VIII

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No tengo nada que explicar

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No tengo nada que explicar.

Soy inocente.

El atentado no fue mi culpa.

Más si fue para mi.

Sabía que no debía ir a ese bar y aún así lo hice. Salí de mi territorio, salí sola, sin nadie que me resguardara, dejándome expuesta a cualquier enemigo. Pero no, la niña quería conocer a su pareja. Lo que obviamente no salió nada bien.

El me odia, lo se. La marca "telepática" que le hice aún perdura sobre su hombro sin que el lo note. Así que lo puedo sentir, está intentando crear un sentimiento de odio hacia mi, cualquier pensamiento que le haga odiarme. Me merezco eso y mucho más. Le mentí en su propia cara, sin descaro alguno. ¿Quien rayos le miente en la cara a su alma gemela? Nadie más que yo.

Quiero ir hasta el, decirle que yo no planee ese atentado que el cree que era para el. Mis enemigos no deshechas oportunidad para ir tras de mi. Sus muchos intentos fachados siguen sin conteo alguno, uno tras otro, facha tras facha. En ocasiones eh estado tan vulnerable que una simple bala podría derribarme y darles paso a mi trono. Pero los hombres son idiotas, quieren hacer todo a lo grande. Que todos lo vean, que el concejo lo vea, que sea lo único que se hable manada tras manada sin ser olvidado.

Eso me parece divertido.

Mientras ellos planean mi "muerte" mis fieles guerreros van a mi búsqueda. Me dan tiempo para reponerme, tiempo para tomar la fuerza que necesito. Una siempre pizca de fuerza y ellos ya están en el suelo chillando cual cachorro en su primero combate.

Me salí del punto principal.

—¿Acaso sabes lo que hiciste, niña? Casi nos delatas al mundo. ¿Que hubiera pensado tu pareja si te hubiera visto transformarte? ¡Por la Luna! No quiero ni pensarlo.— Oh mi fiel y afeminado beta, Marshall. Sus gritos hacia mi persona son algo exagerados, pero al final de cuentas se que tiene razón. Si Adler me hubiera visto transformada esto seria un desastre en su totalidad. La maldiciones por parte de Marshall siguen resonando entre las paredes de mi oficina. ¿Porque le deje entrar? Cierto, el entraría de igual manera, este hombre no entiende el significado de la palabra no.—Se que solo querias verlo en persona, pero entiende que si tu padre se entera de este horrible evento, nos matara a los dos. A ti por exponerte de esa manera y a mi por no detenerte.—

No se si reír o darle la razón.

Mi padre es capaz de matarme el mismo si supiera que me expuse de tal forma a nuestros enemigos. El es muy sobreprotector, y eso no tiene nada de malo, bueno solo un poco de malo, no puedo hacer nada sin que el se entere y eso que yo soy la reina de este lugar. Adoro a mi padre, no me mal entiendan. Pero el tiene la mania de gobernar todo, aun cuando ya no esta a cargo. No se como mi madre logra soportarlo, es un completo controlador, sin importarle sobre quien pase. Aunque claro, siempre hay una excepción, y esa excepción nadie más que mi abuela Amelia. Contra ella no logra discutir, ni siguiera decir un máximo de tres palabras.

Ni siguiera yo logro decir un máximo de tres, la mujer es aterradora cuando se lo propone. Creo que me fue del punto original, nuevamente.

Ahora no solo tengo a Marshall gritándome, también a Hamilton. ¿Como es que pueden gritar tanto sin cansarse? Con un suspiro me pongo de pie, observando tras el ventanal, ajena a todo y todas. Pequeños cachorros correteando por los jardines de palacio, divirtiéndose o solo entregando para volver grandes querremos o cazadores. El bosque me llama nuevamente, haciéndome desear estar en el. Ensuciar mi extravagante vestido azulado con el lodo, queriéndome hacer sentir las bajas gramas entre mis dedos mientras camino entre ellas y las viejas y resecas ramas rosan mis pies. Quiero ser libre como lo son cualquier mujer en este lugar. Lamentablemente me tocó nacer en una cuna dorada.

—¿Sabes que? Nos rendimos, has lo que te salga en gana. Si tu padre viene, que te mate a ti sola, no déjate que me corten la cabeza por tu culpa.— No quiero eso, tengo más que claro que lo que hice estuvo mal, pero ya no puedo ir para atrás.

No hay forma de volver al pasado.

•~•

No se cuanto tiempo a pasado desde la ultima vez que lo vi. Unos días, unas semanas, incluso podrían haber pasado meses y yo no me daría cuanta.

Se que la marca en su cuello ya a desaparecido, no lo siento como antes, ya no me llegan sus pensamientos, ni sus acciones. Carlos me a dicho que aún sigue molesto, que no hay forma de sacarle esa idea de la cabeza. Quiere vengarse de mi por plantarle una emboscada. Si tan solo pudiera decirle que no era para si, si no para mi.

—Los cuentos mienten ¿sabes? Todo lo que me han dicho sobre encontrar a tu alma gemela, es mentira.— Suspiro pausadamente.— Me dijeron que cuando la encontrara sería el día más feliz de mi vida, que ya no habría oscuridad en mi mundo, que finalmente tendría un motivo para ser la mujer que soy hoy en día, que finalmente podría formar esa familia que tanto quise. No era más que una vil mentira a mi persona. El no me quiere y tengo claro que nunca lo hará tanto como yo lo quiero a él. Por más que intente olvidarme de él, mi corazón se niega a seguir mis órdenes. Quiere que valla a el, que le estreche en mi pecho hasta que el mundo se detenga a nuestro alrededor, que creemos una burbuja donde el mundo finalmente sea color rosa. Esos cuentos no existen para mi.—

—Oh cariño, no digas esas cosas.— Mi dulce madre está sentada a mi lado. Dakota White, una humana bien conservada gracias a la mordida de mi padre en su cuello. Tan hermosa, tan frágil y tan fuerte a la vez, la mujer que una vez yo quise ser.—No todas las historias de amor son iguales, no siempre el príncipe rescata a la princesa. No todos los comienzos son felices. Tal vez no pueda usar el ejemplo de tu padre y el mío como ejemplo, pero si el de tu tío Evan y tú tia Aina.—

Se a lo que se refiere, más ellos no se comparan conmigo en este momento. A pesar de ser de mundo totalmente diferentes, a mi tío no le intentaron arrebatar la vida cuando conoció a mi tía. Ellos si estaban destinados a estar el uno con el otro.

Mis padres llegaron hace unos días, no me eh salvado de los gritos eufóricos de mi padre. Benjamin White, hombre alto y corpulento, yo diría que podrás compararlo con un tanque de guerra humano. Piel bronceada por estar tanto tiempo bajo el sol en días de entrenamiento o cuando una guerra tomaba más tiempo del esperado, ojos tan oscuros como el final de un océano, cejas perfectamente curvas sobre sus ojos, desde una esquina hasta la otra. Tatuajes y cicatrices cubriendo cada espacio de piel en su cuerpo. Mis actitud que yo, fuerte y despiadado, muy contrario a mi madre.

Dakota White, una mujer de los años 1761. Mi padre la conoció en ese entonces y digamos que no perdió tiempo. Mis abuelos maternos le permitieron llevársela con tan solo 18 años de edad. Mamá dice que mi papá no la obligo a nada, que ella misma se entregó a el, como cualquier mujer de su época lo hubiera hecho. Su piel clara como la nieve le hace resaltar entre todas las damas de la manada, pequeña pero un cuerpo exorbitante. Debo aceptar que su no fuera mi madre, uff. Su cuerpo es parecido al mío, un poco menos llamativo más no pasa desapercibido.

Mi historia de "amor" no empezó bien como la de ellos, pero tampoco quiero que termine como la historia de amor de la tía Aina y el tío Evan, uno muerto y la otra sola en este mundo con una hija.

Me prometí que no terminaría así, y cuente lo que me cueste, tendré a mi a mi alma gemela, gobernando mi mundo junto a mi.~


















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