CAPÍTULO 2

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MI NOMBRE ES BLANCA Y SOY PROSTITUTA

CAPÍTULO 2

Cuando niños vivíamos con la abuela, una viejita que se dedicaba a cortar hierbas y venderlas en la plaza, curandera le llamaban, nos hacía galletas y nos llenaba de besos. Pero un día ya no desperto nos informaron que murió y nos quedamos al cuidado de mamá, ella hacía lo que podía pero no era suficiente.

Cuando era una niña de 13 años, mi madre enfermo nunca supimos de que, pero murió a los pocos días de caer en cama. Quedamos 5 hijos huerfanos abandonados a nuestra suerte.

Mi hermana mayor Tania de 15 años siempre estaba en la calle, conversando con chicos y paseando de fiesta en fiesta, tenía un hermoso cuerpo, grandes pechos, su cabello era largo, lacio y negro como la noche. Sus ojos eran verdes grandes y redondos. Tenía un pequeño defecto, cuando éramos niñas callo por las escaleras y se rompió la pierna en tres partes, Necesitaba una cirugía que mamá no pudo pagar. Así que quedó mal, no podía apoyar el pie muy bien y esto le provocó una cogerá que en ocaciones le provocaba dolor. Salía con chicos intentando olvidar un poco su desgracia, hasta que comenzaba a recibir burlas. En ocaciones la observaba llorar por las noches golpeando con desesperación, Su pierna gritando una y otra vez "Maldita cogerá de mierda" ni hablemos de estudios, con trabajos mamá conseguía lo suficiente para alimentarnos. Tania únicamente estudio hasta tercer año de primaria, justo cuando ocurrió el accidente ya no pudo estudiar más.

Mi hermano Jesús que tenía 10 años moreno claro, su cabello lacio y ojos negros, demasiado delgado, podía notar cada una de sus costillas con sólo verle, su padre vivio con mamá un par de años, hasta que fue asesinado, dicen que fue un ajuste de cuentas porque había robado a gente poderosa, su papá era bueno con nosotras, pero tomaba todo el tiempo. Incluso le llegaba a dar alcohol a Jesús para que no llorara por las noches. Mi hermano sólo estudio el preescolar, conocía algunas letras que yo le había enseñado, así como contar con los dedos, para que pudiera ir a la tienda sin que lo hicieran tonto. En ocaciones veía como le robaba el licor a mamá, un sorbo o tal vez dos, hasta que comenzó a robar la botella completa.

Mis hermanas Ana y Jana de 3 casi 4 años eran gemelas, nunca supimos quien fue su padre, pero eran distintas a nosotros, sus cabellos rojizos, rizados y su piel blanca aunque la suciedad ocultaba lo lindas que eran, sus ojos eran azules pero un tono azul que podías reflejarte en ellos, sus labios rojos mis hermanitas eran lo que llamaban muy hermosas. Jugaban por toda la casa, nos preocupabamos cuando llegaban a escaparse y teníamos que buscarlas por toda la calle.

Es mi turno, como les comenté tenía 13 años cuando mamá murió, mi piel blanca y mi cabello obscuro algunos risos colgaban por mi cabellera, el color de mis ojos eran negros, como los de mamá, me gustaban, yo tampoco tuve estudios, mamá ya no pudo enviarme a la escuela en cuanto nacieron las gemelas ya no pude asistir, pero me gustaba leer, leía todo lo que podía, periódicos viejos, hojas de revistas, en ocaciones pasaba por la barbería de Don Jacinto, un viejo barbero, que me prestaba sus revistas y las leía una y otra vez, ya me sabía de memoria cada artículo. Pero cuando no tienes nada, tienes que conformarte con poco.
Era muy delgada, habían días que sólo comíamos medio pan, otros más sólo un té de manzanilla que de tanto que lo herbia ya no tenía sabor alguno.

Después del entierro de mamá la gente nos regalaba comida, un poco de ropa. Pero poco a poco se fue olvidando de nosotros. Y de repente ya no nos daban nada. Incluso se molestaban se nos acercabamos a pedir. Vivíamos en una casita abandonada, en las noches de lluvia todos dormiamos juntos para darnos calor.

Todos los días iba con Don Jacinto y le ayudaba a barrer los cabellos de la gente que iba a a atenderce. Me daba unos cuantos pesos, que me servían para comprar un poco de pan y alimentar a mis hermanos.

Tania por su parte le daban dinero alguno de sus muchos amigos, pero lo gastaba en ella. Eso no ayudaba mucho. Otros dias desaparecia por las tardes y regresaba al anochecer. Por las tardes mientras aún habia luz del día, repasaba algunas letras con Jesús y las gemelas. Aunque nunca me prestaban atencion.

- Blanca tenemos hambre

Me decían a coro la gemelas, no sabía que hacer, era muy difícil conseguir dinero. Don Jacinto no me daba mucho y en ocaciones no me daba nada, pero me dejaba lavar mi cabello y mi rostro. Que volvía a ser claro sin la suciedad en mis mejillas.

- Tu cabello es muy lindo Blanquita, podrías venderlo, lo pagan bien.

Me decía Don Jacinto.

- ¿Mi cabello? No, es lo único bonito que tengo.

Cada noche hacia todo lo posible por llevar 2 piezas de pan y un manojo de manzanilla que cortaba de un terreno.

Jesús salía a pedir limosna en la Iglesia, el decía que no le daban, pero yo sabía que si, cuando llegaba oliendo a licor.

- Tania hermana, necesito que me ayudes. A ganar unas monedas. Dile a tus amigos esos que te dan a ti.

- Estas loca, eres una niña, no podrías hacer lo que yo hago.

- ¿Y que es lo que haces ? Yo puedo hacerlo también, a Jacinto le ayudo a barrer y siempre dejo todo muy limpio.

- Jajajaja ese viejo, no se como toleras pasar ahí toda la mañana.

- Jacinto es bueno, él me ayuda para comprar pan, pero las gemelas están muy flaquitas necesitan comer más.

- Así dejalas, de otra forma crecerán gordas y nadie las va a querer.

- ¿Porque nos odias Tania? ¿Porque no nos quieres? Lo sé por la forma en que nos hablas y tratas a las gemelas.

- ¿Quieres saber? Porque ustedes pueden caminar sin dolor y yo tendré que cargar con esta maldita cojera toda mi vida. Yo era feliz con mamá, pero tuvo tantos hijos. Que ya no tuvo ojos para mi.

- No seas cruel, ni Jesús ni mucho menos las gemelas tiene la culpa de tu accidente.

- Pero aún así, me quitaron la atención de mi madre y mejor lárgate, no quiero verte.

Es muy difícil llevar una vida así, en ocaciones lloraba y le suplicaba a Dios que me ayudara. Pero el jamás me escuchaba, no importaba la desesperación con la que yo le pidiera, jamás me escucho.
Poco a poco fui perdiendo la fe, los días pasaban y las noches eran eran largas. Pero fue hasta aquella noche de invierno, el frío calaba en los huesos costaba permanecer en calor. Estábamos todos juntos sobre un colchón viejo, pero aún así el frío atravesaba la cobija que nos cubría.
Intente dormir un poco y al despertar no podía creer lo que había pasado...

*LUNA Angelita*
Karla Noguez

Mi nombre es Blanca y soy ProstitutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora