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La música sonaba eufórica a su alrededor, decenas de cuerpos chocando entre sí causando un roce que para muchos era placentero, las luces brillantes iluminaban solo el centro, pues en las esquinas más oscuras del lugar la lujuria mostraba sus seductoras garras.

—¡¿Por qué me has traído hasta aquí?! —gritó lo más fuerte que pudo, tratando de que su voz se escuchara.

No quería estar allí, no quería volver a caer em el vicio, odiaba sentirse vulnerable entre tanto alcohol, entre tantas drogas.

Giró su rostro para ver a YooChan, pero su descarado amigo ya se encontraba a unos metros de distancia, rodeado por chicos que lo acariciaban por sobre la tela de su traje, rodeado por almas rotas que solo buscaban algo bello que corromper,

Caminó hacia al fondo, buscando la barra que todo local nocturno poseía, beber algo no le haría mal, quizá incluso podría encontrarse con el hombre que más odiaba en el mundo, con el hombre que buscaba placer en chicos inocentes que solo estaba perdidos, pero sabía que las posibilidades eran nulas.

“De seguro está encerrado en una habitación oscura, buscando a alguien nuevo a quien devorar. A los lobos les gusta la soledad, solo trabajan en equipo cuando les conviene” —pensó, al mismo tiempo que se alejaba de la multitud.

Hace mucho tiempo, desde que comenzó a investigar al sujeto que le arrebató su pureza, lo había nombrado como Lobo Feroz; incluso antes de que los noticieros lo apodaran oficialmente de aquella forma, pues en su mente aquel tipo era sigiloso, rápido y silencioso, era alguien que podía disfrazarse de una linda oveja o, aunque pareciera un monstruo, sabía cómo usar las mentiras a su favor.

Era igual a un lobo, uno listo para cazar.

Cuando llegó a una de las esquinas del lugar, que por suerte no era ocupada por una pareja que solo quería escapar de los sermones morales de sus padres y compartir un momento íntimo con un desconocido, vio a un chico de pie en la oscuridad, era más alto que él, pero tenía un rostro de bebé que lo hacía verse mucho menor.

Se acercó sigiloso, pareciendo como si actuara de manera casual, cuando lo único que quería era acercarse a aquel hombre de mirada penetrante y cuerpo perfecto.

— ¿Qué haces aquí? —la voz resonó por sus oídos, era grave y masculina, dios, era única, era sexy.

—…Solo quiero estar lo más lejos posible de eso -hizo un ademán con su mano, haciendo referencia al gentío que se hallaba bailando—. Tú… ¿Qué haces aquí?

—Vigilo.

Sus respuestas eran tan secas, tan poco expresivas, pero eso le encantaba, le gustaban los chicos difíciles, eran más interesantes.

— ¿Eres guardia?

—No, soy Kim SehYoon, dueño de este basurero.

—Y… ¿qué hace el dueño del basurero tan solo en este lugar? —dijo en tono coqueto, años de amistad con YooChan le había afectado de sobremanera, ahora lo de conquistar y llevar a la cama a cualquiera se le daba de forma natural, claro que desde que comenzaron los asesinatos había dejado de lado toda forma de placer.

—Vigilo.

Byeong suspiró—. Eres aburrido

—Niño, ya conozco estos juegos, no trates de enamorarme, no te funcionará.

— ¿Niño?  ¿Cuántos años tienes?

—Treinta y cinco.

ByeongKwan dejó de respirar por un momento, su cerebro volvió a trabajar.

“El lobo, según los informes, debe de tener entre treinta y cuarenta años” —su lado racional, o quizás no tanto, le gritaba que no fuera tan confiado, que el Lobo podía ser cualquiera, incluso el señor ebrio que bailaba por sobre una de las mesas.

Desechó esa idea por completo cuando volvió a observar los profundos ojos del contrario.

—Tengo veinticinco, no soy un niño.

SehYoon volvió a suspirar, parecía molesto.

El menor se acercó más a su cuerpo y comenzó a jugar con los botones de su camisa, luego, sin previo aviso, la abrió dejando al aire un perfecto vientre plano. Recorrió la piel con sus manos hasta llegar a los pequeños botones rosa oscuro del hombre, los apretó con fuerza y sonrió cuando Kim dejó escapar un gruñido.

—Eres un… atrevido.

—¿Lo soy? Tú estás dejando que lo sea, y al parecer lo disfrutas -bajó una de las manos hacia el cinturón, no le haría mal distraerse un rato. Cuando iba a desabrocharlo Kim alzó su mentón y seccionó sus labios con fiereza. El sonido del contacto entre ambos los hacía sudar, sudar y desear más.

Pero ByeongKwan seguía con todos sus sentidos alertas y se alejó de inmediato cuando sintió el ruido de unas sirenas policiales antes de que su teléfono vibrara con insistencia.

Se disculpó del sujeto y fue en busca de YooChan, sabía que jamás debía de bajar la guardia, pues el Lobo era casi tan listo como él.

Nuevamente había huido de las garras del Lobo Feroz, o ¿Era el Lobo quién había huido de él?

Wolf  •°WowSon°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora