El Miedo de Azor

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Azor abrió los ojos dentro de una casa que no reconocía. Sus heridas habían sido vendadas y ya no olían a sangre. Extrañado, se levantó y miró alrededor, intentando descubrir cómo había llegado hasta ahí, pero no podía ver a nadie dentro de la casa. Sigilosamente, salió por una ventana y se escondió bajo un arbusto en el patio. Asomándose entre las hojas, se dio cuenta de que había alguien sentado en el techo.

Su pelaje era de un color naranja que parecía haber estado bien cuidado alguna vez, pero que ahora estaba enredado y lleno de nudos. Sus ojos azules observaban las estrellas, con una expresión distante.

"Gato casero." Pensó Azor. Se incorporó para salir de su escondite e irse, pero el movimiento de las hojas llamó la atención del gato del tejado y éste dirigió la mirada directamente hacia donde estaba. -¿Quién está ahí?-

Azor se detuvo, sin saber lo que le haría este gato al encontrarlo. Éste bajó del tejado y caminó hacia los arbustos donde estaba escondido Azor. -Sé que estás ahí, no necesitas esconderte.- Azor se quedó completamente inmóvil, deseando en silencio que el gato casero olvidara lo que había oído y se alejara. Después de un tiempo, el extraño volvió a hablar. -Mira, no quiero problemas. Lo que pasa es que tengo a un gato herido dentro de la casa, y no quiero que lo molesten. Tampoco tengo comida o cosas de valor allá dentro, así que si vienes para robar cosas o algo por el estilo, será mejor que vayas a buscar en otro lado.- con esto partió de vuelta a la casa.

Por solo un momento, Azor quiso salir de su escondite y llamar al gato, pidiéndole perdón por haber sido tan malagradecido. "No." Se corrigió a si mismo. "Solo le causaría problemas. Lo mejor que puedo hacer es irme."

Había llegado hasta la cerca cuando escuchó un maullido que venía desde la casa: -¡Espera! ¡Por favor, no te vayas!-

Tomado por sorpresa, Azor se tambaleó y cayó al otro lado de la cerca. Inmediatamente empezó a correr, pero no logró llegar muy lejos hasta colapsar. Su espalda aún no se había curado por completo, y no podía correr sin que le provocara dolor, pero esto apenas le importaba. No podía permitir que este gato lo alcanzara.

El mal estado de su cuerpo no le dejó ir muy rápido y, eventualmente, el gato casero lo alcanzó. Azor se agachó y se cubrió la cara con las patas para intentar protegerse de las garras del gato, pero este no lo atacó. Abriendo sus ojos, vio que el rostro del extraño no demostraba enojo ni reproche, sino... tristeza. -Por favor,- empezó el gato, con una voz pequeña. -No huyas. He estado solo por tanto tiempo.- Al ver que Azor no contestaba, se agachó para poder mirarlo a los ojos, y con una sonrisa, dijo: -Empecemos de nuevo. Soy Chispa. ¿Tú cómo te llamas?-

Azor miró a Chispa fijamente. Siempre había vivido a solas, temiendo el daño que su condición le causaría a otros gatos. Se mantenía lejos de ellos para alejarlos también de la desgracia que llevaba con él. Pero al oír una voz amable después de tanto tiempo... se sentía como volver a respirar. Quiso dejar de correr, dejar de arrancar, sólo una vez.

Relajó su pelaje y se incorporó, pero en este momento sintió un cosquilleo que le era terriblemente conocido. "No. Ahora no." Le entró pánico. Sus pupilas se dilataron y su pelo se erizó. El gato que tenía adelante ya no tenía cara, y en vez de maullidos Azor escuchaba sonidos incomprensibles.

Sus piernas empezaron a temblar. Desenvainó sus garras y atacó enloquecido a la cosa que tenía adelante. Podía escuchar unos siseos, pero no sabía si eran los suyos o los de alguien más. Siguió atacando sin poder controlarse, presa del pánico. Sus garras y su piel se llenaron de sangre. De repente, sintió cómo un peso caía sobre sus hombros y le impedía levantarse. En ese momento, el cosquilleo en su lomo cesó y pudo ver claramente de nuevo. Chispa estaba parado encima de él, observándolo con sorpresa. Azor desvió la mirada, avergonzado. La cara de Chispa tenía unas heridas recién hechas.

Chispa dejó que Azor se levantara. Estuvieron en un silencio incómodo por unos segundos, hasta que Chispa sugirió volver a la casa. -¿Estás seguro?- preguntó Azor. -Y qué pasa si... ya sabes...-

El gato casero respondió con una sonrisa sincera. -Está bien. No te preocupes por mí. Primero tenemos que revisar tus heridas. Puede que se te hayan abierto cuando intentaste huir.-

Partieron de vuelta. -Este... nunca me dijiste tu nombre.- Dijo Chispa después de un tiempo.

-¿M-mi nombre? Ah. Pues, me llamo Azor.-

-¿Azor? Que extraño. Pensaba que esas aves traían mala suerte. ¿No es un nombre cruel? Bueno, quizás es sólo en esta parte de la ciudad...-

-No. Mi madre también creía en esas cosas. Me dio este nombre un poco antes de abandonarme.-

-A-ah. Pues, está bien. No necesito llamarte por tu nombre si no quieres. Sólo dime cómo quieres que te diga.-

-No, no. Azor está bien.- Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había escuchado su propio nombre.

Ciudad de los Gatos (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora