Un sólo instante cambió por completo mi vida. Fue tan sólo un momento, en el que yo estuve involucrado.
Las caricias, que yo creía eran amor se convirtieron en odio, mis días se volvieron en una noche sin estrellas.
Me siento encerrado y en realidad...
"Pudimos sentir el veneno entrar. La perfección no pudo mantener vivo este amor que duró dos navidades. Sabes que te amo".
La madrugada era sombría. El cielo era nublado y gris. La neblina cubría la ciudad por completo y el aire húmedo calaba hasta los huesos. Los caminos estaban congelados.
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Un auto conducía por las amplias calles llenas de vidas libres que lo miraban con envidia sin saber la historia dentro. Las historias siempre mueven una ciudad. Y las escritas en los periódicos pueden destruirte o elevarte.
Y el apellido Miller estaba por los cielos en las primeras planas con grandes fotos que aluden el éxito logrado en Dubái. Lo que realmente sucedió estaba detrás del telón y la coqueta sonrisa con hoyuelos que enloquecía a todas las chicas que compraban las revistas. El Joven JaeHyun Miller, ese nombre resonaba en todas las oficinas y empresas, en boca de todos por la audacia y astucia. Sus movimientos y estrategias eran impresionantes y muy reconocidos en los negocios. Lleno de secretos.
Aparcaron frente a su residencia. Dos sirvientes lo recibieron sabiendo su lugar. Un guardaespaldas abrió la puerta por ellos y JaeHyun se dirigió fuera del auto caminando pacientemente sobre la pedrería colorida de la entrada a su hogar. No miró atrás para ver como Taeyong era colocado sobre una silla de ruedas, sedado. Todos preferían callar a enfrentarse al mayor.
JaeHyun entró a la casa y miró por el reluciente ventanal como las nubes se volvían más oscuras. Llovería pronto.
Los sirvientes dirigieron a Taeyong dentro cuidadosamente. Colocaron una cobija en sus piernas y esperaron instrucciones. JaeHyun jugó con sus dedos unos segundos antes de voltear. Su hermano estaba despertando lentamente. Sus largas pestañas adornaban su neutra vista verde. Se mantuvo mirando el suelo de madera.
—Retírense. No quiero a nadie fuera tampoco. Me haré cargo ahora.
Intercambiaron miradas antes de asentir y retirarse del lugar como había ordenado.
—Eres una pena.
Taeyong parpadeó ante sus palabras sin levantar su rostro. Ya no tenía fuerzas. El mayor se sentó en el sofá jugando de nuevo con sus dedos lastimados. Sus respiraciones eran tranquilas opacando las de Taeyong quien no movía ni un músculo ante su presencia que lo analizaba sin terminar.
No había remordimientos de su parte. Su mente estaba en blanco.
Las piernas de su hermano colgaban sobre las pisaderas de la silla. Sus manos escondidas bajo la tela. Su piel era más pálida de lo normal manchado con infinidades marcas rojas, moradas y negras.
JaeHyun se recargó en el respaldo mirando el blanco techo.