La Confusión de Zara

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Parecía un día como cualquier otro en la familia de Zara. El cielo estaba de un azul pálido, y los pétalos del cerezo flotaban lentamente por el aire. Pero ella no quería jugar con sus hermanos como siempre.

O, mejor dicho, con su hermano.

Ella y Benito estaban recogiendo flores en el patio. No sabía por qué, pero era importante para Serena. Su madre se había quedado toda la noche afuera, buscando flores, plumas, y otras cosas para poner debajo del cerezo, donde habían enterrado a Lili. Ahora estaba sentada ahí junto a Azul, quien le murmuraba consuelos al oído. No dejaba que los gatitos se le acercaran, así que estaban aquí afuera recogiendo flores para hacerla feliz.

Zara no dejaba de pensar en la historia de Serena. Era muy diferente a cualquier otra historia que había escuchado. ¿En verdad Lili se había ido? Parecía como si iba a aparecer de la nada, y, con su voz callada, preguntaría por qué estaban tan tristes. El mundo era tan complicado... Zara ya no sabía que creer.

Sacudió la cabeza. -¿Cuantas flores tienes, Benito?- Le preguntó a su hermano.

-Mmm... no sé. ¿Muchas? ¡Ah, y encontré esta pluma!- Levantó una pluma negra.

-¡Guau! ¡Que bonita! Seguro que a mamá le va a encantar.

Debajo del cerezo, con la cabeza baja y los ojos secos, estaban Serena y Azul. Mientras los gatitos buscaban flores, ellos lamentaban a su hija perdida. Al escuchar los pasitos de sus hijos acercándose, Serena inmediatamente levantó la cabeza y las orejas, pero Azul parecía tan deprimido como antes.

-¡Mamá! ¡Papá! ¡Trajimos más flores!

-¡Yo tengo una pluma!

-Que bueno! ¡Su hermana va a estar muy feliz!- Les respondió ella. Azul seguía mirando el piso tristemente. Serena le dió un codazo, y él se levantó sorprendido. -Sí...

Zara se dio cuenta de esto. -Ya no es necesario fingir, mamá. Está bien estar triste.

Los ojos de Serena se llenaron de emoción. Sorpresa, tristeza, remordimiento, y un poco de alegría. Emociones que tenía guardadas desde hace mucho tiempo atrás. -Esta bien, hija. Vengan, dejen sus flores con Lili.

Se sentaron junto a sus padres, dejando pasar el tiempo. Zara casi podía sentir a su hermana a su lado. ¿Tenía que decir algo? Bajando la cabeza, murmuró "Hola, Lili."

Cuando el sol estaba ya no estaba en su punto más alto, Serena se levantó. -Debería ir a cazar. Aunque me duela no estar con Lili, necesitamos comida.

Tocó narices con Azul y se fue, dejando a los tres en el patio.

Benito se quedó observándola. -Es la primera vez que la veo triste.

-¡Tienes razón! Siempre que está con nosotros está sonriendo.

-Si.- Les dijo Azul. -No quiere preocuparlos, así que siempre tiene puesta una sonrisa. Pero me gustaría que mostrara más sus sentimientos. Le haría bien.

-Bueno... no te preocupes papá!- Maulló Zara. -¡Nosotros la cuidaremos!

Azul le mostró una pequeña sonrisa. -Qué bueno, hija.

Zara ronroneó. Luego se distrajo y se puso a perseguir un escarabajo en el pasto. Benito la siguió.

-¿Segura que quieres hacer esto?

-¿Por qué no? ¿Quieres ayudarla verdad?

-Claro! Pero... no sé si esto va a ayudar.

-¿Que? ¿Cómo que no? Escuchaste a Papá, no es bueno esconder tus sentimientos.

-Si, pero... Si lo estaba haciendo debe ser por una razón, ¿no? Y no debe ser muy fácil detenerse. Además-

-¿Es en serio, Benito? Por fin podemos ayudar a nuestra mamá, y lo único que haces es buscar excusas. ¡Es como si ni siquiera quieres que mejore!

Zara habló sin pensar, pero creía todo lo que dijo. No podía creer lo egoísta que estaba siendo su hermano. Lo miró a los ojos, rabiosa. Benito no se atrevía a mirarla de vuelta. Solo dirigió la mirada al piso, y murmuró -Tienes razón.

-Bien. Entonces, ¿prometes ayudarla?

-Lo prometo.

En ese momento, volvió Serena. Parecía feliz, seguro que cazar le hizo bien. -Hola gatitos! Les traje unas palomas para comer.

Benito no respondió. Parecía que Zara iba a tener que empezar, o no llegarían a ninguna parte. -Gracias Mamá.- Le dijo con un ronroneo.

Al ver su sonrisa, los ojos de Serena se iluminaron. Ver feliz a su hija parecía alegrarla mucho. Zara sólo tenía que seguir actuando despreocupada, y su mamá estaría un poco mejor. Miró a Benito, esperando que él haya captado, pero su hermano solo la miraba con una sonrisa forzada. Zara le dio una mirada de rencor y siguió hablando con Serena, ignorándolo.

Siguieron así durante el día, Zara hablando con Serena alegremente, y Benito callado a su lado, aportando de vez en cuando con una que otra respuesta. Mientras tanto, Azul los miraba con una sombra de nostalgia detrás de los ojos.

Zara vio que su padre estaba triste y fue a preguntarle que sucedió.

-Ah, Zara. Estaba pensando en lo grande que están tú y Benito.- Su expresión oscureció un poco. -Nunca vimos crecer a sus hermanos, los humanos se los llevaban a los pocos meses de edad. Verlos a ustedes actuar tan adultos... se siente extraño, pero bien.

-¡Claro! Ya tengo cuatro meses. ¡Estoy muy grande!

Azul ronroneó. -Si que lo estás.

***

Era de noche. Benito estaba sentado al borde de su canasta, con su familia roncando a su lado. Se sentía demasiado culpable para dormir. No había aportado en nada cuando Zara estaba animando a Serena. Aún no estaba seguro que estaban haciendo lo correcto. Quizá Serena no quería ayuda. O quizá solo se estaba diciendo eso para no sentirse culpable...

De todos modos, quería hacer algo, o al menos sentir que había hecho algo. ¿Pero qué?

Miró por la ventana. La luz de la luna le iluminaba el pelaje plateado. Se escuchaban voces desde afuera. Un coro de voces, gritándole sus angustias a las estrellas. Intentando no despertar a nadie, Benito soltó un pequeño maullido, aportando su voz al Canto.

Las voces le dieron coraje. Se sentía como si estaban hablándole a él, animándolo y apoyándolo. Como si fueran gatos que había conocido en otra vida. Entonces Benito se puso a pensar: Si un montón de gatos abandonados podían adaptarse y sobrevivir, ¿por qué un gatito como él no podía ayudar a su familia? Ahora sabía cómo ayudar a su madre. Se fue a dormir al lado de Zara, con un nuevo fuego ardiendo dentro de él. Le contaría su idea mañana.

Ciudad de los Gatos (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora