Eco nunca había tenido a nadie.
Nunca había sido cuidada.
Ni siquiera tenía familia.
Por eso no le afectó mucho cuando los humanos de fueron.
De hecho, le benefició. Ahora podía buscar comida sin que nadie le golpeara con una escoba, pero tenía que admitir, la ciudad estaba bastante más silenciosa sin ellos.
Mientras caminaba por las calles iluminadas por el atardecer, podía ver a algunos gatos observándola desde los las ventanas y puertas rotas de los edificios, pero decidió no aproximarse. Si ellos no estaban saliendo, debía de haber una buena razón.
Las calles estaban vacías. Demasiado vacías. Normalmente a esta hora se podía ver a algunos gatos volviendo a sus casas y callejones, y a algunos excéntricos que salían para cazar en la noche. Pero hoy no había nadie. Eco olfateó el aire y logró detectar el aroma inconfundible de perro. Le inundó un terrible pánico. Desde que los humanos se fueron, los perros habían formado manadas, enviando a los más hábiles a buscar comida... y a cazar. Ya no estaban sus dueños para apartarlos. Si un perro decidía cazarte, ya estabas muerto.
Se dio vuelta para ver si estaban tras ella. Gracias a las largas sombras del atardecer, pudo distinguir que algo se movía a la vuelta de la esquina. Los perros estaban distraídos por algo, pero si llegaban a esta calle, sin duda se enterarían de una gata completamente desprotegida.
Tenía que actuar rápido. ¿Qué podía hacer? Una opción era esconderse en los edificios, pero éstos estaban llenos de gatos que causarían un escándalo y llamarían la atención de los perros si Eco aparecía de la nada en su hogar. Tampoco podía luchar contra ellos. Los Cazadores habían sido entrenados para matar desde el nacimiento por sus dueños. Su única opción era arrancar. Sin esperar un segundo más, se dio vuelta y corrió como nunca había corrido antes.
***
Corrió, corrió y corrió más hasta el anochecer. No se atrevía a detenerse por si acaso alguno de esos perros la estaba persiguiendo. Al final, el cansancio se apoderó de ella y cayó jadeando en el pavimento. Olfateó el aire de nuevo y se alivió al descubrir que ya no había rastro de ellos.
Eco suspiró. Se agacho para emparejar su pelaje y se dio cuenta que estaba en un sector de la ciudad que nunca había visto antes. Estaba perdida.
Juzgando por la cantidad de edificios, estaba cerca del centro. Normalmente intentaba evitarlo si era posible porque siempre había estado muy poblado y ruidoso, así que no lo conocía muy bien. Sin embargo, tendría que encontrar una manera de salir de ahí. No soportaba las calles desconocidas.
Caminó por las calles desoladas, intentando encontrar alguna salida. El silencio era insoportable. Siempre había apreciado los breves momentos en que podía conseguir silencio en lo que antes había sido una ruidosa ciudad. Pero hace meses que no había oído más que silencio, y éste le había empezado a atormentar.
Eventualmente se topó con un edificio diferente a los que la rodeaban. Este era muy ancho y estaba hecho de piedra que formaba extraños patrones. Tenía grandes ventanas que, a la luz de la luna, se podía ver que el vidrio era de diferentes colores. Había una torre a cada lado de él, y dentro de cada una de ellas se podía ver un gran objeto de metal. Las grandes puertas de madera estaban entreabiertas, como invitando a cualquiera a entrar.
Inmediatamente, Eco sintió unas ansias de investigar por su interior. Había descubierto algo del que jamás había siquiera escuchado hablar. Conocer el edificio le podría dar una enorme ventaja sobre cualquiera que intentara desafiarla. Este momento de emoción fue tan fuerte que no tomó en cuenta los posibles peligros. Con eso, entró por las puertas de madera.
El interior del edificio era un espacio amplio, a diferencia de los otros edificios de la ciudad que consistían en varios cuartos y pasillos. El suelo estaba hecho de un mármol que helaba las patas al caminar. Había largas filas de sillas y escaleras que llevaban a lo que antes había sido un balcón al lado izquierdo, pero ahora yacía roto en el suelo.
Eco se sentía expuesta en ese cuarto tan amplio. Subió las escaleras intentando llegar a algún lugar más cerrado, y se sorprendió al encontrarse en un lugar alto y estrecho. Las paredes eran lisas, y en el techo se podía ver algo grande y metálico del que colgaba una cuerda. Estaba adentro de una de las torres.
Sintiéndose aún mas atrapada que antes, se escabulló por una de las pequeñas ventanas que salían hacia el techo de la estructura. La parte de afuera de las torres, a diferencia del interior, estaba formada por patrones y formas en la piedra. "si pudiera escalar eso," Eco se dijo a si misma, "podría tener una vista más amplia de la ciudad."
Con cuidado, escaló la torre, queriendo llegar hasta el gran objeto de metal en la cima. Era muy diferente a escalar un árbol, no había madera para hundir sus garras, ni ramas para detenerse y descansar. Al final llegó a la cima, y suspiró al ver la magnifica vista que le esperaba. Se podía ver casi toda la ciudad. Debajo de sus patas, el mundo parecía pequeño. Se sintió poderosa, invencible.
Le llegó una potente ola de euforia, y maulló con todas sus fuerzas hacia el cielo estrellado. Su voz resonó con la campana detrás de ella, y, por primera vez después de que los humanos se habían ido, se había roto el silencio.
En ese entonces no lo sabía, pero su voz fue escuchada por toda la ciudad, y les cambió la vida a muchos gatos.
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Ciudad de los Gatos (En Edición)
AventuraLos humanos han abandonado la tierra y han dejado atrás todo lo que conocían. Ahora sus antiguas mascotas, los gatos, tendrán que adaptarse para sobrevivir en un mundo hóstil, lleno de peligro en cada rincón.