Parte 1: ¿Por qué te fuiste?

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NOTA DE LA AUTORA: ¡Buenas! aquí os traigo de mis ultimos fics mas recientes que me habéis pedido más de una, esta es la segunda parte de La voz prohibida, es decir, primero hay que leer ese para entender este. Espero que lo disfrutéis ^^


"Dioses a medias"

1- ¿Por qué te fuiste?

**Starrk**

Raro en mí, antes de que el despertador suene, yo ya estoy en pie. Jamás había deseado tanto estar despierto desde que mi corazón empezó a latir cada día a un ritmo perturbable. Solo por él. Por esa persona que acababa de dar sentido a mi vida.

Me ducho rápidamente para ponerme un uniforme blanco compuesto por dos piezas, pantalón y camisa de mangas cortas anchas con una plaquita enganchada a la altura de mi pecho donde se puede leer mi nombre y mi cargo.

-Viejo, me voy ya- bajo las escaleras hasta el piso de abajo viendo el humo del puro que mi padre sostiene entre sus labios mientras lee el periódico apoyado en la mesa de la cocina. Apenas levanta sus profundos ojos rojos para mirarme y solo separa los labios para hacerme la misma maldita pregunta de siempre.

- ¿Vas de nuevo al geriátrico? -

-Trabajo allí- le contesto secamente mientras me pongo la chaqueta por encima y él medio sonríe maliciosamente.

-No me jodas pequeño. Tú vas a ver a ese anciano moribundo-

-Eso no es de tu incumbencia-

-Es asqueroso. Déjalo antes de que te tachen de pervertido o algo peor-

Ni siquiera le contesto cuando salgo dando un portazo y subo en la moto arrancándola varias veces hasta que consigo mantenerla encendida. El vaho frío sale de mis labios pese a estar fruncidos y maldigo entre dientes la estampa de mi padre. Qué sabrá el...no tiene ni idea de lo que esa persona significa para mí ¿Qué más da su edad?

Al llegar a la residencia de ancianos en la que trabajo como auxiliar, me detengo ante el grisáceo edificio resoplando ante su aspecto decadente. Me deprimía mucho trabajar aquí al principio, hace casi un año hasta que le conocí. Fue entonces cuando mi vida dio un giro completo. Como si nuestro encuentro hubiera sido premeditado desde hace mucho. Tanto tiempo...que no puedo ser consciente de ese lapso.

Saludo rápidamente batiendo mi mano a algunos compañeros y atiendo a algunos ancianos que reclaman mi atención nada más verme por el pasillo. Intento no mostrarme desesperado hasta que me detengo frente a la puerta cerrada de la habitación a la que ansío entrar. Mi corazón empieza a galopar con fuerza y cuando entro abro los ojos de par en par al encontrarme la cama vacía. Por un momento siento pánico, pero al echar mi vista hacia la pequeña terracita, observo a la persona que está sentada en su silla balancín, con su yukata gris de dormir puesto, las manos sobre su regazo cubierto por una manta y su cabello gris ondeando a la par que la suave brisa de invierno. Cuando su cansado oído oye mis pasos al acercarme a él, sus preciosos ojos azules me observan empequeñeciéndose y llenándose de arrugas cuando me sonríe bondadosamente. Ah dios... ¿Cómo puede enternecerme tanto?

-Kuchiki-dono...- susurro su apellido tenuemente haciéndole cerrar los ojos lentamente antes de volver a mirarme.

-Ah...Starrk-kun...- sonrío cuando oigo mi nombre con ese sufijo tan inmaduro pero que le dejo usar con gusto. Ya no soy un niño, tengo treinta y tres años, pero a sus ojos debo parecerlo. Al igual que él me parece mucho más joven de la edad que tiene.

-Te he echado de menos- tomo una de sus manos notando lo fría que está y se la beso intentando calentarla con mi aliento. Puedo notar como eso le hace estremecer y aprieta mi mano haciendo que pueda sentir más las arrugas de su piel. No me importa, es más, me gusta acariciárselas como si con solo tocarle pudiera hacerle rejuvenecer.

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