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♡Espero que les guste♡
Sam Anthony Holland había asistido a tres graduaciones en su vida, dos de ellas pertenecían a primos que iban a escuelas diferentes a la suya y la última era la de su hermano Tom, quien se había graduado de su mismo establecimiento unos cuantos años atrás, él sabía lo que iba a pasar y como sería todo; sabía que su madre iba a estresarse hasta el punto en que confundiría sus nombres y terminaría colocándose del mismo color que su cabello, que los baños iban a estar ocupados hasta que tuvieran que irse porque llegarían tarde a la ceremonia y que alguno de sus padres lloraría en silencio por lo que aquel día significaba. Sin embargo, a él nunca le habían hablado de la euforía y la tristeza que sentía al verse frente al espejo con su bata roja, la presión en su pecho y cómo su corazón se iba partiendo lentamente cada vez que pensaba en su pronta adultez.
Él no podía creer que estaba a unas pocas horas de graduarse, mucho menos que lo haría al lado de su mejor amiga y que saldrían juntos hacia el escenario con el fin de aceptar su diploma para luego bajar y abrazarse hasta romperse los huesos, que ignorarían las advertencias de los directores pues iban a estar lo bastante ocupados llorando, maldiciendo y convenciéndose de que todo había terminado como para escucharlos. Después, ellos se sentarían juntos y se tomarían fuertemente de las manos, aguantarían los sollozos hasta que sus birretes volaran sobre sus cabezas, que era donde volverían a llorar y esa vez no se contendrían...
Sí, Sam ya se había imaginado todo...
El chico Holland soltó un suspiro inconforme cuando observó con atención la corbata negra en su cuello y volvió a deshacer el lazo, tragando el nudo que se había formado en su garganta mientras intentaba disipar las lágrimas de sus ojos.
-¿Quieres que te ayude, guapo? -murmuró una voz a su lado y Sam suspiró cerrando los ojos, asintiendo levemente a la pregunta de la chica, incapaz de hablar- Estás temblando Sammy...
-Y-Yo...
-Lo sé, lo sé, estoy igual que tú -rió vagamente la chica y el pecoso abrió los ojos para contemplar el difuso rostro de su mejor amiga, quien tenía los ojos vidriosos al igual que él.
Mary le sonrió levemente mientras subía el cuello de la camisa de Sam, pasando la corbata sin hacer por aquel lugar antes de comenzar a formar el nudo bajo la atenta mirada del pecoso, quien no podía dejar de ver a quien se había convertido en su todo en unos pocos años, los cuales atesoraba con recelo en su memoria. Cuando la chica terminó con su trabajo, se sorprendió al ver el como los labios de su amigo temblaban, amenazando con la pronta llegada de un llanto.
-No me quiero ir, no quiero. No estoy listo -susurró dejando caer las primeras lágrimas que rápidamente fueron limpiadas por Mary.
