30. Los Jacinto de Ercilla - parte III

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 —¡Ya, Petiso, ven con nosotros! —Cristóbal lo invitó a unirse al grupo. Lo acompañaban Camila y Paulo.

Mayo 18 de 2018. Comenzaba un fin de semana largo y los chicos ingresaban al bosque después de un tedioso viernes en el colegio. Lo hicieron a siete cuadras arriba del condominio, por un terreno algo más escarpado, puesto que ciertos puntos de entrada ya dejaban de estar cercados y con vigilancia. Vestían sus buzos escolares, excepto el Petiso Álvarez que se integró cuando el trío iniciaba la marcha. Les preguntó dónde iban. Los tres se miraron y sin mucho rodeo decidieron incluirlo. El Petiso era el único que desconocía a lo que iba ya que ignoraba la experiencia de Cristóbal en el bosque.

—¿Cuánto camino falta? —Camila le preguntó a Cris después de recorrido un buen trecho.

—No mucho —contestó—. La casona del Doctor debe estar cerca. Supongo que él nos llevará donde Jerónimo.

—¿Seguro que no te perdiste? —preguntó Paulo.

—Es extraño. No puede estar tan lejos —lo dijo rascándose la cabeza—. Claro, es que también yo me estaba haciendo el herido mientras íbamos hacia la casona. No pude ver mucho desde la escoba.

Cuando ya se disponía a reconocer que había perdido la brújula, una mariposa plateada y en vuelo se instaló frente a ellos. «Síganme», les dijo. Álvarez dio un grito del espanto. De no haber sido porque Camila lo tomó del brazo y lo calmó, habría salido patitas pa' qué las quiero.

Los niños la siguieron hasta llegar a un espacio verdoso y abierto. Allí escaseaban los árboles y perfectamente se podía armar un partido de fútbol. A lo lejos divisaron a un anciano sentado en un banco hecho de tronco. Era el Doctor Cupido que miraba contemplativo hacia los montes más altos del bosque. La mariposa se lanzó a volar de izquierda a derecha por detrás del tronco de un pino, uno de los pocos que hacían sombra. «Llegamos», dijo al salir por el lado derecho, aunque esta vez convertida en Tenanye y de tamaño humano. Cristóbal corrió a abrazarla y luego presentó a sus amigos uno por uno. El hada, una vez que los saludó con entusiasmo, les sugirió que se aproximaran al Doctor. «Camilita es hermosa. Buen gusto, mi Cris», le dijo en secreto cuando los otros chicos se adelantaron. «Por cierto, no fui solo yo la que estuvo contigo el día que te declaraste. Aparte de Jerónimo, también estaban mis hermanas que trabajan con el Doctor; y la reina Titania que, apenas supo de ti, quiso ayudarte. ¿Te gustó el detalle del viento perfumado a flores silvestres? Eso fue idea mía. Ya, ahora haz como que no te he dicho nada. Yo jamás me di créditos.»

—¿Y estos niños de dónde salieron? —preguntó el Doctor Cupido con un tono de abuelo chocho.

—Son mis amigos, Doctor —contestó Cristóbal—. Se los presento: ella es...

—Déjame adivinar —lo interrumpió—. Ella es Camilita, ¿estoy bien? Señorita, es un gusto el poder por fin conocerla. Por estos lugares se habla cosas maravillosas de su persona, como, por ejemplo, que es la musa inspiradora de nuestro laureado poeta de nombre... Cristóbal. Usted también es una artista, ¿lo sabía? —Camila sonrío con agrado. Después Cupido corrió la mirada hacia el Petiso— ¿A ver? Oye, tú. Sí, tú, el del bigote con leche. Deja de asfixiarle el brazo a tu moreno amigo: en este bosque no te va a pasar nada malo. Ven, sin miedo —Álvarez se acercó—. El llamado Petiso, ¿no? A ti te gusta que te valoren, te gusta sentirte querido, a mí no me engañas. Pero no es necesario mostrarse superior a los demás. Tienes un corazón de oro, chiquillo, y con eso basta —a Petiso se le humedecieron los ojos—. ¡Y este es el Chocolito Paulo! ¿Cuánto rato estuviste abrazado con Cristóbal el día que Chile salió campeón por primera vez de la Copa América? ¿Tres minutos?, ¿cinco?, ¿eh? Par de hinchas llorones no más. Oye, empieza a acostumbrarte a hacer goles.

Después Cupido observó a Cristóbal que se había apartado del grupo. El chico oteaba hacia un terreno lejano y en pendiente, con unos pocos árboles alrededor. Una pradera.

—¿Ocurre algo, hijo? —se le acercó, entretanto los niños se quedaron conversando con Tenanye—. Oh, ya veo: sí, es Jerónimo. En un rato estará con nosotros, pero ahora él necesita tener esa conversación.

—A esa señora, la que está con él, ya la había visto. Fue la noche que regresé a la ciudad, justo cuando se derrumbó el muro. Los policías me estaban llevando a la ambulancia y ella cruzó el cercado. Me preguntó si acaso... yo... lo había visto. Parecía angustiada. Y entre la confusión noté que la estaban apartando por haberse acercado a mí. Los carabineros no dejaron que nadie se me acercara: me pusieron adentro de la ambulancia demasiado rápido. Después la vi otra vez a las afueras del condominio, y con el mismo señor que ahora está con ellos. Fueron unas tres o cuatro veces más, pero nunca se aproximaron a conversar. Mi familia, incluso, como que se asustó. Dejé de verlos después que mis papás dieron la entrevista a la televisión. Yo... —y las piezas le calzaron— ¿Cómo fue que no me di cuenta de quiénes eran?

—Sadronniel los ayudó a entrar al bosque. Se hizo pasar por carabinera y les permitió el ingreso.

—A propósito, ¿cómo está ella?

—Feliz. Se reencontró con su hermano y también con su cuñada. Ahora le van a llover los pretendientes después de lo que hizo por el bosque, salvo que eso los intimide —sonrió—. Pero va a transcurrir un buen tiempo antes de que ella se proponga estar con alguien; es de las elfas que disfrutan de la soltería. Y ya puedo ver que primero se va a dedicar a ser la clásica tía loca de sus futuros sobrinos. ¡Ah!, y aparte que por fin volvió a ser pelirroja, así que ya te imaginas lo radiante que se siente. Me dijo que te envía cariños —suspiró complacido antes de continuar—. Mejor volvamos donde los chicos. Dejemos que Jerónimo abrace y dé consuelo a sus padres.     


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DICCIONARIO CHILENO

- Patitas pa' qué las quiero: arrancar. Correr.

Jerónimo sin cabeza [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora