Capítulo 5

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Pedro se mantuvo incrédulo, quieto y pasmado. Esa carita se le hacía tan familiar, y en poco cayó en cuenta de quién se trataba; si era tan parecida a su ex esposa... De todos modos, se restregó los ojos y preguntó:

—¿De verdad eres mi hija Yvonne?

La chica asintió repetidas veces con lágrimas en los ojos. Sin dudarlo más, se lanzó a sus brazos.

—Papá —sollozó.

La dicha que sentían era indescriptible. Después de largos años, por fin conseguían sentir el calor del otro. Cuánto había necesitado Yvonne de su cariñoso padre, de sus abrazos, de sus consejos. A ella le faltó esa calidez de un progenitor, de su confianza...

—De verdad eres mi hija —gimoteó el hombre, sin darse cuenta las lágrimas empezaron a caer una tras otra.

Una vez que se apartaron, él la contempló con melancolía. La última vez que la vio, era un pedacito de persona, con su cabello brillante, sus ojitos tiernos, y sus mejillas regordetas, ahora se había convertido en una mujer preciosa, de mirada tierna, y elegante. Era como ver a su ex esposa en sus años mozos.

—Eres tan parecida a tu madre...

Yvonne contestó con dulce sonrisa.

—Todos me lo han dicho. ¿De verdad somos tan parecidas?

—Completamente. —Le acarició una mejilla—. ¿Cómo está ella? ¿Se encuentra bien?

—Sí papá, está muy bien.

Pedro asintió, quiso saber si ella había encontrado a alguien más. Pero no tenía las palabras para hacerlo. Mas sin necesidad de palabras, su hija pudo captar su interrogante.

—Mamá no volvió a casarse. —Los ojos de su padre denotaron un sutil brillo, a pesar de lo cansados que lucían—. Todo este tiempo se ha dedicado solo a su trabajo y a mi crianza.

¿Era lo que deseaba escuchar? Pues cuando la escuchó, de pronto se sintió aliviado.

—Lo hizo muy bien...

—Aunque siempre me hizo falta tu presencia —dijo la castaña con nostalgia.

—Y a mí la tuya. —La volvió a abrazar—. Vamos hija, subamos al departamento, tenemos mucho por hablar.

Yvonne sonreía tanto que sentía que sus líneas de expresión se habían hecho más notorias. No quiso soltar el brazo de su padre ni un instante. Aun recordaba cuando niña, lloraba por él, no había noche en que no lo extrañara. En su memoria estaban sus palabras cálidas, sus brazos protectores, y sus chistes sin gracia que se inventaba para ella.

Nina salió de su habitación en cuanto escuchó la puerta abrirse.

—Papá, te estuve esperando para... —Se detuvo en seco ni bien su hermana mayor entró detrás de su padre.

El hombre se entusiasmó.

—Nina, mira hija, tu hermana Yvonne —chilló emocionado.

La pelinegra rodó los ojos soltando un sonoro bufido. Maldijo la hora en que la detestable y su padre se habían cruzado.

—Papá, ¿cómo puedes recibirla con los brazos abiertos? —No tardó en escupir su veneno—. Mírala, es una distinguida de la alta sociedad. Junto a ella parecemos sus sirvientes. Permaneció por años fuera de nuestras vidas, y así tiene que seguir.

—¡Nina! —La retó de vuelta.

Lanzándoles una mala mirada, ella volvió a su habitación.

Me Gusta tu Vida©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora