Extraña amistad

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El trato que había hecho con los hermanos quedó solo entre él y Spike que lo había visto todo desde la ventana. No era que desconfiara de él, pero agradecía que no pudiera hablar para contarle a otros lo que sucedió. El problema no era que Gene se enterara, sino que Tara llegara a descubrir que cada noche entregaba parte de su comida que acumulaba en cada cena, desayuno o merienda de todos los días.

En el pequeño cactus no existía la traición cuando se trataba de Sandy, por lo que estuvo contento de jugar a ser su cómplice y mantener el secreto. Aunque no podía decirlo, le encantaría poder ayudar de otra manera, pero dependía de la maceta y la maceta no se movería como él quisiera. Quería estar con su amigo cuando este veía a los hermanos cada noche y no podía solo. Un día, insistió para que lo llevaran a ver a los otros dos jóvenes, lo consiguió aunque no disfrutaba al no poder hablar o jugar con ellos. Le fastidiaba depender completamente de Sandy para moverse, pero era lo mejor que tenía.

El joven de pelo purpura, que hace pocos días cumplió trece años y se adentraba más a la adolescencia, notó que la comida que daba no era suficiente para los hermanos por lo que comenzó a ayudar a su madre en los cultivos. Una muy pequeña porción de la cosecha que cultivaban a las orillas del mar les pertenecía como recompensa por su trabajo. Si realizaba su tarea eficientemente obtendría una mejor recompensa y los hermanos podrían comer lo que necesitaran.

Era menor el tiempo que pasaba encerrado en su habitación durmiendo, pero siempre sabía que lo hacía por algo valioso como lo eran las vidas de Leon y Nita que esperaban en la puerta de su hogar cada dos días a la noche.

Con el tiempo que pasó, el cactus había crecido demasiado y por poco no entraba en la maceta, debería de buscar otro lugar donde ponerlo. Ahora no podía llevarlo con él sin que se cansara en los pocos segundos que lo alzaba. Pronto lo solucionaría, cuando no le diera flojera trasladarlo a una maceta más grande. Ya tenía suficiente trabajo y el resto del tiempo lo gastaba en dormir.

Al pasar más tiempo fuera de su hogar, se había vuelto el objetivo favorito de unos ojos heterocromáticos que se arriesgaban en el palacio para poder verlo. Sus encuentros no le eran suficientes por lo que se escabullía entre los habitantes solo para admirarlo. No sabía que había en el otro chico que lo atraía demasiado y quería descubrirlo.

Habían tantas cosas que debía de desconocer aún, quería descubrir hasta el más mínimo detalle porque aún no podía creérselo ¿Cómo era él tan afortunado como para haberse cruzado en el camino de aquel inocente joven que traía consigo las mejores intenciones por más que fueran desconocidos? Le era difícil aceptar que alguien así existiera, tenía que haber algo oculto en Sandy e iba a descubrirlo de la forma en la que fuera.

Ese era su momento. Ahí tenía su objetivo caminando solo hacia las tierras fértiles para continuar su cansador trabajo que realizaba por el chico que lo observaba acosadoramente. Esta vez no iba a quedarse mirando, iría con él. Sin permitirle a sus nervios tomar el control, se acercó al de pelo púrpura aparentando confianza aunque no la tuviera.

Los ojos esmeralda lo observaron confundidos al no reconocerlo con su nueva ropa, obviamente robada. La capucha color lima dejaba su rostro oscurecido dándole un aspecto misterioso. Se le ocurrió hacer una broma, pero fue incapaz de llevarla a cabo al darse cuenta que su presencia comenzaba a asustarlo.

Antes de que Sandy saliera corriendo, habló.

—Hey, no te asustes. Soy yo, Leon ¿No me ves o qué? —habló en susurros.

—¿Leon…? —miró al nombrando tranquilizándose— Deja de cambiar de ropa a cada rato, me confundes —habló avergonzado—. ¿Y Nita?

—No te preocupes por ella, debe de estar por ahí jugando con todo lo que ve.

Wish [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora