II • EL INVERNADERO

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A la mañana cuando desperté vi el techo desgastado de la antigua habitación de mi madre, me sentí algo desorientada hasta que todos los recuerdos de la noche anterior vinieron a mí obligándome a salir de la cama

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A la mañana cuando desperté vi el techo desgastado de la antigua habitación de mi madre, me sentí algo desorientada hasta que todos los recuerdos de la noche anterior vinieron a mí obligándome a salir de la cama. Estando aún dormida salgo del cuarto intentando recordar donde dijo mi madre que se encontraba el baño, aun dormida camine hacia el entrando para mojarme un poco la cara. Hice mis cosas y me arreglé un poco antes de bajar a la cocina donde mi madre ya estaba preparando el desayuno, sin prestarle atención a lo que había a mi alrededor entré en la cocina directo a tomar una taza y un ruido me sacó de mi estado aun adormilado. Giré encontrándome al chico de ayer y a otro mucho más joven que él sentados en la mesa de la cocina observándome. En esos momentos quería desaparecer, llevaba una camiseta vieja pegada al cuerpo y sin sostén que marcaba mucho mis pechos, un short pijama algo corto y estaba toda demacrada. Quería comenzar a temblar, pero con la poca dignidad que me quedaba me acerque a la isla intentando ocultar mis piernas de algún modo.

—Buenos días no sabía que teníamos visitas tan temprano —exclamó mirando a mi madre con la mirada más seria que pude, sentía que en cualquier momento saldría corriendo por la vergüenza. Dios no podía estar cómoda ni en mi propia casa que gente extraña ya estaba en ella como si este fuera su hogar.

—Buenos días, muchachos ella es mi hija Andrómeda, cariño ellos son los ayudantes de tus abuelos han venido a ofrecer su ayuda a cambio de la paga que les daba tus abuelos y el desayuno —señala mi madre a los dos jóvenes y luego me observa con una débil sonrisa, sé que nadie en este pueblo nos querrá ayudar con la linda bienvenida que nos dieron en el cartel y si estos dos se ofrecen debemos tomarlo.

—Está bien, los abuelos confiaban en ellos y nosotras no sabemos nada de administrar una granja su ayuda nos vendrá bien madre —dejando mi taza de lado me voy casi que, corriendo escaleras arriba, tendré que ponerme algo de ropa y peinarme mejor ahora parezco que he salido de un tornado.

Me doy una ducha rápida terminando de despertarme del todo y aun con el pelo mojado salgo para cambiarme por la ropa que usaría hoy. Envolviendo mi cabello en una toalla miro mi armario sacando un vaquero negro, una blusa blanca, un suéter con cuello blanco holgado y unas botas con cordones negras. Seco mi cabello para atarlo en un moño alto y salgo de mi habitación dirigiéndome a la cocina al fin lista para desayunar. Me encuentro de nuevo con todos y sigo a mi ritmo sirviéndome algo de café y sentándome en la mesa junto a mi madre.

—Aún no nos han presentado como es debido me llamo Andrómeda Lovelace ¿y tú eres? —le pregunto al chico desconocido que está sentado frente a mí comiendo su desayuno tan tranquilo.

—Un placer conocerla señorita mi nombre es Joshua Aiken, bienvenida al pueblo Santo paraíso —extendiéndome su mano el joven chico me sonríe de manera amigable y siendo cortés estrecho su mano.

—Muchas gracias, Joshua —alegó de manera animada y de inmediato mi mirada pasa a Federico que me mira con una sonrisa tomando un sorbo de su café. No necesitábamos ninguna presentación porque ya nos conocíamos, pero mi madre no lo sabía y ahora me tocaba dar explicaciones—. ¿Cómo estás, Federico? —ahora soy yo la que toma un sorbo de café antes de voltear a ver a mi madre y explicarle que ya conocía al muchacho. —Ayer Federico apareció en la casa y nos presentamos me dijo que trabajaba para los abuelos —mi madre asiente y deja por terminado el tema de las presentaciones y termina su desayuno animando a los chicos para comenzar a trabajar. Siendo la última que bajó a desayunar me tomo mi tiempo para terminar mi desayuno tranquilamente pues nunca me gustó que me apresurasen para nada.

PERVERSA CRIATURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora