XIV • EL PASADO

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Mi charla con Mónica fue placentera, comenzaba a agradarme su compañía y todo lo que estaba haciendo por mí, se notaba que se esforzaba por tener una relación buena conmigo

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Mi charla con Mónica fue placentera, comenzaba a agradarme su compañía y todo lo que estaba haciendo por mí, se notaba que se esforzaba por tener una relación buena conmigo. Algo que me agrada mucho es que no menciona a su padre, no me agradaría que ella se ponga como peón para que él se acerque a mí. Le estaba dando la oportunidad a ella y a mí de tener un lazo de hermanas, recuperar las dos todo este tiempo que perdimos por culpa de la distancia y los perjuicios del lugar en donde nacimos. Aquella tarde pude reírme con ella, charlamos hasta que terminamos el desayuno y me acompañó a ir al hospital a pedir que me revisara un oftalmólogo. Solo me mandaron unas gotas para los ojos, pero en sí no vieron que me había dañado las retinas, algo que el doctor me dijo que fue tener mucha suerte. Me pidieron que me cuidara del polvo y si me seguían ardiendo los ojos aun con las gotas que regresara. Mónica me pidió que le avisara por cualquier cosa, no quería que fuera sola al hospital y mucho menos a la policía, quería acompañarme para que no me sienta sola. Se lo agradecí mucho, me sentía acompañada y experimentaba lo que es tener a una hermana con la cual contar en temas en donde no quieres involucrar a tus padres o en mi caso a mi mamá.

La misma que no encontré al llegar a casa, subí al segundo piso llamándola mientras caminaba por el pasillo de las habitaciones hasta llegar a la suya. La cama estaba tendida, las cortinas abiertas y la puerta de su baño se encontraba abierta sin nadie adentro, me acerqué a la ventana viendo la silueta de mi madre en el invernadero. Salgo de la casa sin caminar apresurada, observando que el trabajo de los muchachos está trayendo de nuevo a la vida el granero, los animales se ven mejor de salud y en general la granja parece más un lugar estable que un establecimiento de muerte y decadencia. El invernadero estaba rebosante de vida y los brotes de nuevas plantas ya se comenzaban a vislumbrar en las macetas. Con algo de duro trabajo por parte de todos, estábamos logrando transformar este lugar a sus antiguos días de gloria.

—Mamá ¿podemos hablar? —interrogó al verla parada frente a la fuente mirando sus tranquilas aguas. Su mente no estaba para nada tranquila, saltó en su lugar al oír mi voz y se giró a verme alarmada. No me esperaba allí y mucho menos que la viera de aquella manera, tan rota y vulnerable. Sus ojos estaban hinchados y rojos, los labios carecían de color y su pecho subía y bajaba queriendo controlar los espasmos del llanto.

—Andrómeda no es un buen momento, yo quisiera estar sola para...

—Para inventar una excusa y no decirme la verdad de porque estás así —exclamó recalcando lo obvio cruzándose de brazos, mi madre no se atrevió a refutar porque esa era la verdad.

—El pasado nunca es sencillo de olvidar, mucho menos cuando este regresa de golpe recordándote una y otra vez tus errores —comenta ella rompiendo el gélido silencio que quedó entre ambas, me estaba dando la espalda, pero desde mi posición podía ver la tensión que tenía al decirme aquellas palabras. —Te nombré Andrómeda por la vieja banda de mi mejor amiga que desapareció, Andrómeda significa gobernante de los hombres a Olivia le encantaba ir en contra del sistema patriarcal. Fue demasiado avanzada para su época y para muchos una rebelde que debía ser corregida para alcanzar los estándares de este pueblo con mentes cuadradas. En el fondo siempre supe que su desaparición fue por mi culpa, pero nunca quise admitirlo en voz alta, era demasiado doloroso aceptar eso luego de tener que ver a su familia completamente destrozada —solloza temblando de pies a cabeza por los espasmos del llanto, me acerco lentamente a mi madre, no comprendía a donde estábamos yendo con todo esto.

PERVERSA CRIATURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora