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 —Mocoso, esta es una pocilga— gruñó Zita antes de estornudar de la forma más adorable que vio alguna vez Harry—. Además, una alacena debajo de la escalera ¿es en serio? De todos los lugares de este basurero— se quejó quitando un par de manchas de polvo de su pelaje blanco.

—Aguanta un poco más, Zita— tranquilizó Harry tomando al hurón en brazos, y como pudo se acostó en su viejo colchón—. El señor Severus dijo que esto será así hasta que vaya a la escuela, dijo que el primero de septiembre debo ir a King's Cross.

—¿Escuela?— preguntó el jarvey sacudiendo las orejas, la pequeña bombilla de la alacena estaba prendida y daba una luz tan tenue que Harry apenas podía leer las palabras que estaban escritas en uno de los tantos libros que había tomado de la librería, "Adivinación para principiantes: Las travesías de Cassandra Trelawney", decía el título y Harry de verdad estaba maravillado con la lectura.

—Si, se llama Hogwarts— respondió Harry acomodándose mejor entre los gastados resortes y la tela para evitar lastimarse—. Ahí asistieron muchos magos y brujas famosos, mira— dijo cerrando el libro que había estado leyendo, después de señalar la página en dónde se había quedado, y mostrando otro libro, esta vez café y bastante grueso, de tapa un poco gastada y letras doradas, con el escudo de la escuela abajo del título—. "La historia de Hogwarts" —leyó—, aquí dice que existen cuatro casas, todas tienen una gran historia y ¡esto es lo mejor! Al principio del año te someten a una "selección", aquí solo dice que te ponen un tal "Sombrero Seleccionador" y que dependiendo de tu personalidad y mente te envían a la casa que más te acomode.

—¡Vaya tontería!— chilló Zita mirando sin entender las palabras escritas en el papel—. Los sombreros no pueden leer la mente ¡mucho menos decidir algo como el futuro de un niño! Solo piénsalo, si una persona es amable al principio y le pasan muchas cosas malas ¡obviamente dejará de ser amable!

—Quizá tengas razón.

—Naturalmente.

—Pero es un sombrero mágico ¡se supone que debe saber a dónde perteneces!— argumentó Harry sin dar su brazo a torcer, Zita pasó la página mirando con sus ojos rojos cada ilustración y cada escudo.

—¿Qué dice aquí?— exigió saber.

—Oh, esas son las virtudes de las cuatro casas— dijo Harry señalando pacientemente uno de los escudos—. Rojo, dorado y un león; es Gryffindor, ahí se quedan los valientes, osados y caballerosos. Amarillo, negro y un tejón; Hufflepuff, ahí quedan los justos, leales y perseverantes. Azul, bronce y un águila; Ravenclaw, inteligencia, erudición y sabiduría. Y por último, verde, plata y una serpiente; Slytherin, ambición, astucia y determinación.

—¿Y?— preguntó el jarvey poniendo su pata derecha sobre el libro para poner ver mejor y acercarse a las ilustraciones de los escudos—. ¿En cuál quieres estar, pulgoso?— continuó, sus ojos rojos se encontraron con los verdes de Harry, quién negó repetidamente con la cabeza.

—No es en donde yo quiera estar— dijo Harry, sus ojos centellearon con una luz propia de la inocencia infantil—. Sino, en donde debo estar ¿entiendes? Todo está en la cabeza— tocó con su dedo anular la nariz temblorosa del hurón.

El jarvey bufó antes de bajar del libro del niño y hacerse una bola de pelo blanco justo a su lado. Harry miró a la criatura antes de bostezar, sus tíos veían la televisión en la fea sala de tapicería floreada mientras él seguía encerrado en su alacena, la única y débil bombilla de su alacena debajo de la escalera, la luz que emitía había sido siempre opaca y apenas servía para leer bajo su iluminación.

Con otro bostezo cerró el libro en sus manos y se dispuso a dormir en el viejo colchón de Dudley, sus manos se aferraron al calor que el enorme hurón albino emanaba y ambos cayeron dormidos rápidamente.

O S C U R O [Tomarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora