Capítulo 11

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Yvonne se bajó a estancadas de la bicicleta. A pesar de no haber hecho nada malo, se sentía de cierto modo culpable. Y no era para menos, al sentir la fría mirada de su novio sobre ella supo que estaba molesto.

Caleb también se sintió de cierto modo incómodo por la situación. Buscó la mirada de Yvonne intentando apaciguarse; ella le sonrió para calmarlo. Supuso que tenía que dejarlos solos. Saludó con la cabeza a Sergio y entró a la residencia.

Sergio lo seguía con la mirada queriendo fulminarlo con ella.

—¿Puedes explicarme esto? —Volvió la mirada a Yvonne—. ¿Por qué venías con ese tipo?

—Porque fuimos al parque.

—¿Y qué hacías con él en el parque? Ya lo sabía, nunca me dio buena espina.

—Sergio, no hay nada detrás de esto. Simplemente quiso animarme, ya que tú no lo haces —mencionó lo último bajando la voz. Al instante se arrepintió de haberlo soltado, debido a la dura expresión de su novio.

—¿Y por qué crees que vine? ¿Eh...? Pero te encuentro con ese tipejo —agregó con desprecio.

—No lo llames así, Sergio. Caleb es buena persona.

—¿Así qué más? —preguntó con sarcasmo—. No hay buen hombre con buenas intenciones hacia una mujer, ¿entiendes?

—Caleb no es como tú —determinó, pero volvió a arrepentirse de sus palabras. Estaba hablando sin ser muy consciente de lo que decía.

—¿Cómo...? ¿Cómo dices? —encaró ofendido.

—No, yo no quise decir eso. —Intentó acercarse a él—. Fue un error.

—Entonces es lo que piensas. —Retrocedió indignado—. Esta no eres tú Yvonne, estás siendo influenciada por esta gentecita. Eso es —aseguró mientras subía a su auto.

—Espera Sergio, no te vayas así —pidió intentando detenerlo.

Fue en vano, él se subió a toda velocidad y arrancó. Se quedó suspirando por la pelea, no se supone que debió terminar así. Se volvió hacia la residencia cabizbaja, pero cambió su expresión cuando no muy lejos divisó a su papá.

—¡Papá! —lo saludó elevando una mano.

El también que había llegado con los ánimos por los suelos, cambió de cara.

—¡Yvonne!

—¿Tuviste un buen día? —Se colgó de su brazo.

—Digamos que sí. ¿Y a ti te fue bien?

—Aún no he podido conseguir trabajo.

—Ya encontrarás algo hija.

Cuando estuvieron a punto de entrar al departamento, un hombre que tenía pinta de maleante los interceptó. Sus ojos eran feroces, y su sonrisa ladina amarillenta no mejoraba en nada su aspecto.

—Señor Pérez —saludó su papá.

Fue capaz de sentir sus nervios e incomodidad.

—Carranza, ¿ya tienes el saldo de la renta?

—El saldo de la renta —repitió nervioso—. Le prometo que la tendrá muy pronto.

Bien, la situación era preocupante.

—Ya he tenido mucha paciencia Carranza. Te doy tres días para obtener mi dinero.

—Así será señor Pérez —aseguró restregando sus manos en el pantalón.

Yvonne apenas pudo asimilar la situación.

—Papá, ¿por qué no me dijiste que necesitabas dinero? —Lo soltó para mirarlo de frente.

Me Gusta tu Vida©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora