Dos Mundos, Una Historia

III

—No hay nada anormal en su celebro, todo parece ser totalmente normal.— Ese es Pain, el médico del club. No estoy acostumbrado a estar en un hospital, pero mis hermanos me trajeron aquí a la fuerza. Me obligaron hacerme unas malditas pruebas que no sirvieron para nada, todo porque me desmayé de la nada, comencé a sudar frío y al parecer si estaba gritando. Esa última partes les preocupó como el infierno.

Les explico, cuando tenia cinco años, mi madre y yo fuimos secuestrados. La vida de un MC. A mi madre la violaron y mataron de una forma no muy agradable ante mis ojos. Fui torturado por días hasta que mi padre me encontró, junto al cadaver, semi descompuesto de mi madre. Originalmente me iban a matar a mi, pero mi madre dio su vida por protegerme. Cuando mi padre llegó al rescate, antes de encontrarme le hicieron una emboscada. Por lo que termino muerto y frente a mi ojos. Mike, antiguo vicepresidente del club ahora retirado, logró sacarme de aquel lugar antes de que este terminara en fuego. Se quedó algo así como un trauma en mi, no me asustó nada de lo que vi. Pero los ojos sin vida de mis padres nunca se han borrado de mis recuerdos. Soñé con sus muertes durante diez años, hasta que deje de dormir. Llego un punto donde tuve insomnio, me la pasaba bebiendo y trabajando en el taller.

Solía tener muchos "ataques de pánico", como los llaman mis hermanos. Me obligaron hacerme cuanta prueba médica existiera, incluso tuve que ir a terapia cuando cumplí catorce. Siempre odio ese lugar, me hacía sentir estupido. Nunca le dije a mis hermanos que deje de ir, mis malditos problemas los resuelvo yo solo.

—Bueno Adler, ya te puedes ir.— Esas gloriosas palabras me hacen saltar de la maldita camilla hasta estar de pie. Sin esperar respuesta alguna, tome mi chaleco para luego salir de aquel lugar como alma que lleva el diablo.

Luke y Jax me siguen atrás. No los espere cuando salí del hospital y mucho menos cuando subí a la camioneta y comencé a conducir. Porque si, los bastardos no me dejaron subir a mi moto en un "estado de pánico". En cambio ellos, Jax fue en su moto y Luke en la camioneta conmigo. Tampoco me dejaron conducir.

No me interesa que hayan policía en la carretera, que estén intentando ayudar a las ancianas a pasar la calle. Sigo conduciendo como el maldito rey que soy. Pero claro, a los malditos azules les da con tocarme las pelotas. Hago la camioneta aún lado, esperando a que aquel infeliz decida aparecer a mi lado.

—¿A donde con tanta prisa?— Ese maldito acento de las tierras de Alabama me dice inmediatamente de quien se trata. No podía ser nada más y nada menos que Edgar. El maldito infeliz es el encargado de sacar nuestros culos de los malditos problemas.

Conozco al chico desde que sus padres se mudaron a esta ciudad. Cinco años más joven que yo. Aún así nos hicimos buenos amigos. Se volvió parte del club a los 18 y seguido entró a la academia de policías, todo para proteger al club dentro de la ley. En un buen chico.

—Solo de regreso al club. Por cierto ¿como van las cosas con Miguel?— Miguel, mi vicepresidente que actualmente tiene el culo metido en prisión. Todo por culpa de una mocosa que se atrevió a acusarlo de acoso sexual. El hombre incluso es virgen. Oh y también es el hermano mayor de Edgar.

—Todo bien, hasta ahora sale mañana en la tarde.— Se lo que le afecta esto, su hermano jamás a estado dentro de una prisión. Al contrario de la creencia popular, no todos los que forman parte de un M.C han estado antes en la cárcel. Y Miguel es uno de esos, el hombre sirve más para las peleas cundo hay que defender nuestro club, no para estar dentro de una celda. —Ten cuidado, mis compañeros están algo rompe bolas el día de hoy.—

Dicho esto da unos leves golpes sobre la puerta para así alejarse. Me lo imagine, el día en el que menos quiero ver a un maldito policía, es el día en cuando más salen. Con precaución conduzco hasta la casa club. Tenía planeado ir algún bar, pero con estos desgraciados por hay, mejor voy después.