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El Lobo Feroz se paseaba dando círculos en su departamento, todo estaba en completa oscuridad, como su alma, y lo único que relucía de vez en cuando eran sus finos colmillos que se asomaban cuando lamía sus labios.

Esperó hasta que el reloj marcara las tres de la madrugada, dejó que cada segundo pasara con lentitud, saboreando cada minuto que lo acercaba más a lo que deseaba.

Debía siempre esperar aquella hora, pues era el momento donde todos o la gran mayoría dormía y podía deleitarse con los más grandes espectáculos de diminutos cuerpos desnudos (aunque no le gustase), también porque en ese momento él le llamaba indicándole que todo había resultado a la perfección y que estaba un paso más cerca de su objetivo final.

Cada niño en su lista era una pieza más de un gran rompecabezas, no era más que una distracción, no era más que un juego para que su objetivo se derrumbara poco a poco y terminara cayendo ante él.

Encendió la lámpara que reposaba sobre un viejo escritorio, miró fijamente la fotografía que se encontraba sobre este, una punzada de bienestar golpeó su pecho cuando observó aquella mirada llena de odio que se dirigía hacia él.

- ¿Qué sucede pequeño? ¿Aún sigues buscando? -habló con un tono agudo, fingiendo cariño-. Qué lástima, porque tu aún no me encuentras y yo ya te he encontrado.

Acarició el rostro del pequeño niño que aparecía en la foto, un niño que siempre había visto vestido de rojo, un niño que había crecido y había logrado burlarse de él.

Tomó una de las imágenes que colgaba de la pared color plomo, en ella se reflejaba una familia feliz, dos cabelleras rubias, una castaña y una negra.

- ¿A ellos los quieres bebé? -susurró con una voz dulce-. ¿A ellos no los abandonaste?

Luego tomó otra imagen y la acarició para después fruncir su ceño con molestia.

-O… ¿lo quieres a él? …A YooChan…

Cogió el cuchillo que reposaba sobre un viejo libro de Edgar Allan Poe, le pareció gracioso que lo que él hacía era casi lo mismo que hacía Poe en sus escritos: matar por placer.

Rió con amargura y tiró la imagen a un papelero, para luego tomar la hoja que plasmaba el hermoso rostro de su presa.

Volvió a reír, pero esta vez con locura.

Y entonces clavó la afilada punta en el bello rostro. Rió con más fuerza.

Los lobos se caracterizan por ser sabios y él no lo era.

Enterró la foto en la madera color caoba y siguió dando vueltas hasta que un pitido en su muñeca lo hizo detenerse y justo en ese instante su teléfono comenzó a sonar.

- ¿Lo tienes? -preguntó inmediatamente al momento de contestar.

-…Sobre eso… hay un problema…

- ¿Qué acabas de decir? -su voz sonó ronca, como la de un demonio.

-…Bueno…es que nunca está solo.

- ¿Y eso? …Se supone que… -del otro lado de la línea se escuchó un quejido ahogado, el Lobo frunció el ceño-… ¿Quién está contigo?

-…Na…nadie -casi podía oler el miedo que la otra persona emanaba con tan solo escuchar su voz, eso le encantaba.

-No mientas… sabes que no me gusta que existan otros como yo.

-Lo siento… yo estoy con HwanWoong…

- ¿Aún no lo matas? Te lo ordené hace un mes.

-Sabes que no puedo…

-… -suspiró y negó con un ligero movimiento de cabeza-. Sigues siendo débil, ¿No bastó lo que te enseñé?

-…Yo… lo siento, acabaré con él lo más pronto posible.

-Ya, no te preocupes por eso, quédate con el mocoso. Solo cumple con la tarea que te di.

- ¿Qué método quieres que use?

-Usa el mismo que usé yo la primera vez con esos perros arrastrados, y quiero que sea el mismo día.

-Él puede descubrirte.

-Quizás eso es lo que quiero, ahora debo irme, mañana tengo una cita muy especial.

-…Adiós…Kim.

-Has bien el trabajo, YoungJo, porque si fallas tendré que hacerte pagar -dicho eso lanzó el teléfono a la silla acolchada, todo estaba saliendo acorde al plan.

Abrió la computadora portátil que se encontraba tirada en el piso, la encendió y abrió la página de emails.

La comida sabe mejor cuando juegas con ella antes de probarla.

Wolf  •°WowSon°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora