•Capitulo 16•

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La voz de la mujer del otro lado de la línea parecía un sollozo. Mi mamá había entrado en un estado de shock. La entendía, su hija muerta estaba llamándola después de 3 años enterrada. Si nos poníamos a pensar, era lo más ilógico del mundo.
-Mamá, mamá escúchame por favor, si?- dije tratando de que reaccionara aunque no podía ver su cara, sabía que estaba palideciendo. -mamá, necesito que estes tranquila, déjame expl...
-Milena? Milena eres tú de verdad?- cortó. La escuchaba llorar como si alguien le hubiese roto el corazón, podía oír como se desgarraba su alma. Tal vez, porque quien pensó que yacía bajo tierra ahora estaba llamándola desde quien sabe dónde. Porque fue engañada por alguien de su sangre. Fue engañada por su propia hija.
-Si mamá, soy yo, mamá escúchame, lo siento muchísimo, lo siento mucho mamá por favor te lo suplico. - mis lagrimas caían como cascadas. Había hecho todo mal, lo principal: haber engañado así a mi madre.
-Porque? - si pregunta calaba hondo en mi, ni yo sabiendo la respuesta. -porqué hiciste eso, hija? Porque me mentiste así? Porqué Milena? Porqué jugaste conmigo de esa manera? Que te he hecho yo para que me hayas hecho esto?- sus gritos estaban descolocandome, era la reacción que esperaba pero no pensaba que sería así. Estaba molesta y la entendía, no podía llegar así como si nada, como si me hubiese ido de viaje. Habían pasado 3 años, si mis años fueron duros, puedo imaginar que los de ella lo fueron muchísimo más.
-Mamá, perdóname por lo que más quieras. Cometí un error imperdonable pero necesito que tu si me perdones por todo el daño que causé. Iré a verte, estaré contigo y te explicaré todo, detalle por detalle pero por favor, mamá, perdóname. - suplique incontables veces. La había cagado hasta el fondo.
-Eras tu quien llamaba desde hace tiempo y no contestaba?-preguntó decidida -eras tu, Milena?
Dudé por un instante en decirle la verdad, pero no lo hice.- Si mamá, fui yo, sabes que yo...
-Acaso no pensaste en mi dolor, hija? No te imaginas cuánto lloré por ti pensando que mi hija se había suicidado? Milena, tu...
-Mamá, recompondré todo el daño que he hecho, pero créeme cuando te digo que no fue mi intención lastimarte.
Un silencio sepulcral salía desde el parlante del celular, tan silencioso que ahogaba mis tímpanos.
-Volverás? Volverás a casa, hija? - preguntó a punto de volver a llorar.
Cerré mis ojos con la decisión ya tomada desde el momento en que la llamé -Volveré mamá. Solo espera por mi.

Narra Taehyung

Mi impaciencia se notaba desde varios kilómetros, todavía no recibía noticias sobre lo que había mandado a investigar. Necesitaba tener algo urgente, necesitaba saber absolutamente todo para poder dejar de lado el malestar de años.
Marqué el número de Sehun, intentando acelerar el proceso, cuanto más rápido supiese la verdad, las rápido terminaría.
-Hermano, Justo iba a llamarte. Tengo noticias buenas, ya para mañana tendremos todo lo que precisas.
Mi corazón latió rápido, por un momento sentí miedo, miedo por ilusionarme si era ella.
-Oh, hermano, gracias. No quiero que pienses que soy impaciente. -dije apenado
-Te conozco, Tae. Se que si no fuese importante no estarías así.
-Gracias - fue mi única palabra.
-Mañana ven por la mañana. Ahora descansa, ok?
-Lo haré.
Solo mañana, menos de un día para saber todo, contaría las horas como un preso esperando su ansiada libertad.
Salí de la empresa y me subí a mi auto, mis manos temblaban, tenía que calmarme si deseaba pasar la noche en paz. Mientras manejaba pensaba, ¿que es la paz? Desde hace tiempo no la tenia, añoraba con tener paz aunque sea en casa de mis padres y ni aún así lo lograba.
Mi mirada divagaba en la ciudad de Gangnam, la parte tranquila de la ciudad era mi preferida, y como si con el pensamiento la hubiese llamado, la vi caminando casi corriendo, contoneando un vestido azul floreado que le llegaba a las rodillas, luciendo el pelo tan sedoso y suelto, metiéndose a una cafetería. Maniobré lo más que pude y procedí a seguirla, la tenía tan cerca de mi, quería preguntarle porque había desaparecido tantos días, vi donde entró y fui tras ella. La noche estaba estrellada en Seul acompañada del ligero calor de junio, dejando en el aire pequeñas notas de su perfume.
Entré a la cafetería en su búsqueda, mirando por todo el lugar hasta lograr divisarla. Estaba de espaldas frente a una mesa, podía ver con claridad toda su figura, las curvas de una mujer que estaba volviéndome loco.
Vi a lo lejos quien era el acompañante. Ricardo la miraba extrañando y ella gesticulando con sus manos mientras le contaba algo. Por la cara de el, no debía ser nada bueno, porque su expresión iba de mal en peor.
Salí de allí y la esperé en la vereda mirando desde la vitrina. Si tenía suerte saldría sola, sino, se iría acompañada por el.
No pasó mucho rato hasta que ella salió como alma que lleva el diablo, ni siquiera percatándose que yo estaba cerca suyo. El verla dirigirse hacia donde estaba mi auto estacionado me hizo dar pie para hacerle saber de mi presencia mientras la seguía.
-Sofia - dije de un momento a otro y detuvo su andar quedando de espaldas a mi. Se dio vuelta lentamente mirándome con los ojos abiertos, como si fuese descubierta. Ella no dijo nada, más yo me acerqué para poder tenerla frente a mi.
-Hola- dije casi en un susurro mientras la observaba. Estaba agitada producto de lo rápido que caminaba, sus mejillas sonrosadas y su cabello un poco despeinado. No pude con mi genio y se los acomodé con una suave caricia. Podía ver como su mirada se iba relajando lentamente.
-Tae- salió casi como un susurro de sus labios - sácame de aquí.
Y fue todo lo que hice. La subí a mi auto, sin hacerle preguntas porque sabía que por su expresión estaba agobiada.
Cada tanto la observaba mirando la ciudad, adorando su perfil y recordándome cada vez más a Milena.
-Quieres comer algo? - pregunté y si mirada se posó en mi.
-Solo si tú quieres. - fue todo lo que me dijo
La llevé al Río Han, ya era un hábito ir a ese lugar, solo que esta vez nos mantendríamos dentro del auto.
La miré y podía notar su nerviosismo
-Pensé en ti todos estos días- dije y ella posó su mirada en mi -quería saber cómo estabas pero no te vi en la empresa y pensé que quizás estabas enferma.
Me miró por unos largos segundos y habló
-Lo estaba, pero estoy mejor, de hecho ahora mismo me siento muy bien. -dijo sonriéndome.
-Quiero que estes bien. -dije tomando su mano, la calidez de ella me hacía sentir en mi hogar.
-Tu me haces bien- dijo y se lanzó a mis labios casi pasándose de un asiento al otro.
Sus labios acariciaban los míos en un suave compás, como si los hubiese extrañado, yo también extrañaba los suyos. Posé mis manos en su cintura atrayéndola más hacía mi.
A medida que pasaban los segundos nuestro beso se iba tornando intenso, resonando en todo el auto el chasquido de nuestras lenguas. Un gemido de su parte fue todo lo que necesité para ponerla a horcajadas encima mío. Mis manos recorrieron su perfecto cuerpo metiendo una tímida mano debajo de su falda.
-No tengas miedo, tócame por favor.
No necesité más que su aprobación para besar todo su cuello. Mis manos agarraban sus glúteos atrayéndola mucho más hacia mi. Sus manos con movimientos torpes querían arrancar mi camisa, mientras que yo bajaba las tiras de su vestido y besaba sus pechos regalándome los gemidos más profundos que había escuchado desde años. Gemidos que eran idénticos a los de Milena.
De a poco fuimos despojándonos de la ropa, sin importar si alguien nos veía desnudos. Pude divisar una pequeña cicatriz en la parte derecha de su costilla. La acaricié con mis dedos y su piel se erizó ante mi toque.
-Hazme el amor, Tae.
Dicho esto, me besó con tanta pasión que estaba llevándome al infierno. Sin medir más palabras, la penetré. Podía sentir esa estrechez familiar, haciéndome sentir en mi hogar e invitándome a gemir como si mi vida dependiera de ello.
Sus movimientos lentos y pausados mientras me besaba me hacían perder la poca cordura que me estaba quedando. Realmente se sentía la gloria. Podría vivir en este lugar con esta mujer y en esta posición.
Tras unos segundos nuestros gemidos eran ruidosos y los movimientos cada vez más bruscos. Podía sentir como su orgasmo estaba tan cerca como el mío, quería morirme en ella. Tras unos fuertes movimientos y besos candentes, ambos nos vinimos juntos.
Su respiración agitada, su piel transpirada con mechones pegados en su frente me daban la vista más hermosa de todas.
Observándome detalladamente, acaricio mis labios con la yema de sus dedos y me regaló un beso que jamás en la vida me habían dado, un beso que se sentía diferente a cualquier otro, un beso que sabía a despedida.

Cartas de una sasaeng (segunda parte) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora