Amanda Hills.
Hermosa. Inteligente. Adinerada.
Simplemente perfecta. O al menos eso pensaban todos.
Después de finalmente aceptar que Aris Baner no era el chico para ella, Amanda se esfuerza por mantener las apariencias y seguir con su perfecta v...
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Cuando llegué a casa subí directamente a mi habitación y me di un tan necesitado baño. Sentí cómo mis músculos se relajaban lentamente bajo el agua ardiente, llevándose con ella algo del cansancio que me poseía. Cuando salí, envolví una toalla al rededor de mi cintura y me senté en la silla de mi escritorio. No tenía clases ese día, pero sí una montaña de ensayos y tareas que hacer. Odiaba la maldita economía. Suspiré con odio y desvié mi mirada al pequeño cuaderno que descansaba sobre la mesa. El diario de Elizabeth que había convertido en mío. Dentro de él había guardado el extraño trozo de papel que había encontrado en El retrato de Dorian Gray de la biblioteca. Lo miré unos segundos y releí las palabras que estaban escritas en él.
"Olvídame Ángel"
Que palabras tan delicadas, pensé. Sacudí la cabeza e intenté volver mi concentración a los ensayos que debía hacer para la universidad. Apenas podía mantenerme despierto, pero no me rendiría, aunque eso implicase luchar contra el sueño y el cansancio.
Pasaron horas, 4 o 5, en las que no despegué mis ojos de los papeles y las carpetas. Al fin había terminado y estaba satisfecho con mi trabajo. Por más que lo odiara, nunca me permitiría fracasar.
Bajé a la cocina por algo de comer y cuando volví a subir, me detuve en la habitación de Isabella que jugaba con sus juguetes. Me senté en el suelo y ella gateó con rapidez hacia mí. La tomé en mis brazos y le sonreí. Ella me sonrío de vuelta e intentó halar mi cabello, lo que me hizo reír. Era muy traviesa.
-Crece muy rápido- interrumpió una voz. Me giré y vi a mi madre en el umbral de la puerta.
-Me recuerda a Elizabeth- dije en voz baja, pero me arrepentí. Sabía lo malhumorada que se ponía mi madre cuando hablaba de ella, pero solo se contentó de no responder.
-Has cambiado, Aris- me dijo después de unos minutos sentándose en una silla cerca de nosotros. La miré extrañado. -Eres mucho más cariñoso y amable.- dijo con una mirada pensativa.
-No sé de que hablas-
-Yo creo que si- dijo con una sonrisa. -Pasa algo con esa chica no? La hermana de Ziel Castellan.-
-Su nombre es Zarah- respondí, y no pude evitar desviar la mirada.
PUNTO DE VISTA DE
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Conduje lo más rápido que pude a la mansión sintiendo cómo la preocupación devoraba mis entrañas. Y si le había pasado algo grave?
Charlotte me había llamado cerca del medio día diciéndome que Ziel estaba en la mansión, y que no dejaba de llorar.
El problema era que Ziel nunca lloraba.
Le dejé el auto a los guardias y corrí al interior de la mansión donde, sentada en el sofá de la sala, Ziel lloraba todas las lágrimas del mundo con el rostro cubierto por sus manos. A su alrededor, Charlotte y Noche trataban de consolarla sin tener éxito.
Corrí hasta ella y me arrodillé en el piso tomando su delicado rostro entre mis manos.
-Qué pasa cariño?- pregunté tratando de sacarle unas palabras, pero nada funcionaba, solo se lanzó a mi cuello y me abrazó con fuerza.
Zarah llegó en ese momento con un vaso de agua que Ziel tomó rapidamente.
-Qué paso?- pregunté nuevamente perdido.
-Es terrible! Es terrible!- se exclamó ella tratando de calmarse, pero las lágrimas seguían corriendo sobre su mejillas enrojecidas por el llanto.
-Respira, todo estará bien- trató consolarla Charlotte que también moría por saber que era tan terrible como para que Ziel estuviese en ese estado.
Tomó lentamente su bolso y sacó de él un sobre. Reconocí inmediatamente que era del hospital.
Creí que me desmayaría ahí mismo. Y si le habían diagnosticado una enfermad grave? Y sí le quedaba poco tiempo de vida?
No pudiendo soportar más esas ideas, tomé el sobre y leí lo que tenía dentro.
