•Capitulo 15•

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Habian pasado cinco días, no sabía nada de ella. Ricardo apareció en la compañía solo, lo notaba desganado, hablando menos de lo normal, mirando su celular cada cinco minutos como si estuviese esperando un mensaje importante.
Yo también esperaba algo, aunque sea saber qué pasó con ella, porque no está aquí.
La extraño, parece patético pero extraño a esa mujer. El beso del otro día me dejó pensando en mil maneras de arrancarla de los brazos del mundo y llevarla para mi. Necesitaba saber de ella y para mal mío, no tenia nisiquiera su número de celular.
Fui a por todo, y en el momento en que pude quedar solo con Ricardo en aquella oficina, pregunté en mi pobre inglés para que me entienda.
-No quiero sonar intrometido pero se me hizo extraño no ver a la señorita Blanchard estos días.¿Ella está bien?
La mirada que me dió Ricardo me transpasó como balas. Estaba metiéndome en un terreno que no debía pero a mi no me importaba el, sino ella. Porque si mi corazonada no me fallaba, la mujer que él proclamaba como suya, era mía mucho antes de que el existiera.
-Porque te interesa saber tanto de Sofia, Kim? - preguntó levantándose de su asiento y acercándose a mi lentamente - te gusta mi mujer?  Vi como posabas tus ojos en ella el dia de la fiesta, dime algo, estas interesado en mi futura esposa?
Queria decirle que si, que aunque suene ilogico esa mujer no me dejaba dormir por las noches desde que la vi. Guarde mi respuesta y hablé nuevamente.
-Solo es un pregunta, no tiene nada romantico preguntar por quien fue su acompañante. - era la respuesta mas idiota que habia dado en todos mis años de vida. Habia algo en Ricardo que no me gustaba aparte de proclamar suya a Sofia.
-No, claro que no. Solo respondame lo que le pregunté anteriormente, está interesado en Sofia?
Iba a decir todo, decirle que si me importaba, que sabia que ella sentia lo mismo que yo, que el no era nadie en su vida.
-Por supues...
La puerta se abrió de repente dando paso a Yoona.
-Ups, perdón, interrumpo algo? - preguntó mirándolos a ambos
-Nada importante, señorita Yoona. - Ricardo le contestó mirándome, haciéndome saber que por más que esto terminaba acá, realmente no terminaba.- Nos vemos luego- haciendo una reverencia el se fue.
-Todo bien? Parece como si hubiesen peleado. - me miró intrigada.
Negué con mi cabeza sin decir ni hacer nada más.
Necesitaba saber de ella, y para desgracia mía no la encontraba en ninguna red social. Quizás luego del beso se asustó o sintió vergüenza, quizás me atreví demasiado, quizás debería sacarme de la cabeza todo lo que no me deja pensar. Solo quizás.

Narra Milena

-Milena, necesito que hablemos. Quiero que salgas de ahí y vengas ahora mismo - gritaba Mariana desde el otro lado de la puerta.
Mi habitación se había convertido en mi refugio durante los 5 días que transcurrieron, evitándome del mundo exterior y de todo lo que conllevaba afrontar la realidad. Los días que pasaron solo me limité a tomar algún que otro vaso de agua y nada más. Mi apetito estaba muerto como mi alma. Mis lagrimas fueron mi única compañía.
Aborrecía todo lo que me rodeaba, había perdido en este tiempo más de lo que a mi me hubiese gustado. Si bien no era muy creyente, pensaba que todo lo que me ocurrió este tiempo era castigo de algún dios. Porque se sentía así, un castigo por todo lo que hice, por arrebatar una vida y no sentir culpa, y por arrebatar otra sin siquiera saberlo. Volvieron a caer mis lagrimas esta vez con menos fuerza, todo lo que había llorado era un océano a comparación de lo que lloro hoy.
Mi celular se iluminó mostrándome que Ricardo había mandado mensajes intentando hablar conmigo. Durante estos días no lo vi y no quise hablar con el, seguramente pensando que seguía enojada por el desplante que me hizo el día del almuerzo. Si tan solo supiera que no me importa en lo más mínimo lo que el opine dejaría de insistir de una maldita vez.
Agarré mi celular y miré la hora. Las 19:45 hs se iluminaban ante mi. Me di una ducha rápida y salí de allí rumbo a quien sabe dónde. Porque eso necesitaba, salir, despejarme de todo lo que me había pasado. Nunca lo superaría pero aprendería a convivir con ello. Como hasta ahora.
Mis pies me llevaron al mismo lugar de siempre, no había nada mejor que mirar el cielo oscuro y el río con su Puente iluminado. Recordé mis sueños de hace unos 7 u 8 años, donde veía todo el paisaje que hoy tengo frente a mis ojos frente a una pantalla. Sonreí y me sentí vacía. No tenía a nadie conmigo para contarle lo contenta que me sentía, más allá de todo lo malo que me pasó, que estaba de poder estar en un lugar así. Mi lugar mágico, donde siempre pienso en esa persona que vive en mi corazón. Porque allí vive y vivirá por siempre, no importan los años que pasen, el jamás se irá. El de había ganado mi amor, se había ganado todo de mi, y yo había ganado todo de el. Sin embargo yo no sabía todo lo que iba a perder por ganarme su amor.
Suspiré y dejé que los recuerdos vuelen con el viento nocturno.
Agarré mi celular y disqué otra vez ese número, esta vez queriendo decirlo todo. Esta vez lo haría, lo hablaría. Quizás me ganaría su odio pero ella debía saber que yo vivía y que la pensaba todos los días.
El primer pitido sonó. Y así fueron varios. Una voz adormilada del otro lado me decía que no me había fijado en el horario.
-Hola - respondió mi mamá
Suspiré al escucharla y creo que ella se dio cuenta porque cuando lo hice dijo mi nombre.
-Milena, Milena eres tú? Yo se que eres tú, por favor hija, no juegues así conmigo.
Estaba a punto de colgar cuando tomé valentía y hablé, empezando a recuperar de a poco todo lo que  una vez perdí.
-Mamá... soy yo.

Cartas de una sasaeng (segunda parte) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora