28. Los Jacinto de Ercilla - parte I

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Aquel martes 20 del tercer mes del año Cristóbal terminó pasando la noche en el Hospital de San Romeo. En todo momento tuvo la compañía de los señores Roberto y Laura, sus padres que, por lo complicada que era la situación, no pensaron ni por asomo en reprenderlo. Los doctores, antes de darle el alta hospitalaria, que fue recién al mediodía del viernes, lo saturaron de preguntas y exámenes. Las autoridades policiales también se hicieron presentes, y con un interrogatorio con el que por poco lo hicieron llorar. «Ahora falta que vengan los que hablan de conspiraciones en la televisión. ¡Mi hijo no se topó con ninguna llorona ni qué ocho cuartos!», se quejó el señor Roberto.

Una vez en el condominio, donde gracias al portón mantuvieron alejado el asedio de los periodistas, Cristóbal fue recibido por sus amigos con un abrazo grupal. El primero que se lanzó a estrecharlo fue el Petiso Álvarez, que lloraba como una magdalena de la emoción. Tenerlo de regreso era algo que alegraba sobremanera al pequeño del bigote lechoso. Lo siguió el Chocolito Paulo que en esa mañana del martes, en la que Cristóbal cruzó el paredón, no dudó un segundo en comunicarse con su madre para que pusiera la denuncia al instante (la mamá de Paulito fue quien se encargó de sacar de la oficina a la señora Laura para informarla de lo ocurrido). Finalmente el resto de los niños se le echó encima con carcajadas, brincos y chirigotas. Hasta un manteo le hicieron.

Esa misma tarde recibió la visita de la psicóloga del colegio. La recomendación fue que el niño se tomara el tiempo necesario antes de volver a clases. Días atrás se había convertido en blanco de burlas por un video publicado en Internet, y ahora sumado esto... sin duda que él necesitaba un respiro. La situación no era para ser tomada con ligereza.

Cristóbal se tardó casi tres semanas en recuperar la seguridad de estar otra vez sentado en un aula, periodo en el que no le faltó el amor ni los amigos. Algunos lo invitaban a jugar. Otros, como Paulo, lo mantuvieron al día con los ramos y con las tareas que daban los profesores. En una de esas tardes Chocolito llegó con un mensaje para él: «Tus amigos me dijeron que estás bien. Son muchos los que te esperan con alegría», rezaba el papel cortado de una hoja de cuaderno a cuadros. Y al final del escrito, acompañado con el dibujo de una carita feliz, firmaba Camila. Durante esos días Cris no dejó de pensar en ella.

Los acontecimientos vividos se sucedieron con rapidez. Los señores Laura y Roberto accedieron a ser entrevistados, ya más tranquilos de la vorágine en sus vidas. Dijeron que su hijo había ingresado en el bosque por un balón y que allí se había quedado buscándolo hasta el anochecer. Que no se había encontrado con nada fuera de lo normal. Ningún fantasma, ninguna bruja o algún animal salvaje del que corriese peligro. Ellos no mintieron (lo habrían hecho con el fin de protegerlo). Lo que relataron a la prensa fue nada más aquello que el chico les contó. Pero había una pregunta que tanto ellos como los habitantes de San Romeo no dejaban de hacerse: «¿Cómo pudo derribarse el muro divisor?» Llegó el día en que Laura y Roberto buscaron quitarse la duda. Conversaron con Cristóbal, y él decidió que ya era la hora de revelar su historia de cabo a rabo, aunque pasando por alto lo de Camila. Apenas puso el punto final, sintió que se sacaba un gran peso de encima. Por unos segundos imaginó que sus padres se enfadarían, que no le creerían; pero de igual manera esperó la reacción.

—Cris, por supuesto que te creemos — le respondió la señora Laura después de entenderse con los ojos de Roberto—. Sabemos de inmediato cuando intentas mentirnos por alguna travesura. Y ahora...

—...Ahora vemos mejor que nunca que nuestro hijo es un valiente —agregó el señor Roberto, orgulloso—. El más valiente de San Romeo.

Cristóbal se emocionó y los abrazó. Quería congelar el tiempo. Sintió la dicha de tener los mejores padres del mundo, y la confianza de contarles por primera vez que se encontraba enamorado de una niña. Recién ahí pudo completar la historia.

Jerónimo sin cabeza [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora