.

—¿Acaso no saben quién soy? ¡Soy Chase Marshall!

—Sí, sí todos dicen que son famosos cuando los detienen.

5-     Terminamos a bordo del camión policial rodeados de verdaderos indigentes y vagabundos que nos miraban con desconfianza.

6-     Uno de ellos quería que Chase bebiera de su mugrienta botella de vino barato. Vi el rostro de mi novio palidecer y casi vomita al olerlo.

7-     Una vez en la delegación policial nos interrogaron por un corto tiempo y luego nos encerraron en una celda común a todos.

—¿Y ahora qué hacemos?— le pregunté a Chase tirando de su camiseta empapada.

—Tranquila, tenemos derecho a una llamada.

—¿A quién llamarás?

— No te preocupes, en un segundo estaremos fuera de este lugar— se acercó para darme un beso en la frente pero aparentemente tenía demasiado lodo cubriéndome. Sólo me dedicó una sonrisa.

Chase se acercó a uno de los custodios de la celda.

—Oiga tengo derecho a una llamada ¿verdad?

El poli asintió.

—Quiero hacerla ahora mismo.

Abrió la celda, Chase me dirigió una mirada que decía: “Todo estará bien” y salió junto al poli.

Al volver Chase traía una cara larga y estaba completamente desmoralizado.

—¿Qué pasó?

—Llamé a la mansión. Dorothy no está en casa e Ian no tiene autoridad ni dinero para sacarnos.

—¡No!

Momento del plan de emergencia. Conocía a una persona indeseable que podría sacarnos de aquí.

—Señor policía, momento de hacer mi llamada.

/*/*/*/*/* Por la noche/*/*/*

  Estoy de vuelta en la mansión sana y salva. El auto de Chase ya está en algún taller mecánico para la inspección del caso y bueno todo está bien menos mi orgullo. Tuve que recurrir a mi molesto “ene-amigo” Zigmund. Una llamada bastó para que el idiota viniera por mí ( y Chase de paso) a la delegación policial junto a su padre. Hicieron los trámites necesarios y los polis nos dejaron libres no sin antes recordarnos que es un peligroso andar por ahí indocumentados. (PD: no quiero volver a una celda)

Zigmund se quedó un poco más en casa muriendo de risa de cómo nos confundieron con vagabundos y se jactó de cómo el hizo el heroico gesto de salvarnos. En fin, parece que le debo una al gran tonto.

La noche pasó así,  mi querido Chase tiene el orgullo aún más herido que yo. Se encerró en su habitación apenas llegamos y ni le dio las gracias a Zigmund. No me quedó de otra que tragarme mi orgullo y pronunciar un doloroso “gracias” para él.

Eso es todo por ahora,  quisiera mantenerme alejada de los problemas pero por lo visto no hacen más que seguirme.

Nos vemos.

El Diario de Meg- Mayte GutiérrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora