Capítulo 9

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La expresión sombría de Janna fue un grito de victoria para Yvonne. Quería decirle muchas más cosas, pero no le correspondía. Dejándola con la palabra en la boca subió rápidamente a su departamento. Recordó que había olvidado sus documentos.

Tuvo que correr para llegar al paradero de autobuses a tiempo, para no perder el bus que pasaba a esa hora. Se detuvo en seco al encontrarse con Caleb que, esperaba sentando mientras leía un libro.

—¡Caleb! —Se sentó junto a él.

—Yvonne, me alcanzaste. ¿Siguiente búsqueda?

—Sí, ojalá hoy pueda encontrar algo.

—Esperemos que sí. Actitud positiva.

Una jovencita se paró junto a ellos, cargaba su mochila a tope mientras miraba el reloj en su muñeca. Parecía ser una universitaria. Su nuevo vecino se puso de pie y le cedió el asiento. Ella le agradeció con una sonrisa.

—¿Qué línea debo tomar para llegar a la avenida Centurión? —le preguntó Yvonne a Caleb.

—Ah, en la que voy yo, la que viene justo allí.

Ella enfocó su vista hacia el bus rojo con blanco que él había señalado. El vehículo se paró justo frente a ellos. Se acomodó el bolso para subir, pero la gente que había esperado la misma línea, se aglomeró y subió primero mientras la empujaban. Se quejó, pero nadie le hizo caso, salvo Caleb.

—Ven, sube. —Subió primero y le tendió la mano.

Sin dudarlo la tomó y se impulsó para subir. El bus estaba súper lleno, no había ni un centímetro vacío.

—Caleb, ¿no crees que debemos esperar el siguiente bus?

El negó.

—El siguiente pasa en media hora, nos haremos tarde.

Asintió sin mucha convicción, pero no tenía de otra. Como pudo logró sostenerse del pasamanos. Estaba horrorizada, sentía que le faltaba el aire, podía percibir el sudor aglutinado en su espalda y axilas; agradecía que fuese invierno.

—¿Todo bien? —quiso saber su amigo—. ¿Es tu primera vez viajando en autobús?

—De ningún modo, ya lo hice cuando era niña. Hace mucho tiempo —dijo lo último suspirando—. Creo que me volveré a acostumbrar.

Ni bien terminó de decir aquello, el chofer frenó el vehículo en seco, haciéndole perder el equilibrio, que ya le faltaba un pelito para perderlo.

—¡Ah! —gritó, pero se sintió más aliviada cuando Caleb la sostuvo posando una mano en su espalda.

—¿Te lastimaste?

—No, no, estoy bien. —No estaba para nada bien.

En cuanto un asiento se desocupó, él le incitó a sentarse, aunque ella le preguntó si no quería sentarse él, pero en respuesta le dijo que ella lo necesitaba más. Y vaya que era así. No obstante, le pidió su mochila universitaria.

—¿Pero qué cargas, piedras? —bromeó cuando la sostuvo.

—Cargo mucho conocimiento —contestó sonriendo.

Le pareció que no había visto sonrisa más linda que la de él.

Después de cierto trayecto, él bajó primero, no sin antes desearle suerte en su búsqueda. Se despidió por la ventana sin dejar de sonreír.

Cuando bajó del bus, respiró hondo y se ajustó el abrigo. No había vuelto a sentirse tan nerviosa desde que presentó su tesis. Esa podría ser su última oportunidad para conseguir trabajo, y los nervios la carcomían.

Me Gusta tu Vida©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora